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18. Tumba

Summary:

Lo que parecía una inocente excursión a un pueblo abandonado se torna en algo mucho más turbio...

Notes:

Este fic está basado en la historia del día 4, "Abanico". Se puede leer sin haber leído la anterior, pero siempre está bien como referencia.

Work Text:

De nuevo lo habían engatusado para meterlo en un lío. Jiang Cheng no aprendía.

Su hermano, Wei Wuxian, le había dicho que conocía un pueblo abandonado en el que, se decía, habían dejado cosas de valor. La fascinación de su hermano por los lugares abandonados no tenía límite, y si encima había misterios que resolver…

Allí estaban, después de una hora y media en coche. La vegetación había tomado gran parte del lugar y era difícil distinguir dónde acababan las ruinas de un edificio y empezaban las del siguiente. Se podían distinguir las separaciones entre calles y otros elementos como placetas y fuentes. A Jiang Cheng le costaba entender por qué esos pueblos decaían tan repentinamente, pero no pensaba preguntarlo. Su hermano probablemente expondría una disertación que podría alargarse peligrosamente. Mejor vivir con la duda.

Eran ocho y habían venido en dos coches: Wei Wuxian, Lan Wangji, Wen Ning y Wen Qing en el primero, mientras que Jin Zixuan, Jiang Yanli, Nie Huaisang y él mismo habían viajado en el segundo. Cuando se bajaron del coche su hermano les dio a todos una especie de insignia.

—Poneos esto para que se sepa en todo momento dónde estáis. Si tenéis algún problema y nadie responde, usad el teléfono.

—¿Y quién nos va a responder? —farfulló Jiang Cheng, señalando a su alrededor—. Estamos en medio de la nada.

Yanli rio suavemente y Zixuan lo miró extrañado.

—Jiang Cheng, no pensé que serías de esos que se meten tanto en el papel.

¿Qué papel? ¿De qué hablaba el novio de su hermana? Se encogió de hombros y pasó del tema. No sería él quien le aguase la fiesta a los demás. Wei Wuxian los guio hasta que encontraron una fachada pintada con unas marcas rojas.

—¡Aquí estamos! Ya sabéis: no vayáis solos y no os desviéis. No sabemos qué vamos a encontrar.

Jiang Cheng votaba por nada. Por allí habrían pasado cientos de personas y, si no se había hablado de ello en las noticias, es que nadie habría encontrado nada. ¿No?

Entraron en la casa en fila india. Le faltaba el techo y las vigas de madera se encontraban a la intemperie, pudriéndose poco a poco bajo el cielo. El autoproclamado líder del grupo les dijo que buscasen una posible entrada y en ello se pusieron. No habían pasado ni cinco minutos cuando Wen Ning levantó lo que parecía la trampilla a un sótano. Qué típico. Aquello parecía puesto allí a propósito.

Empezaron a bajar, uno a uno, por la angosta escalera. Tenían que agarrarse a las paredes porque no había pasamanos y la inclinación favorecía los tropezones.

—¿Estás asustado, Cheng? —preguntó con suavidad Huaisang detrás de él. Jiang Cheng giró ligeramente la cabeza hacia él, lo justo para poder verle la expresión. Sonreía y estaba totalmente tranquilo.

—No. Solo inquieto. No sé qué trama mi hermano.

—¿Qué va a tramar? Que nos lo pasemos bien.

¿Pasárnoslo bien? He visto las suficientes películas para saber que esto va a acabar mal.

La escalera terminó y se encontraron en un húmedo pasillo. Habían encendido las linternas que llevaba cada uno casi al principio de la escalera, porque no había iluminación alguna. Era de esperar. Avanzaron por el corredor y se toparon con lo que parecía el marco de una puerta, en cuya parte más alta una inscripción en una placa rezaba lo siguiente:

Sigue adelante, adelante.

No mires atrás.

Porque si lo haces, mil granos te ahogarán.

Ah, precioso. Jiang Cheng leyó la placa dos veces. El resto empezó a preguntarse los unos a los otros qué podría ser.

—¿Será que no podemos detenernos?

—Bueno, eso es obvio.

—¿Y desviarnos?

—No dice nada de eso, pero…

Jiang Cheng los miraba, anonadado. ¿De verdad se preocupaban tanto por algo que habría puesto un cualquiera allí para asustar? Ni corto ni perezoso echó a caminar hacia el interior de la sala. Había unos agujeros en lo alto y no se veía el fondo. ¿Qué sería aquello? ¿Un aljibe? ¿Un silo de algún tipo?

—¡Dónde vas, Cheng! —llamó su hermana, intentando detenerlo.

—¿Nos vamos a quedar ahí hablando todo el rato? Vamos de una vez, esto no es nada.

Huaisang lo siguió de cerca, con expresión preocupada. Lan Wangji echó a caminar detrás de ellos, agarrando a Wei Wuxian de la mano, que gritaba a los demás que no se separasen. El resto los siguió, intentando no irles a la zaga.

La sala no era muy grande, así que Jiang Cheng la recorrió en varias zancadas. Cerca del final escuchó a alguien gritar y se giró. Vio que todos los demás se habían girado.

—¡Qing, no!

La hermana de Wen Qing se había desviado del camino y había pisado una baldosa que se había hundido más de lo normal. Escucharon un ruido sordo, un murmullo que cada vez crecía en intensidad, y de repente una cascada de arena empezó a inundar la sala.

Justo encima de Wen Qing.

Wen Ning hizo el ademán de salir corriendo detrás de ella, pero Jin Zixuan lo agarró del brazo.

—¡Déjala! Es tarde. No podemos hacer nada por ella. Tenemos que seguir.

¿Cómo que tarde? Jiang Cheng no daba crédito a las palabras del hombre. ¿Iban a dejar a la pobre mujer sepultada allí? ¿Dónde coño se habían metido?

—¿Qué estáis diciendo? Tenemos que…

—¡Para, Jiang Cheng! ¡No sigas!

Todos habían cruzado el umbral del siguiente pasillo y una compuerta empezó a cerrarse con un chasquido tras ellos, clausurando la habitación donde Wen Qing se encontraba enterrada por toneladas de arena.

—¡Qué locura es esta! —gritó, viendo cómo se cerraba la compuerta e inseguro de cómo proceder. Empezó a notar una ligera desazón en el pecho. ¿Qué hacían ellos allí?

—Cálmate, Cheng —le dijo Yanli, que estaba pálida. Jin Zixuan le había pasado un brazo por los hombros para reconfortarla—. Sabíamos a qué veníamos cuando aceptamos la invitación de Wei Ying.

¿Se habían vuelto todos locos? Echaron a andar y se quedó atrás, acompañado por Huaisang, que lo miraba preocupado. ¿Por qué Wen Ning no estaba golpeando la puerta hasta echarla abajo? Hasta Huaisang parecía demasiado tranquilo, considerando lo cobardica que era la mayoría de las ocasiones. El modelo le pasó una mano por el rostro y Jiang Cheng cerró los ojos. Se sentía culpable por disfrutar del contacto en semejante momento.

—Tenemos que seguir, Cheng —tiró de él para que echase a andar—. No vaya a ser que nos quedemos nosotros encerrados aquí también.

El pasillo terminaba en una entrada que también coronaba una inscripción:

Aunque en las aguas está la clave,

no querrás nadar más de lo necesario

por miedo a que te arrastre

 

La sala era más amplia que la anterior, con varias plataformas que sobresalían del agua y parecían estables. Al fondo del todo, justo enfrente de la entrada, se encontraba la salida, cerrada con dos candados gigantes. Si tenían que hacerle caso a la inscripción, las llaves probablemente estarían debajo del agua, pero también habría algo debajo del agua que les causaría problemas.

Jiang Cheng no sabía si quería pasar la prueba o quería tirarse al agua y acabar con todo.

—Pellízcame, Huaisang —pidió a su pareja, estirando un brazo en su dirección.

—¿Qué? ¿Estás bien?

—Hazlo, venga.

Esperaba que Huaisang le pellizcara con suavidad, acorde con su personalidad, pero nada más lejos de la realidad: le retorció la piel con ganas y Jiang Cheng jadeó de la sorpresa.

—¿Te he hecho daño? —acarició la piel, que estaba colorada por el tirón.

—Joder, no sé de dónde sacas esa fuerza. Pero no pasa nada, te lo había pedido yo.

Vale, no era un sueño (si es que eso funcionaba siquiera). Se arremangó y se dirigió a la primera plataforma, decidido. Saltó de una a otra hasta llegar al final, donde ya se encontraban Wei Wuxian y Lan Wangji.

—Wei Ying, bajaré yo a buscarlas —le decía el segundo al primero, sin atisbo de preocupación. Jiang Cheng sentía que se iba a volver loco.

—¿No sería mejor que bajásemos todos? Así las encontramos antes y, sea lo que sea que hay en el agua, tendrá que elegir a por quién ir entre tantos —expuso, soltando la mochila que llevaba y la linterna en el suelo.

—Jiang Cheng podría tener razón. No sabemos si es muy profundo —su hermano apoyó su idea, como esperaba que ocurriera. Al menos algo seguía igual.

—Vamos a comprobarlo.

El Lan cogió su propia linterna y la tiró al agua, encendida. Eran linternas resistentes al agua y continuó encendida mientras se hundía. No mucho después se detuvo y Jiang Cheng estimó que se había hundido poco más de dos metros. Sus amigos le dieron la razón, habían pensado lo mismo.

—Tengo aquí un par de cuerdas —les propuso Huaisang nada más llegar a la plataforma donde se encontraban los tres hombres— y con un poco de maña podríamos atarnos las linternas a la cabeza para ver por dónde vamos en el agua.

—Antes deberíamos colocarnos cada uno en una plataforma y mirar desde arriba. La luz debería iluminar el fondo, el agua no parece turbia —Wei Wuxian se asomó y Jiang Cheng fue detrás de él. En efecto, la linterna hundida iluminaba buena parte del fondo del estanque, aunque no parecía estar cerca de ninguna de las llaves.

—Uno podría iluminar desde arriba y otro podría seguir el haz de luz. Es más fácil que oriente el que está arriba, porque nadando puedes perder el rumbo.

Huaisang parecía verdaderamente interesado en la locura que se traían entre manos. Los otros tres miembros de la expedición llegaron a la plataforma.

—Creo que he visto algo en aquella plataforma —Wen Ning señaló a una de las que estaban cerca de la entrada—. Yo buscaré por allí.

—Te ayudo —Wei Wuxian se frotó las manos, contento, y se acercó a su amigo—. Deja el resto de cosas aquí. Lan Zhan se las puede apañar solo.

El mencionado asintió y dejó la mochila en el suelo, al lado de la de Jiang Cheng. Se sentó y empezó a descalzarse.

—Cheng, si quieres busco yo… por allí —señaló Huaisang, en la zona completamente opuesta de la plataforma a la que se dirigían su hermano y Wen «mi hermana ha desaparecido pero estoy de puta madre» Ning—. Ven conmigo y me iluminas la zona.

Esta vez le tocaba a Jiang Cheng reír.

—¿Se te olvidan todos los años que estuve compitiendo en natación? —se quitó las zapatillas de pie y las arrojó al lado de sus cosas—. Esta es la mía.

En un par de minutos estuvieron todos colocados en posición. Wen Ning, Jiang Yanli, Jiang Cheng y Lan Wangji serían los que nadarían, mientras que Jin Zixuan, Wei Wuxian y Nie Huaisang se quedarían arriba para guiarlos y asistirles.

—Wuxian —gritó Jiang Cheng, su voz rebotando en las paredes y generando eco—, me parece increíble que hayas dejado que sea Lan Zhan el que busque la llave…

Los tres hermanos habían competido en natación durante buena parte de su vida. Yanli no había dudado en tirarse al agua, cosa que a Jiang Cheng no le hacía ninguna gracia, pero Wuxian había preferido que fuera su pareja el que se mojase. El otro se encogió de hombros.

—No todos los días puedo ver a Lan Zhan en ropa mojada.

Se hizo el silencio en la cámara. La desvergüenza de su hermano adoptivo no conocía límites. Prefería dejar a su novio ahogarse que perderse el espectáculo. Allá él.

—Si de verdad hay algo peligroso en el agua tenemos que hacerlo rápido —expuso Wangji, estirando los brazos y los dedos.

—Empezad a apuntar con las linternas. Wen Ning ya tenía una localizada —el joven asintió, señalando a Wuxian la localización—, así que en cuanto encontréis algo…

—Creo que ahí —interrumpió Zixuan. Desde la ubicación de Jiang Cheng, la luz parecía desvelar una caja.

—Vamos. A la de tres…

Nie Huaisang contó con voz clara. Cuando llegó al número acordado, Yanli y Wen Ning saltaron al agua. Jiang Cheng y Lan Wangji los siguieron, sin llegar a bucear, solo moviendo las aguas por si acaso había algo que pudiera confundirse por todo el chapoteo.

La primera en subir a la superficie fue Yanli, que le dio la caja con rapidez a su pareja. Zixuan descorrió los cerrojos y la abrió, ojos como platos.

—¡Está vacía!

A Jiang Cheng se le cayó el alma a los pies. No tuvo mucho tiempo para regodearse en el pánico, ya que escuchó la voz de Huaisang detrás de sí.

—¡Cheng! ¡Mira, allí!

Siguió la dirección de la luz y lo vio. Era otra caja, de color morado. Se hundió y nadó con velocidad, sintiéndose tan cómodo debajo del agua como se había sentido siempre. De dos brazadas se encontró encima de la caja y la cogió, ascendiendo con la misma rapidez. No quería pasar en el agua más tiempo del necesario. Al romper la superficie le lanzó la caja a Huaisang, sin pararse a respirar. Su novio la abrió y expelió un gritito ahogado.

—¡Aquí! ¡Esta sí tiene llave!

Corrió hacia la salida, de plataforma en plataforma, e introdujo la llave en el segundo candado. Dio dos vueltas y la cerradura cedió.

Justo en ese momento notó cómo Lan Zhan emergía, tosiendo. Tenía una caja naranja en la mano.

—Wanyin. Ayúdame.

Se acercó a él nadando. Entre los dos la abrieron y lo que pasó no era lo que esperaba Jiang Cheng: un pitido ensordecedor salió de la caja, tan fuerte que ambos hombres la soltaron de la impresión y dejaron que se hundiera de nuevo.

Jiang Cheng notó una corriente de agua recorrerle los pies. Algo se había movido.

—¡Hay algo en el agua! ¡Tenemos que salir! —gritó, encaramándose a una de las plataformas cuando una mano lo paró en seco, agarrándole de la camiseta.

—Falta una llave.

Wangji tenía razón. Faltaba una llave. Miró alrededor y no distinguió la figura de Wen Ning entre las aguas.

—¿Dónde está Wen Ning?

Wei Wuxian, que había estado mirando a Lan Wangji, había perdido de vista a su compañero de búsqueda. Hizo ademán de tirarse al agua, pero Wangji lo detuvo llamando su nombre.

—¡Búscalo con la linterna!

El hermano adoptivo de Jiang Cheng hizo lo que le decían. Tras un par de segundos de desesperación encontró a Wen Ning bajo el agua, que tiraba de algo.

Jiang Cheng y Lan Wangji nadaron hacia él y Yanli saltó al agua de nuevo. Jiang Cheng se sumergió y ayudó a sacar la caja, que estaba anclada con un par de ganchos. Se la pasaron a Wei Wuxian y la abrió, que corrió hacia la salida sin decir nada.

Jiang Cheng se subió a la plataforma más cercana y tendió una mano a Lan Wangji. Una vez estaban ambos a salvo, miró hacia las dos personas que aún quedaban en el agua.

Con horror, vio cómo algo tiraba de Wen Ning y lo sumergía, desapareciendo en la oscuridad.

—¡Wen Ning!

—¡Déjalo, Jiang Cheng, no podemos esperar más!

Huaisang tiró de él. Vio cómo Zixuan agarraba a Yanli para sacarla del agua…

…Solo para caer instantes después con ella cuando el mismo algo que se había llevado a Wen Ning los arrastró.

—¡¡No!! —quizá a los demás les daba igual que el resto desapareciera, pero él no podía dejar marchar a su hermana así como así.

—¿Qué haces, Jiang Cheng? ¡¡Vámonos, que se va a cerrar!!

Huaisang lo empujó y lo forzó a saltar de plataforma en plataforma. Sí, eso era. Si los demás habían desaparecido… tenía que cuidar de Huaisang.

Cogieron sus mochilas en la salida, justo antes de que se cerrase la puerta con un ruido metálico sordo. Jiang Cheng estaba horrorizado con lo que acababa de pasar, pero no podía detenerse. No ahora.

—Vamos, ya estamos cerca —aseguró Wei Wuxian en voz baja.

¿Cerca? ¿Cerca de qué? ¿De morir todos?

—Wei Wuxian —empezó, en voz baja y amenazante—, te juro que como salgamos de aquí…

—¿A qué te refieres? ¿Cómo estás tan seguro de que vamos a salir?

Su hermano y su pareja se miraron. Jiang Cheng podría jurar que el primero había reprimido una sonrisa.

—Te lo aseguro, Cheng. Vamos a salir de ésta.

No tenía ganas de pelear con su hermano. Si de verdad a los otros les había pasado algo por su culpa… Si de verdad no volvía a ver a su hermana…

Ésta no se la perdonaría jamás.

Otro pasillo, otra placa:

Acierta la secuencia para pasar

pero ten cuidado porque las plataformas

quietas no se van a quedar.

—Creo que está claro lo que va a pasar aquí.

Pasaron el marco de la puerta y se asomaron a un agujero, un vacío que no parecía tener fondo. Ninguno pareció pensar en sacrificar su linterna para comprobar cuán hondo era.

—En esa pared hay una serie de símbolos. Deduzco que hay que tocarlos en orden para que vaya apareciendo camino.

—Pero entonces… —dijo Huaisang con los ojos muy abiertos—Alguien tiene que quedarse para marcar la secuencia.

—Yo —se ofreció Lan Wangji, ganándose una mueca de reproche por parte de Wei Wuxian.

—¿Por qué?

—Porque vosotros tenéis que llegar al final.

¿Qué final? ¿De qué hablaba aquel hombre? Jiang Cheng no dejaba de sudar.

—Qué injusto…

Se separó de su novio con un beso y se acercó al borde del vacío, donde esperaban los otros dos hombres. Jiang Cheng no podía creer que se despidiera de él tal cual, pero visto lo visto… Estaban todos locos. Tanto daba.

—Vale, Lan Zhan. Primero prueba a darle a ese.

El otro hombre hizo como le decían. Nada pasó.

—¿Y ese otro?

Sonó un «clic» y una plataforma surgió desde el vacío. No era muy grande, así que saltaron con cuidado. Wei Wuxian no los siguió, sino que seguía en el borde, atento a los botones que tenía que pulsar Lan Wangji.

—Ahora creo que toca ese…

Otro «clic». Otra plataforma escueta. Saltaron.

El hombre siguió pulsando botones en orden. Estaban ya cerca de la salida cuando sonó una bocina.

La primera plataforma se hundió en las profundidades. La sala empezó a temblar y el resto de plataformas empezaron a tambalearse.

—¡Wei Wuxian! ¿Qué haces?

—Vaya, parece que no voy a poder seguiros…

—¡Imbécil! ¿Por qué lo has hecho?

El otro hombre miró a Lan Wangji y después a su hermano. No había más que decir.

Jiang Cheng cogió de la mano a Huaisang y saltó hasta la salida.

—Me niego a que esta sea nuestra tumba.

Corrió sin soltar a su novio, sin mirar atrás, con una punzada de dolor en el pecho.

¿Qué habían hecho? ¿En qué se habían metido?

Ni siquiera se paró a leer la placa de la siguiente sala. Era un laberinto y él solo corrió, siguiendo a su instinto. No iba a parar a pensar, eso no iba con él.

En la salida del laberinto encontró unas escaleras. Las subieron, siempre cogidos de la mano, y ascendieron con presteza. Jiang Cheng solo quería salir de esa pesadilla.

Un fogonazo de luz y una música estridente lo sorprendieron al final de la subida.

¿Aplausos?

Abrió los ojos, medio cegado por el fogonazo. Se encontró de cara con Yanli y Wuxian, que lo habían cogido de los brazos.

—¿Qué coño…?

—¡Bravo, Jiang Cheng! ¡Habéis ganado la escape room!

¿La qué?

Espera, espera.

—¿Qué quieres decir con…?

—Jiang Cheng, todo esto era parte de la escape room a la que dijimos que iríamos hoy —explicó su hermana entre risas.

—No me puedo creer que no supieras a qué veníamos —su hermano adoptivo se llevó una mano a la frente, incrédulo.

—Yo… Yo no… ¿Huaisang? —se dirigió a su novio, pidiendo ayuda con la mirada.

—Cheng, lo dijimos en el chat grupal. Mira.

Le pasó su teléfono móvil. Leyó los mensajes de hacía una semana. Él solo había leído el principio, en el que hablaban de ir al pueblo abandonado, y había aceptado el plan antes de silenciar el grupo por pesados. Lo de la escape room se mencionaba después.

Sintió cómo enrojecía de los pies a la cabeza. Había pensado de verdad que estaban en peligro… y había sido todo un juego.

En la foto conmemorativa que les echaron por finalizar la escape room Jiang Cheng brillaba en medio del grupo, colorado como un tomate.

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