Chapter 1: • IMPORTANTE •
Chapter Text
🔸️SINOPSIS:
Colección de one shots BTS x BTS
Multiship
Cliché
Historias cortas
Omegaverse, mpreg
Bts Versátiles
🔸️ADVERTENCIAS:
Puede contener lenguaje soez y contenido adulto en los siguientes capítulos, así que por favor no leas esta historia si eres menor de edad.
Si eres mayor de edad, te gustan las historias donde los miembros de BTS pueden ser centric/bottom/omega/top/alpha... y aun después de leer el resumen y las etiquetas decidiste leer este fanfic, espero que te guste y me hagas saber tu opinión.
Cualquier comentario malicioso hacia la historia o personajes sera eliminado.
No olvidar que se trata de una historia meramente creada para entretener creando situaciones ficticias que difieren a la realidad.
Chapter 2: • PAREJAS •
Chapter Text
1.Seokjin + yoongi (JINYOON/YOONJIN)
2.Seokjin + hoseok (2SEOK)
3.Seokjin + namjoon (NAMJIN/JINNAM)
4.Seokjin + Jimin (JINMIN)
5.Seokjin + Taehyung (TAEJIN)
6.Seokjin + Jungkook (JINKOOK)
7.Yoongi + Hoseok (SOPE)
8.Yoongi + Namjoon (NAMGI)
9.Yoongi + Jimin (YOONMIN)
10.Yoongi + Taehyung (TAEGI)
11.Yoongi + Jungkook (KOOKGI)
12.Hoseok + Namjoon (NAMSEOK)
13.Hoseok + Jimin (MINSEOK)
14.Hoseok + Taehyung (VHOPE)
15.Hoseok + Jungkook (HOPEKOOK)
16.Namjoon + Jimin (MINIMONI)
17.Namjoon + Taehyung (TAEJOON)
18.Namjoon + Jungkook (NAMKOOK)
19.Jimin + Taehyung (VMIN)
20.Jimin + Jungkook (KOOKMIN)
21.Taehyung + Jungkook (TAEKOOK)
Episodios especiales:
22.Jimin + Taehyung + Jungkook
(VMINKOOK)
23.Rap Line
24.Extras de poli amor
25. MANADA BTS
Y el ciclo se repite indefinidamente ♡
Chapter 3: 1. SWEETER THAN SWEET - JINYOON
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El gran hotel Borahe estaba en su máximo esplendor. El edificio, de arquitectura moderna con toques elegantes, se encontraba en la zona más exclusiva de la ciudad. Aquel día, el vestíbulo rebosaba de movimiento mientras los empleados ultimaban los detalles para la gran celebración del aniversario del recinto.
En la cocina del hotel, el chef ejecutivo organizaba el equipo, asegurándose de que todo estuviera en orden para los dos grandes nombres que llegarían. El pastelero estrella y el repostero de renombre.
Y ninguno de los dos tenía idea de que trabajarían juntos.
—¿Sabes a qué hora llegan?— preguntó Hoseok, arreglándose la chaqueta antes de tomar a su hijo en brazos. El pequeño Namjoon, de casi un año, descansaba cómodamente contra su pecho.
—Jin hyung ya está en camino— respondió Taehyung, hojeando algunos documentos —Yoongi hyung debe llegar en cualquier momento.
—¿Y les dijiste que trabajarían juntos?
Taehyung sonrió con un dejo de travesura.
—Noup.
Hoseok lo miró con incredulidad.
—Tae, amor… van a matarse.
—No creo que sea para tanto. Jin es encantador, ¿qué podría salir mal?
—¿Y Yoongi?
—…Bueno, Yoongi es Yoongi.
Como si su nombre lo convocara, la puerta de la cocina se abrió con suavidad pero con determinación. Min Yoongi entró con paso firme, vestido con su uniforme de chef. Su expresión era neutral, seria como siempre, pero sus ojos escaneaban la cocina con precisión.
—Estoy aquí. ¿Dónde está mi estación?— preguntó con voz tranquila, pero segura.
—Oh, Yoongi, qué puntual— dijo Taehyung con una sonrisa —Me alegra tanto que aceptaras.
—La repostería es un arte y no rechazaría la oportunidad de crear algo especial para este evento— respondió Yoongi, con la misma calma con la que haría una reducción de azúcar.
Taehyung sonrió con un deje de satisfacción. Yoongi podía ser reservado, pero su amor por la repostería era innegable.
—Bueno, dime qué tengo que hacer— añadió el omega.
Antes de que Taehyung pudiera responder, la puerta volvió a abrirse con un golpe enérgico.
—Buenas tardes— se escuchó la voz clara y vibrante de Kim Seokjin.
El alfa entró con paso seguro, su uniforme de repostero impecable y una sonrisa deslumbrante. Saludó con una inclinación educada al personal y luego se dirigió a sus anfitriones.
—Hobi, Tae, gracias por considerarme para el aniversariode su hotel, estoy emocionado por esto.
Hoseok le devolvió la sonrisa, pero Taehyung solo miraba la escena con la anticipación de quien sabe que una bomba está por explotar.
Yoongi, que hasta ese momento mantenía una postura profesional, endureció la mirada apenas vio quién era la otra persona.
—No me jodas…— murmuró.
Seokjin también parpadeó al verlo.
—Oh. ¿Tú?
—No puede ser.
—¿Qué? ¿Por qué tienes cara de que acabo de arruinar tu día?
—Porque lo hiciste.
Seokjin resopló con diversión.
—Oh, vamos, no es para tanto.
—No quiero trabajar contigo.
—¿Crees que yo sí?
—Dijiste que la repostería era un arte. ¿No puedes hacerlo sin estar de mal humor?
Yoongi cerró los ojos por un momento, exhaló lentamente y luego miró a Taehyung con seriedad.
—Explícame.
Taehyung, que sabía que no podía escabullirse de esto, carraspeó.
—Ejem, bueno, verás… necesitaba a los mejores. Ambos son increíblemente talentosos, así que me pareció natural contratarlos a los dos, quiero ofrecer los mejores postres asi que pense en ustedes.
—Sin decirnos que trabajaríamos juntos— señaló Yoongi con una ceja en alto.
—Quería que fuera una sorpresa.
—Te odio— dijeron Yoongi y Seokjin al mismo tiempo.
Hoseok se mordió el labio para no reír.
—Vamos, chicos, es solo un evento. Son profesionales, seguro pueden aguantar un par de horas juntos.
Yoongi suspiró, presionando los puentes de su nariz. Habia odiado cada segundo el haber estudiado reposteria junto a el alfa vanidoso y prometio nunca trabajar otra vez cerca a él y su gran ego.
—No me hagas perder el tiempo. Si voy a hacerlo, quiero empezar de una vez.
—Ah, Min Yoongi, tan frío como siempre— dijo Seokjin con tono juguetón, antes de girarse hacia su estación —Bien, démonos prisa.
Ambos se pusieron manos a la obra solo tenian tres dias para tener todo en orden. La tensión entre ellos era palpable, pero también lo era su habilidad. En cuestión de minutos, la cocina se llenó del sonido de ingredientes siendo pesados, masas batiéndose y el aroma dulce del azúcar derritiéndose.
Taehyung y Hoseok los miraban desde la distancia.
—¿Sigues pensando que fue buena idea?— preguntó el alfa.
—Oh, sí— Taehyung sonrió —No hay nada mejor que la rivalidad para despertar la pasión.
Namjoon balbuceó en brazos de su padre y Taehyung le besó la cabeza con cariño.
Lo que esos dos no sabían era que estaban a punto de cocinar algo más que postres.
☆☆☆☆☆
El evento estaba a la vuelta de la esquina y la cocina del lujoso hotel del joven delta Taehyung, era un caos organizado. Chefs, asistentes y meseros iban y venían, preparando los últimos detalles para el gran evento.
Pero la verdadera tormenta no eran los preparativos… sino la tensión entre Yoongi y Seokjin.
—Muévete— Yoongi intentó pasar junto a Seokjin, pero el alfa estaba demasiado ocupado organizando bandejas de postres para notar que obstruía el paso.
—¿Hm? Oh, lo siento, dame un segundo.
—No tengo un segundo.
—Bueno, pues vas a tener que esperar uno— Seokjin ni siquiera lo miró mientras seguía acomodando algunas decoraciones.
Yoongi respiró hondo y contó hasta tres antes de empujarlo ligeramente con la cadera para hacerse espacio.
—Oye.
—Te pedí que te movieras.
—Y te pedí un segundo. No cuesta nada tener paciencia.
Yoongi entrecerró los ojos.
—¿Sabes qué? Olvídalo. Me sorprende que puedas cocinar si te mueves tan lento.
—Mejor lento y perfecto que rápido y mediocre.
Jimin, el asistente omega de Seokjin, que estaba midiendo cantidades en una balanza, dejó escapar un suspiro.
—¿Van a estar así todo el día?
—No sé, pregúntale al gruñón que no soporta trabajar con alguien más— replicó Seokjin, tomando una manga pastelera para comenzar a decorar.
Yoongi soltó una risa seca.
—No es que no soporte trabajar con otros, solo no soporto trabajar con alfas creídos.
Seokjin se giró hacia él, con una ceja arqueada.
—¿Ah, sí? ¿Y qué parte de mí te hace pensar que soy creído?
—Para empezar, el hecho de que pienses que eres el mejor pastelero solo porque sonríes mientras cocinas.
—No es mi culpa que seas un amargado.
—No es mi culpa que actúes como si esto fuera un show de variedades en lugar de un trabajo serio.
—Yo disfruto mi trabajo. No es mi problema si a ti te gusta vivir frustrado.
—No estoy frustrado, simplemente no pierdo el tiempo sonriendo como un idiota.
—Pues deberías intentarlo, capaz y te ayuda con esa mala actitud. Ademas no entiendo porque te afecta tanto.
Jimin, al ver que la discusión iba para largo, optó por intervenir.
—Ya, ya, los dos son buenos en lo que hacen, no hay necesidad de comparar métodos.
Seokjin le sonrió con dulzura.
—Gracias, Jiminie. Al menos alguien aquí tiene sentido común.
—Sí, sí, claro— dijo Yoongi con sarcasmo —Como si no te encantara tener público para tus dramatismos.
—¿Dramatismos?
—Sí. Mírate. Exageras cada movimiento como si estuvieras en un comercial de utensilios de cocina.
Seokjin abrió la boca, fingiendo indignación.
—Lo siento por no parecer un robot cuando trabajo. No sabía que ser expresivo estaba prohibido en la repostería.
Yoongi bufó y se cruzó de brazos.
—No está prohibido, pero es molesto cuando tienes que trabajar al lado de alguien que actúa como si estuviera en un concurso de sonrisas.
—Oh, perdón por intentar hacer del ambiente algo más agradable.
—No lo haces más agradable, lo haces más insoportable.
—¿Sabes qué?— Seokjin dejó la manga pastelera sobre la mesa —Acepté este trabajo porque pensé que podríamos colaborar profesionalmente. No sabía que tendría que lidiar con un omega cascarrabias que no soporta ver a alguien feliz.
—Y yo no sabía que tendría que aguantar a un alfa que cree que la cocina es un espectáculo.
Jimin cerró los ojos con frustración.
Aquella discusión era ridícula.
—Voy a pedirle a Taehyung que asigne otro ayudante.
Los dos se giraron hacia él.
—No.
—No hagas eso.
Jimin los miró con incredulidad.
—Ah, claro. Se odian, pero necesitan que alguien medie entre ustedes.
Seokjin se cruzó de brazos y levantó la barbilla.
—No necesito un mediador.
—Yo tampoco— dijo Yoongi.
Jimin los observó por un segundo antes de soltar una carcajada sin humor.
—No, claro que no. Solo han pasado tres horas y ya casi se matan, pero sí, seguro que pueden trabajar solos sin problemas.
Yoongi chasqueó la lengua y Seokjin suspiró.
—Mira, Jiminie, no es tan grave. Yoongi solo está de mal humor porque no ha dormido bien.
—No, solo estoy de mal humor porque tengo que compartir espacio contigo.
—Dilo sin que se escuche como si estuvieras enamorado de mí.
Yoongi casi se atraganta con su propia saliva.
—¿QUÉ?
Seokjin sonrió con autosuficiencia.
—Oh, vamos, omega. Si me odias tanto, ¿por qué me prestas tanta atención? Ignorame, es mas sencillo.
—Porque eres insoportable.
—Y sin embargo, no puedes dejar de hablarme.
—Porque tengo que trabajar contigo.
—¿Eso te dices a ti mismo?
—Oh, por favor, deja de hablar como si fueras irresistible.
Seokjin puso una mano en su pecho, fingiendo sorpresa.
—¿Así que piensas que soy irresistible?
—Voy a estrangularte.
Jimin puso una mano en cada uno de sus hombros y los empujó ligeramente.
—Los dos dejen de pelear y enfoquense en terminar el trabajo.
Yoongi resopló, alejándose. Seokjin rodó los ojos y volvió a su tarea.
Pero la tensión no desapareció.
De hecho, solo estaba creciendo.
Y ninguno de los dos sabía que estaba a punto de explotar.
☆☆☆☆☆
El evento del aniversario estaba a pocas horas de comenzar. En la cocina, el ambiente era un caos controlado al dar los toques finales y terminar algunas cosas de ultimo momento. Se podía escuchar el sonido de batidoras funcionando, hornos encendidos y cuchillos golpeando las tablas de cortar.
Entre todo ese frenesí, la única zona que parecía un campo de batalla era la estación donde trabajaban Seokjin y Yoongi.
—¿Puedes dejar de moverte como si fueras el dueño de la cocina?— espetó Yoongi sin apartar la vista de la manga pastelera con la que decoraba unos éclairs.
—Si dejaras de actuar como si estuvieras a punto de matarme con tu mirada, tal vez trabajaría mejor— replicó Seokjin, colocando con precisión unos macarons en una torre de postres.
—No necesito mirarte para que me estreses, ya lo haces con tu mera existencia.
—Vaya, qué halago.
—No lo era.
—Qué lástima, porque así lo tomé.
Yoongi apretó la mandíbula y Seokjin sonrió con aire burlón.
—Dioses, esto es insoportable— murmuró Jimin, quien estaba organizando ingredientes cerca de ellos —¿Cómo pueden pelear por todo?
Seokjin le guiñó un ojo.
—Es la química, Jiminie.
—Si llamas química a la constante amenaza de asesinato, entonces sí— bufó Yoongi.
Jimin negó con la cabeza.
—Les juro que si no fuera porque Taehyung es mi amigo, los dejaría solos para que se mataran entre ustedes.
Los dos ignoraron el comentario y siguieron con su trabajo.
Hasta que ocurrió el desastre.
—Hyung, cuidado— gritó Jimin, viendo cómo un tazón de crema batida resbalaba de la mesa.
Seokjin giró justo a tiempo para intentar atraparlo, pero en el proceso su brazo se movió demasiado rápido… y la crema terminó estrellándose directamente en la cara de Yoongi.
La cocina quedó en silencio.
Jimin se llevó las manos a la boca.
—Oh no…
Yoongi, con la cara completamente cubierta de crema, pestañeó lentamente.
Seokjin tragó saliva.
—Antes de que digas algo…
—Voy. A. Matarte.
—Espera, no fue mi inten...—
Antes de que pudiera terminar la frase, Yoongi tomó un puñado de harina de la mesa y se lo lanzó sin piedad. Seokjin no tuvo tiempo de esquivarlo, quedando cubierto de blanco en cuestión de segundos.
—YA BASTA— gritó Taehyung.
Ambos se quedaron quietos.
Hoseok acababa de entrar a la cocina, cargando a su hijo Namjoon en brazos.
Los miró con incredulidad.
—¿Pueden explicarme por qué parecen fantasmas de panadería?
Yoongi limpió su cara con el dorso de la manga, frunciendo el ceño.
—Porque este idiota no puede hacer su trabajo sin causar desastres.
—Fue un accidente.
—Claro, como todo en tu vida.
El ambiente se tensó de golpe.
Jimin abrió los ojos de par en par.
—Hyung…
Seokjin parpadeó.
—¿Qué acabas de decir?
Yoongi cruzó los brazos y lo miró con frialdad.
—Que todo lo que haces es basado en suerte y apariencia y gracias al dinero de tus papis. Finges ser perfecto, pero en realidad solo eres un alfa con una linda cara que no tiene nada más que ofrecer.
Jimin se llevó una mano a la boca. Hoseok miró a Yoongi con desaprobación.
Seokjin abrió la boca, pero no supo qué decir. Algo en su expresión cambió.
Su sonrisa, siempre resplandeciente, se apagó.
—…Ya veo.
Dejó la espátula sobre la mesa con un gesto controlado.
—Si piensas eso de mí, entonces no hay razón para seguir discutiendo. Terminemos con el trabajo.
Sin más palabras, se giró y siguió trabajando.
El ambiente se volvió denso.
Jimin se acercó a Yoongi y le dio un empujón en el brazo.
—¿Qué demonios fue eso?— susurro el omega con una mueca de fastidio.
Yoongi apretó los puños y se apartó.
Seokjin no dijo nada durante el resto de la jornada.
Incluso cuando terminaron los postres y todos en la cocina elogiaron su trabajo, su sonrisa no volvió a aparecer.
Yoongi debería haber sentido satisfacción por eso.
Pero solo sintió un nudo incómodo en el pecho.
☆☆☆☆☆
El evento en el hotel de Taehyung prometia ser un éxito.
Las mesas estaban llenas de postres hermosos y bocadillos deliciosos. Los invitados elogiaban la comida, y Taehyung, junto a Hoseok y su bebé Namjoon, lucían radiantes.
Pero dentro de la cocina, todo estaba en completo silencio.
Seokjin no hablaba.
Yoongi intentó ignorarlo. De verdad lo intentó.
Pero cada vez que su mirada se desviaba hacia el alfa, algo dentro de él se revolvía incómodamente.
No era el mismo Seokjin de siempre.
Ese alfa molesto, que hablaba demasiado, que hacía chistes malos, que tenía un talento irritante para ser perfecto en todo… ahora estaba callado. Su rostro no tenía expresión y sus movimientos eran meticulosos, pero sin la chispa de antes.
—Hyung, ¿puedes pasarme la manga pastelera?— preguntó Jimin.
Seokjin asintió y se la entregó sin decir una palabra.
Jimin suspiró.
Yoongi también.
Se sintió culpable. Él y su gran boca.
Pero no estaba listo para admitirlo.
Cuando el evento terminó, Seokjin se despidió con cortesía.
—Gracias por invitarnos, Tae. Me alegra que todo haya salido bien.
—Hyung…— Taehyung lo miró con preocupación —¿Seguro que estás bien?
—Lo estoy, Tae, gracias por preguntar—respondió el alfa con una sonrisa.
Era la sonrisa más falsa que Yoongi había visto en su vida.
Pero no dijo nada.
Solo observó cómo Seokjin se alejaba sin siquiera mirarlo.
Y por primera vez en su vida, sintió que había hecho algo realmente mal.
☆☆☆☆☆
Cuando Yoongi salió del hotel, se encontró con Hoseok en la entrada.
El alfa tenía a su hijo en brazos, un cachorro de casi un año llamado Namjoon, que recientemente la pareja habia adoptado debido a que lógicamente un delta y un alfa no podrian engendrar un hijo, el niño dormía plácidamente pegado a su cuerpo.
—Te ves tenso— comentó Hoseok acariciando la espalda del cachorro.
—No es nada.
—Mientes muy mal.
Yoongi chasqueó la lengua.
—No quiero hablar de eso.
—Está bien— Hoseok sonrió —A veces uno necesita tiempo.
Yoongi lo miró.
Hoseok era un alfa… pero no era un idiota y ademas era uno de sus mejores amigos y lo conocia bien.
Era uno de los pocos que entendía que no todo en la vida se resolvía a la fuerza.
—Nos vemos luego, hyung— dijo Hoseok, ajustando la manta de su hijo.
—Sí… nos vemos.
Yoongi observó cómo se alejaba.
El bebé Namjoon se removió y Hoseok le susurró palabras tranquilizadoras con voz suave.
De repente, recordó la forma en que Seokjin había cargado al pequeño más temprano, cuando Hoseok y Taehyung estaban ocupados.
—Eres un niño fuerte, ¿verdad?— había dicho Seokjin con una sonrisa, sosteniéndolo con cuidado.
El bebé Namjoon le había respondido con un balbuceo y Seokjin había reído, moviendo su mano con dulzura para que jugara con sus dedos.
—No tengas prisa por crecer, ¿de acuerdo?
Yoongi había mirado la escena desde la distancia, sintiendo algo que no supo describir en ese momento.
Ahora lo sabía.
Había herido a Seokjin.
Y lo peor era que lo extrañaba.
Cuando llegó a casa, encontró a su hermano Jungkook en el sofá, viendo la televisión con una bolsa de papas fritas.
—Hyung, ¿quieres?— le ofreció el menor agitando la bolsa.
—No.
Yoongi se dejó caer a su lado con un suspiro.
Jungkook lo miró de reojo.
—¿Qué te pasa?
Yoongi cerró los ojos.
—Dije algo que no debía.
Jungkook levantó una ceja.
—¿A quién?
—A Seokjin.
—Oh.
El menor apagó la televisión y se giró hacia él.
—¿Qué le dijiste?
Yoongi se frotó la cara con frustración.
—Le grité que era un inútil y que ningún omega lo soportaría más de una semana... y que tenia lo que tenia por el dinero de sus padres
Hubo un silencio.
—Hyung…
—Ya sé— gruñó Yoongi, antes de que su hermano pudiera decir algo.
Jungkook suspiró.
—¿Y que piensas hacer al respecto?
Yoongi se quedó en silencio.
—No lo sé.
No estaba listo para disculparse.
Pero tampoco podía ignorar lo que había hecho.
Porque el problema era que…
Él quería volver a ver sonreír a Seokjin.
☆☆☆☆☆
Los días pasaron.
Yoongi intentó concentrarse en su trabajo, pero no podía dejar de pensar en Seokjin.
Se suponía que no le importaba.
Seokjin era molesto, hablador, irritantemente perfecto en todo lo que hacía.
Pero también era amable, cálido, siempre dispuesto a ayudar. Era un maldito alfa perfecto.
Y él había destruido todo eso con un comentario cruel.
Lo peor era que lo veía todos los días.
Sus locales estaban cerca y cada vez que pasaba por la vitrina de la pastelería de Seokjin, lo veía atendiendo a los clientes con su sonrisa amable… pero ya no era la misma.
Era una sonrisa vacía.
Y eso lo mataba porque el habia sido el causante de aquello.
Yoongi entró a su propio local y se dejó caer en una silla con un suspiro.
—Hyung, luces terrible— comentó Yeonjun, uno de sus ayudentes, limpiándose las manos con un delantal.
—Gracias por el cumplido.
Yeonjun rodó los ojos.
—¿Ya fue a hablar con él?
Yoongi chasqueó la lengua.
—No es tan simple.
—Sí lo es. Solo tiene que ir y decir "lo siento".
—¿Por qué todo el mundo cree que es tan fácil?
—Porque lo es.
Yeonjun cruzó los brazos.
—Hyung, si sigues así, te va a salir una úlcera. Solo ve y discúlpate.
Yoongi suspiró.
Sabía que tenía razón.
Pero… ¿cómo se suponía que lo hiciera?
No era bueno con las palabras.
Si iba y decía "lo siento", ¿qué más pasaría?
¿Qué pasaría si Seokjin lo odiaba ahora?
¿Qué pasaría si ya no quería volver a hablarle?
…¿Por qué le dolía tanto pensar en eso?
☆☆☆☆☆
Finalmente, después de días de indecisión, Yoongi lo hizo.
No podía más.
Entró a la pastelería de Seokjin sin pensarlo demasiado.
Era la peor idea del mundo.
Pero ya estaba ahí.
El aroma a pan recién horneado lo envolvió, junto con una sensación de nerviosismo que no recordaba haber sentido nunca antes.
Seokjin estaba en el mostrador, hablando con una clienta.
Cuando sus ojos se encontraron, el alfa parpadeó con sorpresa… y luego su expresión se apagó.
—¿Necesitas algo?— preguntó con voz neutral.
A Yoongi le dolió.
Respiró hondo.
—Podemos hablar.
Seokjin dudó por un momento, pero luego asintió y se giró hacia Jimin, que estaba en la cocina.
—Voy a salir un momento. Encárgate del mostrador.
—Sí, hyung— respondió Jimin, lanzándole a Yoongi una mirada de "más te vale hacer esto bien".
Salieron al pequeño patio detrás de la pastelería.
Seokjin cruzó los brazos y lo miró, esperando.
Yoongi abrió la boca.
Nada salió.
¿Por qué era tan difícil?
Respiró hondo.
—Yo…
Seokjin alzó una ceja.
—…
—¿Te quedaste sin voz?
—No.
Yoongi se pasó una mano por el cabello.
Maldición. ¿Por qué era tan malo en esto?
—Yo solo…
Miró a Seokjin.
Miró la forma en que su mandíbula estaba tensa, la forma en que sus ojos se veían cansados.
Él había causado eso.
—Lo siento.
Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.
Seokjin parpadeó.
—¿Qué?
Yoongi respiró hondo.
—Lo siento— repitió, más firme —No debí decir esas cosas.
Seokjin lo miró con expresión indescifrable.
—Dijiste muchas cosas. ¿A cuál te refieres?
Yoongi hizo una mueca.
—A todas. Fui cruel, te trate muy mal y heri tus sentimientos. Yo... lo siento.
Silencio.
Seokjin lo observó por un largo momento.
—¿Por qué ahora?
Yoongi se removió, incómodo.
—Porque…
No podía decirle que lo había estado observando como un acosador.
No podía decirle que cada vez que lo veía sonreír sin brillo, sentía ganas de golpearse a sí mismo.
No podía decirle que lo extrañaba.
Que extrañaba su voz, sus comentarios molestos, su risa.
—Porque me importas.
Mierda.
Seokjin abrió los ojos con sorpresa.
Yoongi sintió que su alma abandonaba su cuerpo.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
—Dijiste que te importo.
—No, no dije eso.
—Sí lo dijiste.
—No lo dije.
—Sí lo hiciste.
Yoongi quería evaporarse.
¿Por qué era tan estúpido?
Seokjin lo miró fijamente.
—¿Te gusto?
—NO.
—Yoongi…
—Está bien, sí.
Yoongi se cubrió el rostro con las manos.
—Me gustas. Me gustas desde hace un montón y eres molesto y lindo y perfecto y odio lo mucho que me importas.
Silencio.
Yoongi sintió que su corazón latía tan fuerte que podía oírlo.
Seokjin no decía nada.
Oh, no.
Oh, no, no, no.
Acababa de arruinarlo todo.
Seokjin iba a reírse de él.
O peor, iba a rechazarlo con una de esas sonrisas amables que usaba con los clientes.
O peor aún…
Seokjin lo besó.
Un beso corto, delicado.
Rápido, suave, pero lo suficientemente real para que Yoongi se quedara en shock.
—Me gustas tú también, tonto— susurró Seokjin con una sonrisa pequeña, pero genuina.
Yoongi se quedó congelado.
—¿Qué…?
—Eres imposible e irritante y bastante enojon— Seokjin rió —Pero me gustas, desde hace años.
Yoongi no podía procesarlo.
—Oh.
Seokjin rió otra vez.
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
—…Oh.
—Min Yoongi, el mejor chef de la ciudad, reducido a "oh" —bromeó Seokjin.
Yoongi finalmente reaccionó y lo empujó suavemente.
—Cállate.
—No quiero.
Seokjin sonrió.
Era su sonrisa de siempre.
Llena de calidez.
Yoongi sintió su pecho aflojarse.
Había hecho algo bien, por fin.
—Idiota— murmuró.
—Lo sé.
Seokjin entrelazó sus dedos con los de él.
Yoongi no se quejó.
Tal vez… solo tal vez… pelear con Seokjin no era tan malo después de todo...
Chapter 4: 2. AIRPLANE - 2SEOK
Chapter Text
El aeropuerto estaba lleno de gente. Familias apresuradas corriendo con maletas, ejecutivos hablando por teléfono y turistas tomando fotos de cada rincón. Pero para Seokjin, solo había una persona que captaba su atención, su recién estrenado esposo, Hoseok.
—No puedo creer que esto esté pasando— dijo Seokjin con una gran sonrisa, abrazando el brazo de Hoseok mientras caminaban hacia el mostrador de primera clase.
—Créelo, porque en menos de un día estaremos en la playa, con piñas coladas y sin preocupaciones— respondió Hoseok, dándole un beso en la cabeza.
Seokjin suspiró con felicidad. Casado con el alfa de sus sueños y con unas vacaciones pagadas por sus padres como regalo de bodas. Nada podía salir mal.
—¿Cómo te sientes ahora que eres oficialmente el señor Jung?— preguntó Hoseok, mirándolo de reojo.
Seokjin sonrió con altivez.
—Divino, como siempre— respondió, moviendo la mano con elegancia —Pero me gusta más cuando tú me dices esposo.
—¿Sí?— Hoseok sonrió, apretando su mano con más fuerza —Pues prepárate, porque lo diré hasta que te hartes.
—Nunca me hartaré de escucharlo de ti.
Hoseok le dedicó una mirada llena de amor antes de llegar al mostrador de check-in. La azafata les sonrió educadamente mientras recibía sus pasaportes.
—Señor Jung y señor Kim… oh, disculpe, ¿Jung también?
Seokjin soltó una risita y asintió con orgullo.
—Recién casados— dijo, levantando la mano para mostrar su anillo.
—Oh, felicidades— respondió la azafata con entusiasmo —¿Luna de miel?
—Así es, en el Caribe— contestó Hoseok con una sonrisa.
—Qué romántico. Pues permítanme decirles que viajarán con todas las comodidades de primera clase. ¿Quieren seleccionar sus asientos juntos o prefieren ventanilla o pasillo?
—Juntos, obviamente— respondió Seokjin antes de que Hoseok pudiera hablar.
La azafata sonrió y les entregó sus boletos.
—Listo. Disfruten su viaje y muchas felicidades de nuevo.
—Gracias— respondieron ambos antes de seguir su camino.
Ya con los boletos en mano, Seokjin tomó a Hoseok del brazo y lo jaló hacia una cafetería cercana.
—Tenemos tiempo antes del embarque. Vamos por café.
—Jinnie, en primera clase nos darán lo que queramos.
—Sí, pero quiero un café ahora.
Hoseok rió y lo dejó hacer su capricho. Mientras esperaban en la fila, Seokjin no podía evitar sonreír.
—Estoy tan feliz, Hobi.
El alfa le pasó un brazo por la cintura de su omega y lo acercó.
—Yo también, mi amor.
Después de comprar sus cafés, se dirigieron a la sala VIP para esperar el embarque. Seokjin se acomodó en un sillón de lujo, suspirando con satisfacción.
—Ahora sí me siento una celebridad.
—Siempre has actuado como una— se burló Hoseok, sentándose a su lado.
—Pues claro, nací para la grandeza. Y tú, esposo mío, naciste para adorarme.
Hoseok rodó los ojos con una sonrisa.
—Lo hago con gusto.
Seokjin le guiñó un ojo y tomó un sorbo de su café.
El tiempo pasó rápido entre charlas y risas. Finalmente, una voz por el altavoz anunció el embarque de primera clase.
—Vamos, vamos— Seokjin se puso de pie con emoción, jalando a Hoseok.
—No tienes que apresurarte, amor, nuestros asientos están asegurados.
—Sí, pero quiero ser de los primeros en subirme al avión.
Hoseok no pudo hacer más que reír y dejarse arrastrar. Presentaron sus boletos y caminaron por el túnel de abordaje.
Cuando entraron al avión, Seokjin se quedó boquiabierto.
—Esto es increíble
Los asientos eran enormes, con pantallas personales, espacio de sobra para estirarse y una copa de bienvenida esperándolos.
—Bienvenidos, señores Jung— los saludó una azafata con una sonrisa —Disfruten su vuelo.
—Gracias— respondió Hoseok mientras ayudaba a Seokjin a acomodar su bolso.
Seokjin se dejó caer en su asiento con una expresión satisfecha.
—Hoseok, creo que nunca más podré volar en clase turista.
—Tendremos que volvernos millonarios, entonces.
Seokjin le dio una mirada evaluadora.
—Bueno, eres guapo, trabajador y alfa. Quizás puedas hacerte CEO de algo.
Hoseok rió y le revolvió el cabello.
—No me importa ser millonario mientras pueda consentirte.
Seokjin se sonrojó un poco, pero lo disimuló tomando su copa de champán.
El avión comenzó a moverse y Seokjin miró por la ventana, viendo cómo se alejaban del aeropuerto.
—Hobi, ¿tú crees que la gente lo haga en los baños del avión?
Hoseok casi escupió su bebida.
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Solo curiosidad— respondió Seokjin con inocencia.
Hoseok le lanzó una mirada sospechosa.
Seokjin solo sonrió.
El vuelo apenas comenzaba.
☆☆☆☆☆
El avión ya estaba a más de 30,000 pies de altura, flotando entre las nubes. Seokjin se acomodó en su asiento de primera clase con un suspiro de satisfacción, disfrutando del confort que lo rodeaba. Hoseok, a su lado, revisaba la pantalla frente a él, decidiendo si ver una película o tomar una siesta.
—Esto es vida— susurró Seokjin, estirando las piernas con elegancia.
—¿Ves? Te dije que sería el mejor viaje de tu vida— respondió Hoseok, tomando un sorbo de su champán.
Una azafata pasó junto a ellos, ofreciendo toallitas húmedas y un menú con opciones de comida. Seokjin lo tomó sin dudar.
—Hobi, hay caviar.
—¿Te gusta el caviar?
—No, pero quiero pedirlo para sentirme más rico.
Hoseok rió bajo y negó con la cabeza.
—Pide lo que quieras, esposo hermoso.
Seokjin le dedicó una sonrisa satisfecha y hojeó el menú, pero su atención no tardó en desviarse. La luz ambiental del avión era tenue, y la mayoría de los pasajeros de primera clase estaban sumidos en sus propias actividades: algunos viendo películas, otros durmiendo. Había suficiente privacidad para que Seokjin jugara un poquito.
Discreto, giró su cuerpo hacia Hoseok, apoyando la cabeza en su brazo con un suspiro meloso.
—Hobi…
—¿Mmm?— respondió el alfa sin levantar la mirada de la pantalla.
—Estoy aburrido.
—Podemos ver una película.
—No quiero ver una película.
Hoseok arqueó una ceja y por fin desvió la mirada hacia él. Seokjin tenía esa expresión traviesa en el rostro.
—Jin, hay gente alrededor— murmuró con advertencia, aunque su tono tenía un ligero deje divertido.
—No estoy haciendo nada malo— respondió Seokjin con fingida inocencia, deslizando los dedos sobre el brazo de Hoseok en una caricia ligera.
Hoseok sintió un escalofrío recorrer su espalda. Su omega sabía exactamente cómo provocarlo.
—Deja de mirarme así— susurró, bajando un poco la voz.
—¿Cómo?— preguntó Seokjin, pestañeando lentamente.
—Como si quisieras… hacer travesuras.
Seokjin rió en voz baja y desvió la mirada hacia su copa de champán, tomando un pequeño sorbo.
—Yo solo quiero aprovechar nuestra luna de miel— dijo el omega con calma.
Hoseok entrecerró los ojos, evaluándolo. Su omega podía ser un príncipe juguetón y vanidoso, pero también sabía ser peligroso cuando quería algo.
Seokjin se estiró lentamente, fingiendo acomodarse, y dejó caer su mano sobre el muslo de Hoseok.
—Jinnie…— murmuró Hoseok en advertencia.
—No estoy haciendo nada.
—No por ahora.
Seokjin le lanzó una mirada llena de picardía y Hoseok sintió cómo su autocontrol empezaba a desmoronarse.
El omega se inclinó un poco más cerca, hasta que su aliento tibio rozó la mandíbula del alfa.
—Voy al baño.
La frase era simple, casual. Pero la forma en la que Seokjin lo dijo, con ese tono suave y malicioso, hizo que Hoseok tragara en seco.
—Ajá— fue todo lo que pudo responder.
Seokjin se levantó con tranquilidad y caminó por el pasillo con paso relajado. Hoseok lo siguió con la mirada, observando cómo su esposo desaparecía tras la puerta del baño.
Y entonces notó que la puerta no se cerró del todo.
Un solo pensamiento cruzó la mente de Hoseok:
"Mi bendito omega…"
Respiró hondo, se pasó una mano por el cabello y miró alrededor. Nadie parecía estar prestando atención.
Llevándose la copa de champán a los labios, Hoseok se permitió una sonrisa antes de levantarse con calma.
Su esposo quería jugar.
Y él, por supuesto, no iba a negarle nada.
☆☆☆☆☆
Hoseok cerró la puerta con cuidado, asegurándose de que el seguro estuviera puesto.
El baño del avión era pequeño, pero suficiente. Seokjin estaba apoyado contra el lavamanos, con una sonrisa satisfecha en los labios y los brazos cruzados sobre el pecho.
—Tardaste— murmuró.
Hoseok lo observó con ojos oscuros, dejando que el silencio se extendiera entre ellos.
—¿Y si alguien nos ve salir juntos?— preguntó el alfa con voz baja, acercándose lentamente.
—Dudo que a la gente le importe lo que hagamos. Además— Seokjin inclinó la cabeza, sus labios apenas a un suspiro de los de Hoseok —sé que querías venir.
Hoseok sintió su respiración volverse pesada. Seokjin sabía jugar con fuego, pero esta vez lo había provocado demasiado.
—Eres un pequeño busca problemas— susurró.
Seokjin sonrió con altivez.
—Soy tu problema.
Hoseok no perdió más tiempo. Con un solo movimiento, atrapó la cintura del omega y lo hizo girar, acorralándolo contra la puerta del baño. Seokjin jadeó, sorprendido pero claramente complacido por la brusquedad.
—Eres un príncipe mimado, ¿lo sabías?— murmuró Hoseok contra su oído, deslizando una mano por su espalda.
—Por supuesto— susurró Seokjin, arqueando el cuerpo contra el de su alfa —Y también sé que te encanta.
Hoseok dejó escapar una risa grave y lenta.
—Mucho.
Sus labios descendieron hasta la piel expuesta del cuello de Seokjin, dejando pequeños besos, apenas un roce. Seokjin se estremeció, inclinando la cabeza para darle más espacio.
—No puedes marcarme— susurró, sintiendo la boca de Hoseok deslizarse peligrosamente cerca de su glándula.
—Lo sé. Pero eso no significa que no pueda hacerte temblar.
Seokjin apretó los labios para contener un gemido cuando sintió los dientes de Hoseok atraparlo con suavidad, apenas una amenaza.
El alfa sonrió contra su piel.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿Ya no eres tan valiente?
Seokjin cerró los ojos y se aferró a los hombros de Hoseok.
—Cállate.
—Haz que me calle.
Seokjin lo hizo.
Sus bocas se encontraron en un beso ardiente, desesperado. No había ternura, solo hambre. Seokjin dejó que Hoseok lo devorara, que tomara el control como siempre hacía cuando las cosas se volvían intensas entre ellos.
Las manos de Hoseok descendieron lentamente, acariciando su cintura con firmeza, explorando cada curva con paciencia. Seokjin se estremeció bajo su toque, las rodillas un poco débiles.
—Dios, Jin…— susurró Hoseok, separándose apenas para respirar —Eres un maldito pecado.
Seokjin sonrió contra sus labios.
—No hables más, alfa...
Hoseok soltó una carcajada grave antes de inclinarse de nuevo, robándole todo el aliento.
El avión continuaba su camino entre las nubes.
☆☆☆☆☆
Los labios de Hoseok se movieron con desesperación sobre la piel de Seokjin, dejando besos húmedos y mordidas suaves que desaparecían casi al instante. El omega, atrapado entre la puerta y el cuerpo cálido de su esposo, apenas podía respirar.
El espacio reducido del baño hacía que sus cuerpos estuvieran completamente pegados, sin dejar un solo centímetro de distancia entre ellos. La tensión en el aire era tan densa como la presión de la cabina.
—Hobi…— susurró Seokjin, sus uñas arañando suavemente la nuca del alfa.
—Shh…— murmuró Hoseok contra su cuello —Si haces ruido, nos descubrirán.
Seokjin cerró los ojos con fuerza. Lo peor era que Hoseok tenía razón.
El omega mordió su labio con fuerza cuando sintió las manos de su esposo deslizarse por su cintura, sosteniéndolo con firmeza, exigiendo sumisión sin necesidad de palabras.
—¿Ves lo que me haces?— susurró Hoseok en su oído, su voz profunda y ronca.
Seokjin sintió su corazón latir con fuerza, cada nervio de su cuerpo encendiéndose como fuego líquido.
—Eres tú quien no puede controlarse— susurró de vuelta, disfrutando del peso del alfa sobre él.
Hoseok rió bajo, deslizando una mano por su espalda con lentitud tortuosa.
—Me provocaste desde que subimos al avión. ¿Qué esperabas que hiciera?
Seokjin abrió los ojos y lo miró con desafío.
—Que te comportaras.
—Ya lo intenté. Pero cuando mi omega me mira así…— Hoseok llevó una mano a la mandíbula de Seokjin, obligándolo a mirarlo directo a los ojos —¿Cómo esperas que me controle?
El omega sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Hoseok…
—Dime que no lo quieres— susurró Hoseok, su aliento caliente sobre los labios de Seokjin —Dime que salga por esa puerta y me iré.
Seokjin no dijo nada.
No podía.
Porque lo quería. Él lo habia provocado.
Lo quería desesperadamente.
La turbulencia hizo que el avión se estremeciera levemente y Seokjin se aferró a los hombros de Hoseok con fuerza.
—Yo también te deseo…— susurró al fin, su voz apenas un aliento contra los labios del alfa.
Hoseok sonrió con satisfacción, dejando un beso lento y profundo en la comisura de su boca.
—Entonces, confía en mí.
Y Seokjin lo hizo.
Se entregó por completo, dejando que Hoseok dirigiera el momento el alfa le dio la vuelva y en puntitas bajo su pantalón y metio sus dedos delgados entre sus nalgas, ya estaba humedo asi que el alfa no tuvo que hacer mucho. Se introdujo en él y empezó a marcar el ritmo. Asi mientras se apoyaba en la pared del pequeño espacio trato de mantener en claridad su mente asegurandose de que no se escuchara nada más que su respiración entrecortada y los besos ahogados entre sus labios.
La adrenalina de estar en un lugar prohibido, de que cualquier ruido sospechoso podría delatarlos, hizo que todo fuera aún más intenso.
Seokjin tuvo que morderse el puño para no hacer ningún sonido. Hoseok lo devoró en silencio, su control absoluto sobre él.
El omega no supo cuánto tiempo pasó. Solo sabía que cuando todo terminó, tenía las piernas temblorosas y un temblor placentero recorriendo su cuerpo.
Hoseok le dio la vuelta y lo limpio con los pañitos humedos que les habian dado en primera clase, le arreglo la ropa y él tambien se limpio e hizo lo mismo, besó su frente, dejando su aroma pegado a su piel.
—¿Puedes caminar?— preguntó con una sonrisa divertida.
Seokjin le lanzó una mirada de reproche.
—Obvio.
Pero cuando dio un paso, sintió las rodillas débiles. Hoseok tuvo que atraparlo antes de que perdiera el equilibrio.
—¿Obvio, eh?— se burló el alfa.
—Cállate.
Hoseok rió y besó la mejilla de su esposo.
—Vamos, príncipe mío. Tenemos un asiento de primera clase esperándonos.
Seokjin respiró hondo, recuperando la compostura. Se giró para verse en el espejo, asegurándose de que su cabello y ropa estuvieran en orden.
Luego miró a Hoseok a través del reflejo.
—La próxima, en un hotel.
Hoseok sonrió con picardía.
—Sí, claro. Como si pudieras resistirte.
Seokjin entrecerró los ojos.
Y con la elegancia digna de un príncipe, salió del baño sin mirar atrás.
Chapter 5: 3. REVIVAL - NAMJIN
Chapter Text
El aroma del café recién hecho inundaba la cocina, mezclándose con el sonido de la lluvia golpeando suavemente las ventanas. Seokjin se sostenía del borde del fregadero mientras miraba su reflejo en el vidrio empañado. Su rostro aún conservaba rasgos de su juventud, pero las líneas alrededor de sus ojos y la comisura de sus labios eran cada vez más evidentes.
Suspiró.
No recordaba la última vez que se había tomado el tiempo de arreglarse. Su ex esposo solía decirle que su belleza se desvanecía con los años, que no importaba cuánto intentara cuidarse, jamás volvería a ser el omega que era cuando se casaron.
Pero él sí lo intentó.
Durante años trató de aferrarse a lo que quedaba de su matrimonio, incluso después de descubrir la infidelidad. Se dijo a sí mismo que podría perdonarlo, que todo mejoraría con el tiempo. Pero cuando lo engañó por segunda vez, después de que él había dado a luz a Taehyung y estaba más vulnerable que nunca, supo que no había nada más que pudiera hacer, el alfa que más habia amado en su vida lo defraudo y si le daba otra oportunidad lo haria de nuevo.
Ahora estaba aquí, solo con sus hijos, cumpliendo su papel de padre como si nada hubiera pasado.
Sacudió la cabeza y se obligó a enfocarse en lo que tenía que hacer.
—Jimin, despierta a tu hermano, por favor— pidió mientras servía un plato con arroz y huevo para Taehyung.
El pequeño omega ya estaba en su silla, balanceando sus piernas y jugando con su cuchara. Su cabello despeinado y su sonrisa inocente eran lo único que lograba calmar a Jin.
—Hobi hyung no está en su cuarto, papi— anunció Jimin, entrando en la cocina con un bostezo.
—Seguramente se fue temprano a la universidad— respondió Jin.
Jimin se encogió de hombros y se sentó a desayunar mientras Taehyung comenzaba a jugar con su comida.
El día transcurrió como siempre. Jin limpiando la casa, llevando a Jimin a la escuela y luego regresando con Taehyung en brazos, quien se quejaba por el frío. Era una rutina monótona, sin nada especial.
Pero esa noche, algo cambió.
Hoseok, su hijo mayor, llegó a casa acompañado de un joven que Jin no había visto antes.
—Papá, él es Namjoon, mi compañero de universidad— dijo Hoseok al entrar.
Jin se sorprendió un poco. Namjoon era alto, de hombros anchos y mirada intensa. Su cabello oscuro caía ligeramente sobre su frente y tenía una expresión calmada, aunque sus ojos brillaban con curiosidad al verlo.
—Es un placer conocerlo, señor Kim— saludó Namjoon con una leve inclinación.
Jin asintió, mostrando una sonrisa cortés.
—El placer es mío. Bienvenido.
Hoseok pasó junto a él y se dirigió a la sala con Namjoon detrás. Jin sintió la mirada del joven sobre él por unos segundos antes de que se alejara.
No le dio importancia.
Preparó algo de té para los muchachos mientras los escuchaba conversar en la mesa del comedor. Hoseok hablaba sobre un proyecto y Namjoon le respondía con una voz profunda y pausada.
Cuando Jin dejó las tazas frente a ellos, Namjoon le dedicó una mirada más larga de lo necesario.
Jin lo notó.
Pero no hizo nada al respecto.
Después de todo, él era solo un amigo de su hijo.
☆☆☆☆☆
La noche era fría, pero a Namjoon no le molestaba el clima. Caminaba de regreso a su departamento después de haber pasado un par de horas en la casa de Hoseok, repasando apuntes y organizando el proyecto que debían entregar pronto.
Sin embargo, su mente estaba en otro lado.
En alguien más.
El señor Seokjin.
No entendía por qué, pero desde el momento en que le abrió la puerta, hubo algo en él que lo atrapó. No era solo su belleza, aunque estaba claro que era un omega hermoso, sino la tristeza en sus ojos, la manera en que su sonrisa parecía ser más una cortesía que una expresión genuina de felicidad.
Namjoon era observador. Siempre lo había sido.
Y Seokjin parecía un hombre cansado.
Recordaba cómo sus manos temblaban apenas perceptiblemente cuando dejó las tazas de té frente a ellos. Cómo su voz era suave pero con un matiz apagado. Cómo nunca levantó la mirada por mucho tiempo.
Ese tipo de cosas no se le escapaban a Namjoon.
Lo más extraño era que quería saber más.
No debería. Es decir, Seokjin era el padre de su amigo, le sacaba casi treinta años de edad y, hasta donde él sabía, no tenía por qué interesarle. Pero en su cabeza, las preguntas se amontonaban.
¿Siempre había sido así de callado? ¿Siempre tuvo esa mirada nostálgica? ¿O algo (o alguien) lo hizo así?
Se frotó la nuca con frustración y sacó su teléfono para responder los mensajes de su padre.
Al día siguiente, cuando Namjoon llegó a la universidad, Hoseok ya lo estaba esperando en su asiento habitual de la cafetería.
—¿Por qué tienes cara de que no dormiste nada?— preguntó Hoseok con una risa.
—Estuve pensando demasiado— respondió Namjoon con sinceridad, dejando su mochila en la mesa.
Hoseok arqueó una ceja.
—¿Pensando en qué?
Namjoon tomó un sorbo de su café y se encogió de hombros.
—Nada importante.
No podía decirle la verdad.
Pero cuando Hoseok empezó a hablar sobre la clase que tendrían en unos minutos, Namjoon no lo escuchó del todo.
Seguía pensando en los ojos tristes de Seokjin.
Y en cómo quería hacer algo al respecto.
Ese fin de semana, Hoseok lo volvió a invitar a su casa para avanzar con el proyecto. Namjoon aceptó sin dudarlo. Al llegar, Seokjin estaba sentado en el sofá con Taehyung dormido sobre su pecho.
Se veía... tranquilo.
Namjoon no pudo evitar detenerse un momento para observar la escena. Era una imagen cálida, pero aún así había algo melancólico en la manera en que Seokjin acariciaba el cabello de su hijo menor, como si fuera lo único que le daba paz.
El omega alzó la mirada y lo atrapó viéndolo.
Namjoon se sintió descubierto y desvió la vista.
—Bienvenido de nuevo, Namjoon— saludó Seokjin con una sonrisa leve.
—Gracias— respondió, sintiendo su corazón latir más fuerte de lo normal y sin usar honorificos ganandose una mirada del omega.
Seokjin se veía diferente hoy. No tenía ese aire tan apagado. Tal vez era porque Taehyung estaba con él.
—Papá, iremos a mi cuarto— anunció Hoseok, sin notar la tensión en el aire.
—Está bien. Si necesitan algo, avísenme.
Namjoon lo siguió, pero mientras caminaba por el pasillo, no pudo evitar echar una última mirada a Seokjin.
Lo que no sabía era que el omega también lo estaba observando en silencio.
☆☆☆☆☆
El proyecto con Hoseok avanzaba sin problemas, pero Namjoon encontraba cada vez más razones para visitar su casa. Siempre era por una excusa: que necesitaban revisar una parte del trabajo, que tenían que coordinar algo para la presentación, que quería repasar unos apuntes.
La realidad era otra.
Namjoon quería ver a Seokjin.
Cada vez que llegaba, su mirada lo buscaba de inmediato. A veces lo encontraba en la cocina, preparando la cena para sus hijos. Otras, en el sofá con Taehyung en brazos. Incluso en los días que parecía distraído o agotado, Seokjin siempre lo recibía con una sonrisa.
Y Namjoon empezó a notar cosas.
Seokjin siempre se aseguraba de que estuvieran cómodos. Preguntaba si habían comido, si querían algo de tomar. Su tono era gentil, pero nunca parecía esperar que alguien se preocupara por él de la misma manera.
Eso le molestaba más de lo que debería. El omega no deberia servirles. Asi que uno de esos dias se animo a hablarle.
—¿Seokjin?
El omega, que estaba guardando unos platos en la alacena, se giró sorprendido. No esperaba que Namjoon se dirigiera a él directamente.
—¿Sí?
Namjoon dudó por un momento, pero al final se rascó la nuca, incómodo.
—¿Cuándo fue la última vez que tomaste un descanso?
Seokjin parpadeó, confuso.
—¿Perdón?
—Digo... siempre te veo haciendo cosas por los demás, pero ¿y tú? ¿Te tomas tiempo para ti?
El omega rio con suavidad, aunque no había diversión en su risa.
—Soy padre. No tengo mucho tiempo para pensar en eso. Y deberias usar los honorificos, soy el padre de tu amigo— dijo volviendo a lo suyo.
—Pero deberías.
Namjoon no se dio cuenta de que su expresión se había vuelto más seria.
—Si no cuidas de ti mismo, ¿cómo esperas cuidar a los demás?
Seokjin abrió la boca, pero no supo qué responder.
Namjoon estaba siendo demasiado directo. Nadie le preguntaba esas cosas. Nadie le hacía ver lo obvio que era su descuido propio.
La mirada del alfa era intensa.
Seokjin sintió algo extraño en el pecho y desvió la vista.
—Eres un buen chico, Namjoon—susurró dando enfasis y señalando el hecho de que el alfa tenia la misma edad que su hijo mayor.
El alfa sintió una punzada en el pecho. No quería que Seokjin lo viera como un simple chico.
Pero aún no era el momento de decirlo.
Por ahora, solo sonrió y se encogió de hombros.
—Solo digo lo que veo.
Sin saberlo, había plantado la semilla de algo en la mente de Seokjin.
Y sin darse cuenta, el omega empezaba a verlo de una manera diferente.
☆☆☆☆☆
Seokjin no entendía qué le pasaba.
Era un hombre maduro, un padre de familia. Había pasado por el dolor de una traición, por el desgaste de un matrimonio infeliz y un tedioso divorcio. Sabía que el amor no era como en las novelas románticas. Sabía que no podía permitirse el lujo de soñar con algo que no podía tener.
Y, sin embargo, Namjoon estaba ahí.
Presente en su vida de una manera que lo desconcertaba.
Seokjin empezó a notar cosas.
Cómo el alfa encontraba cualquier excusa para quedarse más tiempo en su casa. Cómo siempre le preguntaba si había comido, si había dormido bien. Cómo le sonreía con esa expresión cálida, como si de verdad lo viera.
Era un chico dulce pero no solo eso. Era un alfa, sí. Pero no uno que lo hiciera sentirse inferior o débil. No uno que lo hiciera sentir que su edad, su pasado o sus cicatrices lo hacían menos deseable. Namjoon lo miraba con admiración. Y ese tipo de mirada era peligrosa porque empezaba a gustarle demasiado.
Seokjin estaba en la cocina, sirviendo una taza de té. Taehyung ya dormía, y Hoseok habia subido a su habitación a buscar algo.. Solo quedaban él y Namjoon, que estaba en la mesa del comedor, revisando unas hojas.
—¿Sigues aquí?— preguntó el omega con una leve sonrisa.
Namjoon alzó la vista y se encogió de hombros.
—No tenía prisa por irme.
Seokjin negó con la cabeza, pero su sonrisa no desapareció. Tomó otra taza y la llenó de té.
—¿Quieres?
El alfa asintió y lo observó acercarse. Era la primera vez que Seokjin se ofrecía a servirle algo sin que él se lo pidiera.
Se sentó frente a él y sopló su bebida, evitando su mirada.
Namjoon apoyó los codos en la mesa y lo miró con atención.
—Te ves más... relajado.
Seokjin lo miró, sorprendido.
—¿Ah?
—Desde que te conocí. No sé, siento que luces menos... cansado.
El omega parpadeó.
No podía negar que en los últimos días había empezado a sentirse un poco diferente. Un poco más ligero.
No quería admitirlo, pero era porque Namjoon estaba ahí.
Porque de alguna forma, le recordaba lo que era sentirse visto.
—Es tu imaginación—dijo con un suspiro —Y ya te dije que debes usar honorificos, podria ser tu padre.
Namjoon sonrió y apoyó la barbilla en una mano.
—No lo creo.
Seokjin sintió su corazón latir más rápido.
No debería sentirse así.
No debería pensar en cómo Namjoon tenía una voz profunda y calmada.
No debería notar lo atractivo que se veía cuando sonreía.
Pero lo estaba notando.
Y eso lo aterraba.
Y asi los dias se convirtieron en meses, aquel era un proyecto que entregarian al final del semestre asi que Namjoon iba a estar mucho tiempo en su casa.
Seokjin comenzó a fijarse más en Namjoon.
En cómo lo miraba cuando creía que él no se daba cuenta. En cómo buscaba cualquier excusa para hablar con él. En cómo su corazón empezaba a acelerarse cuando estaba cerca.
Era un sentimiento peligroso.
Era un sentimiento que no podía permitirse.
Pero cuando una noche, después de que Hoseok se fuera a dejar a Taehyung en su cuna, Namjoon se despidió de él con una sonrisa suave y un "descansa bien, Seokjin-ssi", sintió que algo dentro de él se rompía.
Era solo un simple gesto pero lo hizo sentir querido.
Y después de tanto tiempo, Seokjin se dio cuenta de que había olvidado cómo se sentía eso.
Y que, tal vez, estaba empezando a querer más.
☆☆☆☆☆
Seokjin luchó. Luchó contra lo que sentía. Contra las emociones que crecían dentro de él cada vez que Namjoon estaba cerca. Contra la calidez con la que lo miraba, como si fuera la persona más especial del mundo.
Se recordó a sí mismo su edad, su pasado, sus heridas pero nada de eso importó cuando, una noche, Namjoon lo besó.
Y él correspondió.
Namjoon no pudo más. Había intentado ser paciente, había intentado respetar los límites que Seokjin no había puesto en palabras, pero que eran evidentes en la forma en que siempre encontraba una excusa para alejarse cuando estaban solos.
Pero esa noche, algo fue diferente.
Estaban en la cocina, como muchas otras veces. Taehyung dormía en su cuna, Hoseok estaba ayudando a Jimin con algo. Solo ellos dos, bajo la luz cálida de la lámpara sobre el fregadero.
—¿Por qué me evitas?— preguntó Namjoon, con la voz más suave de lo que esperaba.
Seokjin se tensó.
—No sé de qué hablas.
Namjoon suspiró y dio un paso adelante.
—Claro que lo sabes.
El omega apretó los labios, negando con la cabeza.
Namjoon lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza.
—Dime que no sientes nada y hare como si nada hubiese pasado— susurró.
Seokjin tragó en seco.
Podía mentir.
Podía decirle que no significaba nada.
Pero cuando Namjoon se acercó un poco más, cuando su calor lo envolvió y su aroma lo hizo sentir seguro por primera vez en mucho tiempo, Seokjin supo que estaba perdido.
Porque no quería mentir.
Porque Namjoon lo hacía sentir vivo.
Porque quería esto y lo merecia despues de tanto dolor.
Entonces, en lugar de responder, Seokjin dejó que Namjoon lo besara.
Y cuando sintió los labios del alfa sobre los suyos, temblorosos al principio pero luego firmes, seguros, hambrientos... supo que ya no había vuelta atrás.
☆☆☆☆☆
Seokjin nunca imaginó que algo así pasaría.
Era un hombre de cuarenta y ocho años, un omega con cicatrices de un amor que lo traicionó, un padre que había dedicado los últimos años de su vida a sus hijos, dejando de lado su propia felicidad.
Y, sin embargo, ahí estaba.
En su habitación.
Con Namjoon.
Con un alfa venticinco años menor que él, que lo miraba como si fuera la única persona en el mundo.
Y él... él no tenía fuerzas para resistirse más.
La noche era tranquila, el sonido del reloj en la pared marcaba el paso de los segundos, pero para Seokjin el tiempo se sentía suspendido.
—No tienes que hacer esto— susurró, con la voz entrecortada, con el corazón latiendo con fuerza contra su pecho.
Namjoon negó con la cabeza, sin apartar la mirada de él.
—Quiero hacerlo.
Seokjin tragó en seco.
El alfa estaba tan cerca que podía sentir su respiración rozándole los labios. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de deseo y ternura, de adoración y anhelo.
—No deberías...— intentó decir, pero sus palabras murieron cuando Namjoon acarició su mejilla con la yema de los dedos.
—Tampoco debería haberte amado, pero lo hago— murmuró el alfa, con una sonrisa pequeña pero sincera —Y si me dejas... quiero demostrarlo.
Fue Seokjin quien cerró la distancia.
Fue él quien buscó los labios de Namjoon, quien entreabrió la boca con desesperación cuando sintió el calor del alfa devorándolo con lentitud.
Y Namjoon, paciente y delicado, respondió con ternura, con hambre contenida, con el deseo de quien ha esperado demasiado por algo que parecía imposible.
El beso se profundizó.
Las manos de Namjoon acariciaron su cintura, explorándolo con respeto, con una devoción que lo hizo estremecer.
Y Seokjin sintió algo romperse dentro de él. Porque hacía años que no se sentía deseado. Hacía años que nadie lo tocaba con tanto cuidado, con tanto amor.
El omega fue el primero en dar un paso hacia atrás, guiándolo hasta la cama sin romper el contacto visual.
Namjoon lo siguió, con los ojos brillando de emoción contenida, como si no pudiera creer que esto estaba pasando.
Las prendas cayeron al suelo con lentitud, sin prisa, como si ambos quisieran memorizar cada instante.
Namjoon recorrió su cuerpo con la mirada y Seokjin sintió el impulso de cubrirse, de alejarse, de esconderse.
Pero entonces el alfa se inclinó, dejando un beso sobre su clavícula, sobre las marcas que los años habían dejado en su piel, adorando cada una de ellas como si fueran tesoros.
—Eres tan hermoso— susurró Namjoon contra su piel.
Seokjin cerró los ojos, reprimiendo un sollozo. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien le decía eso. Y por primera vez... lo creyó.
Namjoon fue lento y delicado.
No tenía prisa, no exigía nada.
Cada beso era un susurro de amor, cada caricia era una promesa silenciosa de que no iba a irse.
Seokjin se permitió sentirse deseado.
Se permitió entregarse, permitiendo que Namjoon lo guiara, lo adorara, lo hiciera sentir vivo otra vez.
Y cuando finalmente se unieron, cuando sus cuerpos encajaron como si estuvieran hechos para encontrarse, Seokjin supo que no había cometido un error.
Supo que estaba donde quería estar.
Supo que este era un nuevo comienzo porque Namjoon no solo le estaba dando placer. Le estaba devolviendo la vida.
Seokjin despertó en la madrugada, con el cuerpo cálido y los brazos de Namjoon rodeándolo con delicadeza.
El alfa dormía, con el rostro relajado, con los labios entreabiertos y una expresión pacífica.
Seokjin alzó una mano y acarició su mejilla con la punta de los dedos, conmovido por la ternura con la que lo abrazaba incluso en sueños.
Pero entonces la realidad lo golpeó.
Esto no podía durar para siempre.
Porque tarde o temprano, alguien los descubriría.
Porque Hoseok, su hijo, nunca lo aceptaría.
Y entonces, por primera vez desde que Namjoon apareció en su vida, Seokjin tuvo miedo.
Miedo de perder esto.
Miedo de perderlo a él.
Pero en ese momento, con Namjoon a su lado, con su calor envolviéndolo, decidió no pensar en el futuro.
Porque, por ahora... quería ser feliz.
☆☆☆☆☆
El caos llegó en el peor momento.
Seokjin y Namjoon habían aprendido a ser cuidadosos, a encontrarse cuando la casa estaba vacía, a asegurarse de que nadie sospechara lo que ocurría entre ellos.
Pero nada es eterno.
Y el secreto se rompió como un espejo hecho trizas en el momento menos esperado.
Era una tarde tranquila.
Jimin estaba en la escuela, Taehyung dormía en su cuna y Hoseok había salido temprano a la universidad. O al menos, eso creían.
Seokjin y Namjoon estaban en la sala, demasiado absortos en su propio mundo como para notar la presencia de alguien más en la casa.
Namjoon reía, con los ojos brillantes de amor mientras limpiaba la comisura de los labios de Seokjin con el pulgar después de que un poco de crema pastelera quedara ahí.
—Eres tan lindo cuando te ensucias comiendo— se burló el alfa.
—Cállate— protestó Seokjin, dándole un manotazo suave en el pecho.
Namjoon atrapó su muñeca y la besó con ternura, sin dejar de mirarlo con esa devoción que hacía que el omega se sintiera más joven, más vivo.
Y en ese instante...
—¿Qué carajo es esto?
La voz de Hoseok los congeló.
El aire en la habitación se volvió pesado.
Seokjin sintió cómo la sangre abandonaba su rostro cuando se giró y vio a su hijo de pie en la entrada de la cocina, con la mirada desencajada.
Namjoon soltó su muñeca al instante, pero ya era demasiado tarde.
Hoseok lo había visto todo.
Y su expresión de asombro dio paso a algo mucho peor, furia.
—Dime que esto es una broma— Hoseok escupió las palabras con veneno, con la voz temblorosa de pura incredulidad —Dime que esto no es lo que parece.
Seokjin abrió la boca, pero no encontró palabras.
—Hoseok...
—Namjoon, por Dios— El alfa desvió su furia hacia su amigo, con los puños apretados —¿Con mi padre? ¿Con mi padre?
Namjoon intentó acercarse, pero Hoseok retrocedió de inmediato, como si tocarlo lo fuera a contaminar.
—Lo amo— declaró Namjoon, con la voz firme, pero los ojos rogándole a Hoseok que entendiera —No es un juego, no es un capricho. Amo a tu padre, Hoseok.
Pero eso solo avivó la rabia en el alfa.
—Es mi padre— gritó, con la voz quebrándose —Tiene cuarenta y ocho años, Namjoon. Podría ser tu padre. Esto está mal.
Seokjin sintió una punzada en el pecho porque él también lo había pensado, muchas veces. Porque sabía que, para Hoseok, aquello debía ser una puñalada. Y ver a su hijo con el rostro descompuesto, con los ojos ardiendo de decepción, le hizo sentir que tal vez... tal vez lo que estaba haciendo estaba mal.
—Esto no puede seguir— soltó de pronto.
Namjoon lo miró como si acabara de recibir un balde de agua helada.
—Jin...
—Tiene razón— susurró, sin atreverse a mirarlo —Esto no está bien.
Namjoon negó con la cabeza, con la desesperación comenzando a instalarse en su pecho.
—No, no hagas esto...
Pero Seokjin ya había tomado la decisión porque su hijo estaba sufriendo. Porque él ya había causado suficiente daño. Porque nunca quiso ser una vergüenza para su propia familia por su comportamiento.
—Se acabó, Namjoon.
El silencio que siguió fue sofocante pero lo peor no fue ver la expresión de devastación en el rostro del alfa.
Lo peor fue el sonido de la puerta cerrándose con un golpe cuando Hoseok se marchó de la casa sin mirar atrás y Seokjin supo que lo había perdido todo.
Los días que siguieron fueron insoportables. Hoseok se negaba a hablar con él. Había regresado solo por Jimin y Taehyung, pero evitaba a su padre como si fuera un extraño y Namjoon no volvió.
Y Seokjin... Seokjin volvió a caer.
Volvió a las noches de insomnio, a la tristeza que lo consumía lentamente, a sentirse viejo y desechable.
Había sido feliz por un instante y lo había arruinado. Porque eso era lo que él hacía. Arruinar todo lo bueno que tocaba pero lo que no sabía era que su historia con Namjoon aún no había terminado.
Porque el destino tenía otros planes para ellos.
Y la prueba de ello vendría en camino antes de lo que imaginaba.
☆☆☆☆☆
El mundo de Seokjin se derrumbó. Perder a Hoseok fue un golpe devastador. Perder a Namjoon fue un castigo. Y perderse a sí mismo otra vez... fue lo peor de todo.
Los días se volvieron grises.
No tenía hambre, no tenía energía, apenas lograba fingir una sonrisa para Jimin y Taehyung, pero incluso su hijo de trece años comenzó a notarlo.
—Papi... te ves enfermo— dijo Jimin una noche, con el ceño fruncido —¿Por qué no comes?
Seokjin intentó sonreír.
—Solo estoy cansado, cariño.
Pero Jimin no pareció convencido.
Y con razón.
Porque la verdad era que Seokjin se sentía más cansado de lo normal, su cuerpo estaba extraño. Había pasado por esto antes pero se negaba a pensarlo.
Hasta que una mañana, las náuseas lo despertaron con una brutalidad inesperada. Fue al baño de prisa, con la garganta ardiendo, con la piel fría, y apenas tuvo tiempo de sostenerse del lavabo cuando la realidad lo golpeó.
No.
No, no, no...
Se quedó mirando su reflejo en el espejo, pálido, con los labios temblando.
No podía ser.
No podía ser.
Pero lo era.
Y lo supo con certeza días después, cuando la prueba en sus manos mostró ese par de líneas inconfundibles.
Estaba embarazado
Seokjin pasó horas en el sofá, con la prueba aún en sus manos. Pensó en muchas cosas. En Hoseok y cómo reaccionaría si se enteraba, su cachorro lo odiaria aun más y se sentiria aun mas decepcionado.
En su exesposo y lo rápido que lo había reemplazado pero tambien en que lo habia contactado para decirle lo mal omega que era al hacer pasar a sus hijos por esa vergüenza.
En su edad, en cómo el mundo vería a un omega de cuarenta y ocho años teniendo otro bebé.
En Namjoon.
Namjoon.
Ese muchacho que lo amaba sin reservas. Que le devolvió la vida cuando él ya se sentía muerto. Que lo miraba como si fuera lo más hermoso del mundo.
No podía negarle esto.
No podía ocultárselo.
Namjoon merecía saberlo y Seokjin necesitaba dejar de huir. Era hora de enfrentarlo todo. Asi que iria a buscarlo. Ya habia estado antes en el departamento del menor, un lugar no tan lejano a la universidad asi que fue hacia él.
Namjoon abrió la puerta con el corazón acelerado. No había esperado verlo. No después de todo pero ahí estaba.
Más delgado, con los ojos cansados, pero aún tan hermoso como siempre.
—Jin...
Seokjin tragó con dificultad.
—Necesito hablar contigo.
Namjoon asintió y lo dejó entrar.
El silencio entre ellos era pesado pero Seokjin no podía seguir postergándo así que tomó aire, cerró los ojos por un segundo y lo soltó.
—Estoy embarazado.
Namjoon se congeló.
Su expresión pasó de incredulidad a asombro, y luego...
Luego sus ojos brillaron con algo más. Esperanza. Alegría. Amor.
—¿Un cachorro?
Seokjin lo fulminó con la mirada y entonces Namjoon sonrió. Una sonrisa real, llena de emoción, llena de amor y antes de que Seokjin pudiera reaccionar, lo abrazó con fuerza, como si tuviera miedo de que desapareciera.
—Te amo— susurró Namjoon, con la voz temblorosa —Amo al bebé. Amo todo esto.
Seokjin sintió las lágrimas arder en sus ojos pero no era tan fácil porque todavía quedaba un obstáculo.
☆☆☆☆☆
Hoseok no pudo soportarlo.
Cuando se enteró, cuando escuchó a su padre confirmarlo con su propia voz, la rabia y la confusión lo consumieron. No pudo procesarlo. No pudo aceptarlo.
Así que tomó una decisión.
—No puedo quedarme aquí.
Seokjin sintió su corazón encogerse.
—Hobi...
Pero su hijo negó con la cabeza.
—No puedo ver esto, papá. No puedo verlos juntos, no puedo aceptar que esto es real. Tiene mi edad, maldita sea.
Seokjin tragó el nudo en su garganta.
Sabía que esto podía pasar.
Sabía que perdería a Hoseok.
—Te amo, cariño—susurró, con la voz rota.
Hoseok miró hacia otro lado.
—Yo también te amo, papá, pero esto es demasiado.
Y sin decir más, tomó sus cosas y se fue.
Seokjin sintió que su mundo se rompía otra vez pero Namjoon estaba ahí, tomó su mano y le prometió que todo estaría bien. Le dijo que lo amaba y que lo cuidaría. Tenia a Jimin y Taehyung quienes ya habian aceptado a Namjoon y el hecho de que tendria un hermanito.
Y por primera vez en mucho tiempo, Seokjin se permitió creer en ello.
☆☆☆☆☆
El llanto del bebé llenó la habitación.
Seokjin sintió que su corazón estallaba de amor cuando el pequeño cuerpo caliente fue colocado sobre su pecho.
Jungkook.
Su bebé.
Namjoon estaba a su lado, con lágrimas en los ojos, besando su frente, murmurando cuánto los amaba.
Seokjin sonrió.
Había perdido mucho pero también había ganado.
Y mientras sostenía a su hijo en brazos, supo que este era un nuevo comienzo.
Un renacer.
Chapter 6: 4. PLEASER - JINMIN
Chapter Text
Jimin
El reflejo en el espejo le devuelve la imagen de un omega perfectamente arreglado. Su piel luce impecable, su cabello ha sido peinado con meticuloso detalle y su atuendo es digno de la boda de un príncipe. Pero Jimin no se siente un príncipe. Se siente como un prisionero que está a punto de ser encadenado para siempre. Las manos de las empleadas se mueven con delicadeza sobre su rostro, retocando el maquillaje que ya no oculta las ojeras profundas ni el vacío en su mirada. Han trabajado para su familia desde que él era un cachorro, pero ni siquiera su tacto familiar y cuidadoso logra reconfortarlo.
—Estás hermoso, joven Jimin— susurra una de ellas con una sonrisa temblorosa.
Jimin no responde. No puede. Ha gastado todas sus palabras en súplicas que nadie escuchó. Ha gastado todas sus lágrimas en noches de insomnio. Ya no queda nada dentro de él más que resignación. Desde la puerta, la voz grave de su padre alfa lo hace levantar la vista.
—Te ves como un ángel.
Jimin sabe que su padre no está de acuerdo con este matrimonio. Pero su madre... su madre sí. Ella es quien ha movido los hilos para asegurarse de que todo se cumpla, quien ha firmado los documentos que lo atan a un destino que jamás pidió. Porque para ella, lo más importante no es su felicidad, sino mantener su estatus y para ello necesita dinero.
—No tienes que hacer esto— susurra su padre, dando un paso dentro de la habitación.
Su mandíbula está tensa, y Jimin puede ver el conflicto en sus ojos. Él quiere aferrarse a esas palabras. Quiere creer que todavía hay una salida. Pero es demasiado tarde.
—Los acuerdos son acuerdos— murmura, con la voz más quebrada de lo que le gustaría.
Su padre cierra los ojos por un momento y respira hondo. Cuando los abre, están húmedos.
—Hijo, lo siento tanto...
Jimin siente un nudo en la garganta.
Quiere gritarle que lo ayude, que lo salve, que lo saque de este infierno. Pero en lugar de eso, él es quien termina consolándolo.
Con ironía, se da cuenta de lo absurdo que es.
Su padre es el adulto, el alfa, el que debería protegerlo... y sin embargo, aquí está él, abrazándolo, dándole palmaditas en la espalda mientras el mayor deja caer unas lágrimas silenciosas.
—Está bien, papá— miente —Todo estará bien.
Su madre aparece en la puerta con su mejor vestido y sus joyas resplandecientes, la imagen de la perfección y la frialdad.
—Es hora— anuncia sin emoción.
Jimin suelta a su padre y se gira hacia el espejo una última vez. No reconoce al omega que le devuelve la mirada.
La iglesia está repleta.
Invitados importantes, cámaras de televisión, periodistas que han venido a presenciar la unión de los Jeon y los Park. Todo el mundo observa mientras su padre lo guía por el pasillo hasta el altar, donde lo espera su futuro esposo.
Jeon Jungkook luce impecable en su traje, pero su rostro está tan serio que Jimin no puede evitar pensar que tampoco quiere estar aquí. Pero no importa. Un Jeon siempre obtiene lo que quiere, sin importar a quién pise en el proceso.
La ceremonia comienza. Las palabras del sacerdote suenan lejanas, como si estuviera bajo el agua.
—...si hay alguien que se oponga a esta unión, que hable ahora o calle para siempre...
Y entonces, un grito irrumpe en la iglesia.
—Jungkook, no puedes hacer esto.
Jimin siente su mano liberarse del agarre de su prometido.
Jungkook lo suelta. Se gira. Y de entre la multitud, un joven alto y de rostro angustiado se acerca corriendo.
Jimin no entiende lo que está pasando hasta que nota el abultado vientre del omega.
Un embarazo.
El aire abandona sus pulmones. Los murmullos se vuelven gritos. La gente se levanta de sus asientos. Los periodistas capturan cada segundo con sus cámaras. Jungkook se aleja aun mas de Jimin, corriendo hacia el otro omega, sosteniéndolo con ambas manos como si fuera la única persona en el mundo.
—Lo siento... —murmura antes de salir corriendo con él fuera de la iglesia.
Jimin se queda ahí, congelado.
Abandonado.
Humillado.
Destrozado.
Y, lo peor de todo, con cientos de ojos clavados en él, esperando ver cómo se rompe.
☆☆☆☆☆
Jin
El corazón de Seokjin late con fuerza dentro de su pecho. Siente los latidos en sus oídos, como un tamborileo incesante que lo llena de emoción.
Hoy es el día que ha esperado durante tanto tiempo.
Por fin unirá su vida a la de su amado Hoseok. Han estado juntos por años, tantos que ya se sienten como esposos sin estar realmente unidos ante las leyes de su pais. Solo falta este trámite para que lo sean ante las leyes y ante la Diosa Luna. Se enlazaron hace meses, sellando su compromiso de una forma más profunda, y desde entonces ha soñado con este día. Sabe que su padre alfa no está del todo feliz. No porque Hoseok lo trate mal, sino porque cree que su precioso omega merece algo más. Alguien con más estatus, con más dinero, con más poder, mas inteligente, mejor.
No un simple bailarín.
Pero su otro padre, su padre omega, siempre lo ha apoyado. Lo ha visto reír con Hoseok, ha visto cómo lo mira con amor genuino, y eso es suficiente para él.
Su hermano menor, Taehyung, también lo ha apoyado, y aunque es el padrino de la boda, en este momento ha desaparecido.
—¿Dónde demonios se ha metido?— murmura Jin, revisando su teléfono por quinta vez.
Taehyung tiene los anillos. La ceremonia es en unos minutos. No puede haber boda sin anillos.
—No te preocupes, cariño, seguro está nervioso y se retrasó un poco— dice su madre omega, acariciándole la mejilla.
Jin suspira. No puede evitar sonreír. Su hermano siempre ha sido un poco despistado, pero aparecerá. Él sabe lo importante que es este día. Pero entonces, un dolor fulminante lo atraviesa. Es como si un fuego abrasador recorriera sus venas, como si algo dentro de él se desgarrara.
Un grito ahogado escapa de sus labios y sus rodillas ceden, haciéndolo caer al suelo.
—¡Jin!
Escucha gritos, pasos apresurados, siente manos sosteniéndolo, pero el dolor es insoportable. Su visión se vuelve borrosa y el sudor se acumula en su frente. No entiende qué está pasando. Hasta que escucha las palabras que lo destruyen.
—¡¿Cómo pudiste hacerle esto a tu hermano?!
La voz de su padre alfa es una mezcla de furia y desesperación. Jin parpadea, sintiendo su cuerpo débil, pero el miedo lo mantiene consciente.
—¿Q-qué...?— susurra con dificultad.
Nadie responde. Solo hay caos a su alrededor. Gritos, murmullos, llantos. El dolor sigue latiendo en su pecho, pero ahora es diferente. No es solo físico. Es emocional. Algo se ha roto. Algo que jamás podrá repararse. Y entonces, todo se vuelve negro.
Despierta en una habitación iluminada por una tenue luz. Su cabeza late con fuerza y su cuerpo se siente pesado.
—Jin... La voz de Yoongi, su mejor amigo, lo saca de la oscuridad.
Cuando gira la cabeza, el omega, está sentado a su lado, con los ojos rojos y la mandíbula tensa.
—¿Q-qué pasó...?— pregunta con la voz rasposa.
Yoongi se queda en silencio. Suspira, pasando una mano por su cabello oscuro antes de mirarlo con tristeza.
—Hoseok... se fue.
El mundo de Jin se detiene.
—¿Q-qué...?
—Con Taehyung.
El aire abandona sus pulmones.
—¿Q-qué...?
—Hoseok y Taehyung... tenían una aventura. No sé desde cuándo, pero... se escaparon juntos. Justo antes de la boda.
No. No, no, no, no. Tiene que ser un error. Pero el dolor en su pecho, el lazo roto, todo tiene sentido ahora. Hoseok era su alfa. Era suyo. Y se ha ido. Con su propio hermano. El llanto se atasca en su garganta. No hay lágrimas. Solo un vacío desgarrador.
El amor de su vida lo ha traicionado. Su propio hermano lo ha traicionado.
Y ahora, ¿qué le queda?
☆☆☆☆☆
Jimin
El abrazo de su padre es cálido, pero Jimin apenas lo siente. Sus piernas se mueven por inercia mientras su mente sigue atrapada en la imagen de aquel omega de ojos de dragón, aferrándose al brazo de Jeon, huyendo con él.
La humillación lo consume.
Las luces de las cámaras parpadean como relámpagos a su alrededor. Cada destello es un recordatorio de su vergüenza.
De su desgracia.
—¡Señor Park, mire aquí! ¡¿Qué tiene que decir sobre el escándalo?!
—¡Señorito Jimin, ¿sabía de la relación entre Jeon y su amante?!
—¡Jimin, una palabra, por favor!
Las voces lo asfixian.
—CÁLLENSE— grita su madre, furiosa, empujando a un par de periodistas mientras lo mete en el auto con brusquedad —No se atrevan a hablarle a mi hijo.
Jimin parpadea, perdido.
Siente a su madre forcejeando con la puerta del auto, al conductor arrancando con rapidez.
Su padre está a su lado, sosteniendo su mano, pero él sigue sin sentir nada.
—Esto no se quedará así— escupe su madre, marcando en su teléfono —Humillaron a mi cachorro. Los demandaré. Demandaré a los Jeon.
La voz aguda de su madre inunda el auto.
—Teníamos un acuerdo y tu hijo lo incumplió. Sí, lo hizo en un evento televisado. ¿Sabes lo que eso significa para la reputación de mi hijo? Para mi familia...
Jimin cierra los ojos.
No quiere escuchar.
No quiere pensar.
Cuando llegan a casa, su madre desaparece tras una nueva llamada, dejando tras de sí un rastro de ira y frustración.
Su padre lo ayuda a subir las escaleras, hablándole con dulzura, susurrando palabras de consuelo. Pero Jimin no lo escucha. No puede. Todo está cubierto por un zumbido ensordecedor. Cuando se da cuenta, ya está en su habitación.
Taemin está allí, sentado a su lado en la cama.
—Jiminie...— lo llama su hermano, su voz suave y preocupada.
Pero Jimin sigue en shock. No siente dolor. No siente tristeza. Solo un profundo agradecimiento por ese omega de ojos de dragón.
Lo salvó. Sí. Lo humillaron. Sí. Su reputación está destrozada. Sí. La gente hablará de él por meses, años, quizás para siempre. Pero al menos... no terminó casado con Jeon Jungkook. Y eso es un alivio.
Al día siguiente, su rostro está en cada periódico, en cada sitio de noticias, en cada red social.
"El "it boy omega" es abandonado en el altar. Jeon lo cambia por alguien mejor."
"El omega perfecto no era suficiente para los Jeon. ¿Quién es el misterioso amante?"
"Humillado en vivo: Jimin Park es dejado plantado en una boda televisada."
Su teléfono no deja de sonar. Notificaciones, mensajes, llamadas. Las fotos están en todos lados. Su rostro perplejo cuando Jeon lo soltó. La expresión de dolor en sus ojos cuando el alfa corrió hacia el otro omega. La imagen congelada de la vergüenza. Y la peor parte...
El omega con el que Jeon huyó no es un don nadie. Es un heredero. Inteligente. Un ingeniero brillante.
"Al final, Jeon eligió lo mejor."
Esa frase aparece en la mayoría de los artículos. Jimin sujeta su teléfono con fuerza hasta que sus nudillos se ponen blancos.
—Maldito.
Pasan días antes de que finalmente decida salir de casa. El encierro lo está volviendo loco. Necesita aire. Se pone gafas oscuras, una gorra, una bufanda gruesa para cubrirse el rostro y sale con discreción. Su hermano insiste en acompañarlo, pero él lo rechaza. Quiere estar solo. Pero el mundo no se lo permite.
Apenas pone un pie fuera del edificio, lo están esperando.
—Señorito Park.
—Jimin, ¿puede darnos unas palabras?
—Se ha dicho que Jungkook y su pareja esperan un hijo, ¿tiene algo que decir al respecto?
Su respiración se acelera.
—Señorito Park, ¿sabía de la infidelidad?
—¿Cómo se siente al ser reemplazado?
Es demasiado. Es un maldito infierno.
Da media vuelta y corre.
☆☆☆☆☆
Jin
El alta médica llega como un respiro amargo.
Tres días de dolor, de llanto incontrolable, de noches en vela donde solo el vacío de la traición le hacía compañía. Hoseok. Su nombre se clava en su mente como un cuchillo oxidado. Todo lo que habían construido, todos los sueños compartidos, todos los "para siempre" que se susurraron entre risas y caricias, se derrumbaron como un castillo de naipes.
Pero el peor golpe no vino de él. Sino de Taehyung. Su hermano. Su bebé. El niño que protegió con su vida. El que lo traicionó.
Jin cierra los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas. Ya no quiere llorar, ya no le quedan fuerzas. Su padre tuvo que disculparse con los invitados. Su madre, con el rostro endurecido, evitó hablar del tema. La vergüenza cayó sobre la familia Kim como una tormenta inminente. Y luego... las palabras.
"Te lo dije"
Frías. Contundentes. Veneno puro saliendo de los labios de su padre. Le dolió más que cualquier otra cosa.
Cuando sale del hospital, Yoongi está allí, esperándolo. Su mejor amigo, su pilar, la única persona en la que puede confiar.
—Vamos a casa— dice Yoongi con suavidad, pasándole un abrigo.
Pero Jin ya no tiene casa.
El departamento que compartía con Hoseok ha dejado de ser suyo desde el momento en que la traición salió a la luz. La esposa alfa de Yoongi, Jihyo, se encarga de todo. Como trabaja en bienes raíces, ya ha puesto en venta el lugar y le ha conseguido otro departamento. Todo sin que él tuviera que pedirlo.
Son unos ángeles.
Jihyo maneja, Yoongi le sostiene la mano.
—Tienes que comer algo— le dice su amigo.
Jin asiente, aunque en realidad no tiene hambre. Su estómago es un nudo de rabia y decepción. Cuando llegan al departamento, el silencio es lo primero que lo golpea. Ese espacio alguna vez fue un hogar. Ahora es solo un montón de paredes llenas de recuerdos podridos.
—Ve a sentarte un rato— le dice Jihyo con dulzura —Y me encargaré de los camiones de mudanza.
Yoongi, por su parte, entra a la cocina sin esperar indicaciones. Jin sabe que le preparará algo caliente, que no le dejará estar solo ni por un segundo. Pero Jin no puede quedarse quieto. Empieza a recoger cosas, a meter ropa en cajas sin preocuparse por doblarla bien. Quiere sacar todo lo que le recuerde a Hoseok lo antes posible. Entonces encuentra las fotos. Imágenes de él, de Hoseok... y de Taehyung. Sus dedos tiemblan cuando las toma. ¿Por qué nunca lo vio antes? Las miradas cómplices entre ambos. La forma en que Hoseok le sonreía a Taehyung, diferente a como le sonreía a él. El contacto sutil entre ellos. Siempre estuvo ahí. Frente a sus ojos. Jin siente asco. Su estómago se revuelve y Yoongi lo nota al instante.
—Jin...
Lo siguiente que sabe es que su amigo lo lleva al baño, sosteniéndolo mientras se arrodilla frente al inodoro.
—Respira— susurra Yoongi, frotándole la espalda —Solo respira. Pero no puede.
Odia a los alfas.
Odia a su hermano.
Y, más que nada... Odia que su corazón aún duela por Hoseok.
☆☆☆☆☆
Jimin
Playas.
Una lista interminable de ellas. Cada una más paradisíaca que la otra. Lugares de arena blanca, aguas cristalinas y noches de fiesta interminables. Y lo mejor de todo, lejos de aquí.
Jimin no tiene que preocuparse por el dinero. Su madre ya se encargó de eso. Los Jeon pagaron en silencio por romper el contrato, transfiriendo una suma considerable como compensación. Pero aún queda pendiente el pago por daños a su imagen.
No importa.
La venganza de su madre es un juego a largo plazo. Mientras tanto, ella le hizo un depósito generoso en su cuenta bancaria, acompañado de un mensaje breve, sin emociones.
"Ve de vacaciones. Disfruta y despeja tu mente"
Tan fría como siempre.
Así que ahí está, con su laptop abierta, recorriendo destinos. Tailandia. Es lo más cercano y parece la opción ideal. Playas hermosas, buena comida, fiestas que duran hasta el amanecer.
Exactamente lo que necesita.
Encuentra un hotel de lujo con vistas al mar y hace la reservación sin pensarlo dos veces. Se irá. Nada lo ata a este lugar. No tiene compromisos, ni amor, ni dignidad que proteger. Allá podrá tomar buenas fotos, ahogar la humillación en cócteles caros y bailar hasta el agotamiento.
Podrá beber hasta olvidar que alguna vez confió en un alfa.
Hasta olvidar que alguna vez fue el omega más codiciado.
Hasta olvidar que, al final, lo cambiaron por alguien mejor.
☆☆☆☆☆
Jin
Lleva días sin bañarse.
Días sin querer moverse de la cama.
El techo se ha convertido en su única vista. Se ha perdido en sus pensamientos oscuros, en preguntas sin respuesta. ¿Es su hermano más hermoso que él? ¿Es más omega? ¿Fue él quien presionó demasiado a Hoseok? ¿Hizo algo mal? El dolor le susurra que sí. Pero otra parte de él grita que no.
El timbre suena.
No se mueve. Luego, tocan la puerta. No le interesa. La puerta se abre sin esperar permiso.
Yoongi.
El omega entra sin decir nada, cruza la habitación y se sienta en la cama. No pregunta, no lo regaña, solo se inclina y lo ayuda a incorporarse con ternura. Sus manos firmes pero suaves lo guían fuera de la cama, lo sostienen como si fuera a romperse en cualquier momento. Lo lleva al baño. Lo ayuda a desvestirse con la delicadeza de un hermano mayor, con el cariño de quien entiende el dolor sin necesidad de palabras. El agua caliente cae sobre su cuerpo, pero Jin apenas la siente. Solo siente a Yoongi, ayudándolo a lavarse el cabello, a enjabonarse, a recordarle que sigue siendo un omega digno, que sigue siendo hermoso.
Más hermano que su propio hermano.
Esa maldita perra.
Cuando terminan, Yoongi lo envuelve en una toalla y lo ayuda a vestirse. Le aplica cremas con la misma paciencia de siempre, asegurándose de que su piel no se irrite después de tantos días de abandono.
Ordena la habitación, cambia las sábanas y cubre cama, recoge las tazas y luego regresa a él.
—Vamos a comer— dice, sin admitir un "no" como respuesta.
Jin no vio a Jihyo cuando bajaron, pero ahí está, en la cocina, sirviendo los platos con la calidez de una madre.
Conversan, pero él no presta atención. Las voces son un murmullo lejano, como si estuviera bajo el agua.
—¿Jin? Oppa— la voz de Jihyo lo devuelve a la realidad.
Levanta la mirada y la ve sosteniendo un sobre.
—Te tengo un regalo.
Lo toma con dedos temblorosos y lo abre. Un pasaje de avión. Reservaciones en un resort. Tailandia. En dos días. Medio mes de estadia. Todo pagado.
—No podría. Es demasiado...
—Era un regalo de bodas— interviene Yoongi con una mezcla de tristeza y cautela —Pero cambiamos todo y al ir tú solo, nos dieron más días de alojamiento, comidas y tragos incluidos.
Jin cierra los ojos. Las lágrimas caen sin control. Un escape. Salir de aquí. Salir de su mente. Acepta. Se aferra a Yoongi y a Jihyo, los abraza con fuerza.
Son tan buenos con él.
Más familia que su propia familia.
☆☆☆☆☆
Jimin
Jimin llega a la recepción del hotel y lo primero que siente es el calor abrazador aun cuando es obvio que el lugar tiene aire acondicionado.
El sol brilla con fuerza sobre la arena blanca, el cielo es un azul sin nubes y la brisa salada le acaricia la piel. Es un día hermoso. Y todos aquí son desconocidos.
El mundo sigue girando como si nada, como si su humillación no hubiera sido portada en cada maldito medio de comunicación.
Suspira y mira alrededor. El hotel que eligió es perfecto. No es un resort de lujo, pero tampoco un motel de paso. Es un lugar cómodo, con bañeras privadas que tienen vista al mar y una salida exclusiva a la playa.
Paz.
Hace el check-in y un empleado le ayuda con su equipaje hasta la habitación. Cuando finalmente se queda solo, respira profundo.
Tranquilidad.
Sonríe con ironía. Quiere emborracharse. Se ríe de sí mismo y de sus pensamientos absurdos antes de dejarse caer sobre la cama. Es increíblemente suave. Ronronea sin darse cuenta y cierra los ojos por un instante, disfrutando la sensación. Pero no vino hasta aquí solo para dormir. Se levanta y saca su ropa de la maleta, colgando cuidadosamente cada prenda para evitar mas arrugas.
Luego, rebusca entre sus cosas hasta encontrarlo, un bañador pequeño, muy escandaloso. Se ríe. Hoy va a coquetear. Va a beber. Va a olvidar. Pero no con un alfa. No. Tal vez una omega linda o un beta atractivo. No tiene claro qué busca, pero sí sabe lo que no quiere. Se pone el bañador con confianza, recoge su cabello, que esta algo largo, de manera despreocupada y sale con paso seguro.
El tiempo se le escapa entre los dedos. Entre la música y el vaivén de las olas, se encuentra en una guerra de shots rodeado de omegas y betas, todos tan ebrios como él. Ríen, bailan, se tocan sin reservas. Los cuerpos están más cerca, el calor del alcohol hace que la ropa parezca estorbar. Ahora comparten besos con varios. El sudor y la sal se mezclan en su piel y por un momento, el mundo es perfecto.
Hasta que sus ojos se posan es aquel ser tan apuesto.
Sentado en la barra, con los codos apoyados sobre la superficie de madera y la mirada perdida en su vaso. Un muchacho. Triste. Muy guapo. Peligrosamente guapo. Hombros anchos. Cintura estrecha. Borracho. Y Jimin... bueno, Jimin no tiene nada que perder. Así que va hacia él.
☆☆☆☆☆
Jin
Empacar fue tedioso. Jin no sentía emoción ni felicidad, pero necesitaba salir de su propia mente. Si se quedaba un minuto más en aquella lugar lleno de recuerdos y traiciones, terminaría asfixiándose.
Sus amigos hicieron posible esta escapatoria, y les debía una enorme.
No tenía tanto dinero para costear un viaje así por su cuenta. Había gastado bastante en la boda y ahora en conseguir un nuevo departamento, y además, la ley lo obligaba a dividir los bienes con Hoseok. La mitad del dinero del departamento fue a parar a su cuenta. Como si él fuera el que hubiese roto todo.
Bastardo.
El viaje fue un completo caos. Desde el aeropuerto abarrotado hasta la incomodidad del vuelo y los turistas bulliciosos. Pero cuando finalmente puso un pie en Tailandia, inhaló profundo el aire cálido y húmedo.
Lo había logrado. Estaba lejos.
El sol pegaba fuerte, así que se embadurnó en bloqueador solar y se caló un enorme sombrero de ala ancha. Tenía toda la pinta de un turista bobo. Y lo sabía. Pero le daba igual. Al llegar a su habitación, su buen humor momentáneo se desmoronó. Sobre la cama matrimonial había pétalos de rosas esparcidos con esmero.
Una suite para recién casados.
Cerró los ojos y tragó saliva. Habían olvidado quitar los adornos románticos. Respiró hondo. No lloraría por esto. No más. Se metió en la bañera, dejando que el agua caliente aliviara la tensión en sus músculos. Cerró los ojos, apoyó la cabeza en el borde y se permitió un breve instante de debilidad. Las lágrimas llegaron, silenciosas y amargas. ¿Qué hizo mal? ¿No fue suficiente? ¿No fue lo bastante hermoso? ¿Lo presionó demasiado?
Pensar en Hoseok y Taehyung juntos le revolvía el estómago. Se enjugó la cara con brusquedad y salió del baño. No iba a permitir que esto le arruinara el viaje. Se puso una bata, abrió la botella de champagne que habían dejado en la habitación y se sirvió una copa. Se comió los dulces finos que estaban en la mesa y, después de un rato, cuando sintió que la burbuja de tristeza amenazaba con explotar de nuevo, decidió que ya era suficiente. Si quería olvidar, lo mejor era emborracharse hasta perder el sentido. Se puso unos shorts de jean, una camisa negra suelta y salió en busca del bar. La noche ya había caído. Había música, risas y luces tenues iluminando el área de fiesta. Parejas tomadas de la mano, cuerpos entrelazados en la pista de baile, grupos de amigos bebiendo y disfrutando. Todo lo que él no tenía. Suspiró y se apoyó en la barra.
—Deme lo más fuerte que tenga, por favor— le dijo al bartender.
Uno tras otro, los cócteles fueron llegando, cada uno más fuerte que el anterior. Y con cada sorbo, la tristeza pesaba un poco menos. Hasta que una voz lo sacó de su ensimismamiento.
—Te ves muy solo. Únete a nosotros.
Un omega pequeño le sonreía con descaro mientras le tomaba del brazo. Jin parpadeó, sorprendido. Tal vez... solo tal vez, la noche aún podía mejorar.
☆☆☆☆☆
Jin
Al principio, Jin se asustó un poco con la repentina invitación, pero algo en el más bajito le inspiró confianza. El chico tenía una sonrisa juguetona y ojos brillantes, como si supiera exactamente qué estaba haciendo.
—Soy Park Jimin— se presentó con un guiño.
Jin parpadeó. Ese nombre le sonaba familiar, pero no supo de dónde.
—Kim Seokjin— respondió, aún un poco desconcertado.
Los demás del grupo también se presentaron, una mezcla de omegas y betas, sin un solo alfa a la vista. Eso era un alivio. No olores pesados. No presencia dominante. Solo risas y copas tintineando bajo la luz tenue del bar. Entre tragos y conversaciones, alguien propuso un juego.
—Truth or Dare— dijo un beta con una sonrisa traviesa.
Y luego, cuando ya todos estaban lo suficientemente ebrios y desinhibidos...
—Ahora giremos la botellea.
Las reglas eran simples, girabas la botella y besabas a quien señalara. Hubo besos risueños, besos tímidos y besos que subieron la temperatura de la noche. Jin se dejó llevar por el ambiente despreocupado, disfrutando de la ligereza del momento. Hasta que la botella se detuvo en él.
Y en Jimin.
El omega no dudó ni un segundo. Se acercó con una sonrisa traviesa y le estampó un beso firme en los labios, sin dejarle tiempo para reaccionar. Fue un beso descarado, juguetón, lleno de energía y sabor a alcohol. Jin se quedó estático por un segundo, con la sensación aún ardiendo en su boca, y cuando por fin procesó lo que acababa de pasar, el juego ya había seguido su curso. Pero su mente no. Y entonces, unas rondas después... La botella volvió a detenerse en ellos dos. Jimin sonrió de nuevo, como si el destino estuviera de su lado. Jin apenas tuvo tiempo de pensar antes de que el omega lo tomara de la nuca y lo besara otra vez. Más profundo. Más lento. Más intenso. Y esta vez, Jin correspondió.
Jimin era un omega pequeño, pero había algo en su actitud que destilaba confianza y dominio. No era tímido ni titubeante; al contrario, tomó el control con facilidad.
El beso comenzó lento, húmedo, pero pronto se volvió más profundo, más demandante. Jimin lo guiaba con destreza, jugando con su lengua, provocándolo. Jin sintió que el aire le faltaba, que su piel se calentaba con una rapidez alarmante. Y cuando pensó que terminaría, Jimin mordió su labio inferior con picardía antes de separarse, dejando una punzada ardiente en su boca. Jin tragó saliva.
—Mierda— gimio cuando se separaron, se sentia tan excitado con tan dolo un beso.
—Ya quiero que tu dulce boquita grite mi nombre— dijo aquel pequeño guiándolo hacia el ascensor.
El juego continuó un poco más, entre risas y caricias juguetonas, hasta que finalmente decidieron separarse, el omega lo tomó de la muñeca y lo jaló con suavidad, obligándolo a girarse hacia él.
—Aún no terminamos —susurró contra sus labios. Y antes de que Jin pudiera procesarlo, Jimin volvió a besarlo. Esta vez, sin testigos.
☆☆☆☆☆
Jin
Las noches eran un escape, un delirio de placer que Jin jamás había experimentado.
Con Jimin no había inhibiciones ni miedos, solo deseo y una química que se encendía con cada roce de sus labios. Algunas noches, el mayor era quien tomaba la iniciativa, guiado por la adrenalina de sentirse querido, de sentirse deseado sin restricciones.
En otras, Jimin lo reclamaba con una seguridad que le arrancaba escalofríos. Le mostraba un mundo de sensaciones nuevas, le enseñaba que el placer no tenía reglas, que podía tomar y ser tomado, que podía perderse sin miedo a las consecuencias.
—Eres increíble —murmuró Jin una noche, con la voz ronca y la piel aún ardiendo.
Jimin sonrió contra su cuello, besando la piel húmeda.
—Lo sé— susurró con un tono divertido —pero me gusta cuando lo dices.
Jin rió suavemente y lo atrajo de nuevo a sus labios.
Las mañanas eran diferentes. Se despertaban juntos, a veces enredados en las sábanas, otras apenas cubiertos por la brisa marina que entraba por la ventana abierta. Jin solía ser el primero en levantarse, pero Jimin siempre lo atrapaba de nuevo en la cama, abrazándolo por la cintura.
—Cinco minutos más— murmuraba el omega, con la voz somnolienta y el rostro enterrado en su cuello.
—Dijiste eso hace media hora— replicaba Jin, pero no hacía ningún esfuerzo por moverse.
Los días los pasaban explorando la ciudad. Caminaban por calles abarrotadas de puestos callejeros, probaban frutas exóticas, se tomaban fotos que nunca compartirían con nadie más.
En la playa, Jimin se reía cuando Jin se quejaba del sol y del calor, haciéndole burla por cubrirse siempre con un sombrero enorme y kilos de bloqueador solar.
—Todo un turista, eres demasiado obvio— bromeó Jimin mientras le acomodaba las gafas de sol.
—Y tú un pequeño demonio que terminara rostizado como un pollo—replicó Jin con un bufido.
Las noches en los bares eran igual de intensas. Bebían hasta que la risa se volvía fácil y el deseo los devoraba de nuevo. Algunas veces bailaban, con Jimin rozándose intencionalmente contra él, susurrándole cosas al oído que lo hacían enrojecer.
—No te hagas el inocente, hyung— se burlaba el menor, deslizando los dedos por su espalda.
Y Jin se dejaba llevar, porque con Jimin podía hacerlo.
A veces hablaban hasta el amanecer, acostados en la cama con la piel aún caliente. Se contaban historias, confesaban secretos entre caricias suaves. Jin le habló de Hoseok, de la traición, de cómo todo se había derrumbado de la noche a la mañana. Jimin lo escuchó en silencio, con la mirada fija en el techo.
—Los alfas son una mierda— dijo finalmente, girando el rostro hacia él.
Jin rió, aunque no había alegría en su risa.
—Sí, lo son.
Jimin extendió una mano y acarició su mejilla.
—Pero tú no necesitas a uno— dijo con suavidad —Nunca lo necesitaste.
Jin sintió un nudo en la garganta, pero no dijo nada.
En cambio, lo besó.
Porque en esos momentos, Jimin tenía razón.
Porque en ese instante, con sus labios unidos y su piel entrelazada, todo el dolor se disipaba.
☆☆☆☆☆
El sol comenzaba a descender en el horizonte cuando Jin y Jimin llegaron a una playa apartada, lejos de la multitud y del bullicio de los turistas. El agua era de un azul cristalino, la arena suave bajo sus pies descalzos. Una brisa cálida les revolvía el cabello mientras caminaban juntos por la orilla, las olas besando sus tobillos.
—Te reto a una carrera hasta esa roca— dijo Jimin, señalando un punto más adelante.
Jin alzó una ceja.
—¿Crees que puedes ganarme?
—Sé que puedo— replicó el omega con una sonrisa desafiante antes de salir corriendo.
Jin soltó una carcajada y lo siguió, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.
La risa de Jimin se mezclaba con el sonido de las olas, y en ese momento todo lo demás dejó de importar. Cuando llegaron, Jimin se lanzó sobre Jin, haciéndolos caer en la arena.
—Te gané— exclamó, riendo sobre él.
Jin lo miró con diversión, su pecho subiendo y bajando con la respiración agitada.
—Tramposo— acusó, pero su tono era juguetón.
Jimin sonrió con picardía antes de inclinarse y rozar sus labios con los de él. Fue un beso lento, dulce, con el sonido del mar como única testigo. Después de un rato, se levantaron y tomaron fotos juntos, algunas normales, otras ridículas. Jin insistió en posar dramáticamente con su gran sombrero, mientras que Jimin se reía hasta que le dolía el estómago.
—Voy a imprimir esta y la pondré en mi casa— dijo Jimin, enseñándole una selfie donde Jin tenía arena en la cara y fingía llorar.
—Ni se te ocurra.
—Muy tarde, hyung.
Jin lo golpeó suavemente en el brazo, pero no pudo evitar sonreír. Cuando el sol terminó de esconderse, volvieron al hotel, caminando en silencio, con los dedos entrelazados. Sabían que esa era su última noche juntos. Al día siguiente, cada uno volvería a su vida, a su realidad.
En la habitación, apenas cerraron la puerta, Jin lo empujó contra ella y lo besó con desesperación. Jimin gimió contra su boca y enredó sus dedos en su cabello, jalándolo con necesidad.
—No quiero que esto termine— susurró Jin, sus labios rozando la piel caliente del menor.
—Entonces no pienses en eso— respondió Jimin, antes de besarlo de nuevo.
Se desnudaron entre caricias y risas ahogadas, con la ansiedad de saber que era la última vez. Jin recorrió cada rincón del cuerpo del omega con besos y mordidas suaves, memorizando su sabor, su aroma, la forma en que temblaba bajo su toque.
La pasión los envolvió por completo. No hubo prisa, solo deseo y la necesidad de sentirse el uno al otro.
Jin dejó que Jimin lo guiara, lo reclamara, lo hiciera suyo una última vez. Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, jadeos y gemidos llenando el aire.
Cuando finalmente se derrumbaron juntos sobre la cama, cubiertos de sudor y con la respiración entrecortada, Jin se aferró a Jimin como si pudiera retenerlo para siempre.
—Gracias— susurró, besando su frente. Jimin levantó la mirada y sonrió con tristeza.
—No tienes que agradecerme, hyung.
Se quedaron así, abrazados, hasta que el sueño los venció. Sabían que cuando despertaran, todo cambiaría. Pero por esa noche, solo existían ellos.
☆☆☆☆☆
Jimin y Jin empacaron en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Sabían que su tiempo juntos había llegado a su fin, pero ninguno se atrevía a mencionarlo en voz alta. La despedida no era algo que quisieran afrontar, pero era inevitable.
El viaje al aeropuerto fue tranquilo. Habían reservado vuelos similares, con solo una hora de diferencia, así que decidieron ir juntos.
En el auto, Jin miraba por la ventana, memorizando el cielo azul de Tailandia, como si eso pudiera aferrarlo un poco más a esos días de escape.
Jimin, por otro lado, revisaba su teléfono, evitando hacer contacto visual demasiado tiempo. Al llegar, caminaron juntos hasta el área de embarque. Fue entonces cuando la diferencia entre sus mundos se hizo evidente.
—Aquí nos separamos— murmuró Jin con una pequeña sonrisa, observando cómo Jimin se dirigía a la fila de primera clase mientras él debía continuar hasta la zona de clase económica.
Jimin dudó por un momento, como si quisiera decir algo más, pero en lugar de eso, solo levantó una mano en despedida. Jin hizo lo mismo.
—Nos vemos— fue todo lo que dijo Jimin antes de girarse e irse.
Al aterrizar, cada uno volvió a su realidad.
A Jimin lo esperaba su hermano Taemin, su hermano, con gafas de sol y un café en la mano, apoyado contra su auto de lujo.
—Pareces cansado— comentó sin mucho interés mientras le pasaba el café.
Jimin bebió un sorbo y miró alrededor, sintiendo de golpe que estaba de vuelta en su vida de siempre. Sin Jin.
Jin, por su parte, apenas bajó del avión, fue recibido por Yoongi y Jihyo, quienes lo abrazaron sin decir nada. No hacía falta.
—Vamos a casa— dijo Jihyo en voz baja mientras le pasaba su maleta.
Jin asintió.
Ni siquiera había revisado su teléfono en todo el vuelo. No tenía ningún mensaje nuevo. Porque no habían intercambiado números. No tenían redes sociales del otro.
Nada.
Solo recuerdos y el fantasma de lo que había sido su escape juntos. Y sin embargo, mientras Jimin se acomodaba en el asiento del auto de su hermano y Jin miraba por la ventana del de Yoongi, ambos estaban pensando en lo mismo.
En el otro.
☆☆☆☆☆
Jin trabajaba en su oficina, revisando las cuentas de la empresa familiar. Todo era rutinario, casi automático. Suspiró y se estiró en su silla cuando su teléfono vibró.
Yoongi🐱:
¿Tienes planes hoy?
Yo:
No, ¿por qué?
Yoongi🐱:
Me dieron entradas gratis para un desfile, pero Jihyo no puede ir hasta mas tarde.
¿Vienes?
Jin:
Voy.
Yoongi🐱:
Perfecto.
Te veo en tu depa.
Te maquillo y peino.
Un par de horas después, Jin se miraba al espejo mientras Yoongi le acomodaba el cabello.
—Te ves hermoso— comentó Yoongi, satisfecho con su trabajo.
—No exageres— Jin rodó los ojos, pero se miró una vez más.
Su atuendo rosa resaltaba su piel y su cabello lucía impecable.
—Dime que no te encanta cómo te dejé.
Jin suspiró.
—Está bien, lo admito. Me veo increíble.
Ambos rieron antes de salir.
Al llegar al evento, caminaron entre la multitud. Jin no esperaba llamar la atención, pero varias miradas se posaron en ellos. El ambiente estaba lleno de energía y lujo. Se sentía bien estar ahí, fuera de la monotonía.
Y entonces, lo sintió.
Ese aroma.
Coco y vainilla.
Se detuvo en seco y buscó con la mirada hasta encontrarlo. Jimin. El omega caminaba por la pasarela con un atuendo negro ajustado que resaltaba su cuerpo. Su presencia era arrolladora, sus movimientos seguros, pero cuando sus ojos se encontraron, toda esa confianza titiló por un segundo. Jin sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Jimin también lo había visto. El desfile terminó, la multitud aplaudió, pero Jin no se movió.
—¿Jin?— Yoongi lo miró, extrañado por su reacción.
—Voy al baño— dijo sin más y desapareció entre la gente.
No iba al baño. Iba tras Jimin. Lo encontró en un rincón, con un vaso en la mano, fingiendo interés en la conversación de un grupo de modelos. Jin no dudó.
Caminó hacia él y, sin previo aviso, lo tomó de la muñeca. Jimin dio un respingo, pero cuando vio quién era, su expresión cambió. Sus ojos se encontraron de nuevo.
Silencio. Electricidad. No hacía falta hablar. Jin lo jaló suavemente y Jimin lo siguió sin resistencia. Se escabulleron entre la multitud, moviéndose con prisa hasta llegar al baño más alejado del recinto. Tan pronto la puerta se cerró, Jimin lo acorraló contra la pared y lo besó.
—Demonios...— susurró entre el beso, con la voz ronca.
—¿Qué?— Jin apenas pudo preguntar antes de que Jimin volviera a devorarle la boca.
El beso fue urgente, profundo, con la misma intensidad que en Tailandia. Jimin mordió su labio y Jin gimió, aferrándose a su espalda, a su cabello.
—¿Por qué no me buscaste?— susurró Jimin contra sus labios.
—Tú tampoco lo hiciste.
Jimin rió entre dientes y deslizó sus manos bajo la camisa de Jin, acariciando su piel caliente.
—¿Sabes cuánto te pensé?
—No más de lo que yo te pensé a ti— murmuró Jin, besándolo con más necesidad.
Los cuerpos se juntaron, los suspiros se mezclaron y, en ese pequeño espacio, se sintió como si el tiempo retrocediera. Como si nunca se hubieran separado. Jimin lo miró, con los labios hinchados y la respiración entrecortada.
—Vámonos de aquí.
Jin asintió sin pensarlo.
No pensaría.
No esa noche.
Esta noche se entregaria al placer y no lo dejaria, no dejaria que Jimin se vaya de su lado nunca más...
Chapter 7: 5. GET YOUR OMEGA, THE MANUAL - TAEJIN
Chapter Text
El sujeto de estudio
—Estoy arruinado.
La voz de Kim Seokjin resonó en la pequeña cafetería del campus mientras dejaba caer su cabeza sobre la mesa con dramatismo.
Su hermano menor, Namjoon, que estaba sumergido en la lectura de un libro de psicología, ni siquiera levantó la mirada.
—¿Otra vez?
—No es cualquier crisis, Joonah— exclamó Jin, levantando la cabeza —Tengo que hacer un proyecto final donde ayude a alguien con su desarrollo personal y no tengo idea de a quién ayudar y equivale al cuarenta por ciento de mis calificaciones.
Namjoon finalmente lo miró con una ceja arqueada.
—Eso es irónico, considerando que estudias trabajo social.
—No necesito que me lo recuerdes, necesito soluciones.
Namjoon suspiró, cerró su libro y apoyó los codos sobre la mesa.
—Podrías trabajar con algún estudiante en riesgo, alguien con problemas académicos o sociales...
—Demasiado complicado. Quiero algo manejable, pero lo suficientemente interesante como para impresionar a mi profesor.
Namjoon pensó por un momento y luego sonrió.
—Podrías enseñar a los alfas a cortejar.
Jin parpadeó.
—¿Qué?
—Lo digo en serio— Namjoon se encogió de hombros —Jimin es la prueba viviente de que hay alfas que no tienen ni idea de cómo acercarse a un omega sin parecer torpes o intimidantes.
Jin rió ante el recuerdo.
—Es cierto, la primera vez que intentó cortejarte, casi te derriba con su presencia.
—Y la segunda vez me dijo que mi cabello olía "menos raro" que el de otros omegas.
Jin carcajeó.
—Eso fue terrible.
—Lo sé, hyung, yo lo vivi— Namjoon sonrió con diversión —Pero gracias a eso, me di cuenta de que muchos alfas asumen que pueden cortejar solo porque son alfas, cuando en realidad, algunos son pésimos en ello.
Jin apoyó la barbilla en su mano, pensativo.
—Hmmm... enseñar a un alfa cómo cortejar...
—Podrías hacer un manual.
—"Manual del Omega Mayor: Cómo cortejar correctamente a un omega".
Namjoon chasqueó los dedos.
—Me gusta el nombre.
—Y a mi profesor también le gustará— Jin sonrió —Solo falta encontrar al alfa perfecto para esto.
Como si el destino escuchara su conversación, en ese momento, Jimin y su mejor amigo, Kim Taehyung, entraron a la cafetería. Era costumbre que los cuatro salieran juntos cuando Jimin y Namjoon tenían sus "citas supervisadas", ya que su padre alfa no permitía que Namjoon saliera solo con su alfa sin alguien más presente.
—Hyung— Jimin saludó con entusiasmo mientras se sentaba al lado de Namjoon —¿De qué hablan?
—De mi proyecto final. Necesito un alfa que sea pésimo cortejando.
Jimin parpadeó y luego sonrió con malicia.
—Oh, entonces Taehyung es el indicado.
El alfa, que apenas se había sentado, levantó la cabeza con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—No te hagas el sorprendido, Tae. No sabes cortejar.
—Sí sé.
—Oh, sí, claro— Jimin rodó los ojos —Dile a Jin cómo fue tu último intento de coquetear con un omega.
Taehyung apretó los labios.
—...No funcionó.
—Exactamente.
Jin observó con más interés a Taehyung. Sabía que el alfa no era exactamente el más extrovertido, pero nunca imaginó que tuviera problemas con algo tan natural para los alfas. Sobre todo porque era muy guapo.
—Entonces, Tae...— Jin apoyó los codos sobre la mesa y sonrió —¿Te gustaría ser el primer alfa en probar el "Manual del Omega Mayor"?
Taehyung lo miró fijamente.
—¿Qué significa eso?
—Que te enseñaré a cortejar correctamente a un omega.
El alfa se quedó en silencio por un momento. Su mirada viajó a Jimin, que sonreía burlón, luego a Namjoon, que parecía genuinamente interesado, y finalmente a Jin... que lo miraba con una expresión que lo hizo estremecer. Taehyung ya estaba enamorado de él en secreto y habia intentado torpemente hacer sus regalos de cortejo pero Seokjin nunca le habia dado importacia. Y ahora Jin le estaba dando la oportunidad perfecta para estar más cerca. Sería una tortura. Pero también sería su única oportunidad. Respiró hondo y asintió.
—Está bien. Enséñame.
Jin sonrió, satisfecho.
—Entonces, empecemos.
Y así, sin darse cuenta, Taehyung acababa de convertirse en el sujeto de estudio más peligroso del proyecto.
☆☆☆☆☆
Paso 1: La Presencia de un Alfa
—Bien, Taehyung— Jin acomodó sus lentes sobre su nariz mientras hojeaba una libreta en la que ya había comenzado a escribir la estructura del "Manual del Omega Mayor" —El primer paso para el cortejo es la presencia.
Taehyung lo miró sin comprender.
—Estoy aquí.
—Exactamente, y lo estás haciendo mal.
—¿Cómo puedo estar presente de manera incorrecta?
Jimin soltó una carcajada desde su asiento junto a Namjoon.
—Es que no solo es "estar", Tae. Es que el omega sienta tu presencia.
—Exacto— Jin asintió con profesionalismo —Los alfas suelen pensar que con solo existir ya captan la atención de los omegas, pero la verdad es que si no proyectan seguridad, no destacarán entre otros alfas.
Taehyung se cruzó de brazos.
—Eso suena superficial.
—No lo es— Jin cerró la libreta y lo miró fijamente —Incluso los animales lo hacen con sus parejas ¿Qué pasa cuando un alfa entra en una habitación?
—Depende del alfa.
—Exacto— Jin sonrió —Si el alfa es seguro, con buena postura, con una mirada que denote confianza pero sin ser invasiva, entonces llamará la atención de los omegas sin siquiera hablar. Pero si entra encorvado, con la cabeza baja o con una mirada dispersa, entonces pasará desapercibido.
Taehyung se quedó en silencio, reflexionando.
—¿Y qué tiene que ver eso con cortejar?
—Mucho. Un omega no querrá salir con un alfa que no se siente seguro de sí mismo. El primer paso del cortejo es hacer que el omega te note sin que parezca que lo estás forzando.
—¿Y cómo se supone que haga eso?
Jin sonrió con una expresión que a Taehyung le pareció peligrosamente atractiva.
—Vamos a practicar.
El plan era simple, practicar cómo un alfa debía proyectar presencia sin ser intimidante. Por ello, Jin llevó a Taehyung, Namjoon y Jimin a la biblioteca del campus.
—Aquí hay muchas personas, pero nadie prestará atención a nosotros, lo que lo hace el lugar perfecto para practicar— Jin explicó mientras se acomodaba en una de las mesas —Ahora, Tae, quiero que vayas hacia esa estantería, finjas que buscas un libro y regreses.
Taehyung parpadeó.
—Pan comido.
—Pues hazlo.
El alfa se encogió de hombros y caminó tranquilamente hacia la estantería. Tomó el primer libro que encontró y volvió.
—Listo.
—Eso fue horrible.
Taehyung frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Porque parecías un estudiante cualquiera— Jin apoyó los codos sobre la mesa —Tu postura era normal, tu expresión era normal, todo fue demasiado normal. Si fueras un alfa tratando de llamar la atención de un omega, te habrías perdido en la multitud.
—¿Entonces qué debería hacer?
Jimin sonrió burlón.
—Dijo que proyectes presencia, Tae. Actúa como el alfa más guapo y seguro de este lugar.
Namjoon asintió.
—Camina como si supieras que todos te están viendo.
Taehyung suspiró, pero se levantó de nuevo. Esta vez, enderezó la espalda, relajó los hombros y caminó con un paso firme, con la barbilla ligeramente en alto. No era arrogante, pero sí seguro. Al llegar a la estantería, se tomó su tiempo para elegir un libro, lo observó con calma y luego, con la misma confianza, regresó a la mesa. Jin lo miró con satisfacción.
—Mejor.
—¿Solo mejor?
Jin sonrió.
—Sí, porque aún no me has convencido.
Jimin se rió.
—¿Cómo es que estamos en un simulacro de ligue en la biblioteca?
—Porque es importante y porque somos estudiantes— Jin ignoró la burla —La primera impresión es clave. Tae, quiero que hagas lo mismo, pero ahora imagina que el omega al que quieres cortejar está en la estantería.
El alfa sintió un leve calor en las mejillas.
—¿El omega al que quiero cortejar...?
—Sí. Quiero que camines hasta ahí con la intención de que ese omega te note, pero sin hablar. Solo con tu presencia.
Taehyung tragó saliva. Podía hacer eso. Caminó de nuevo, pero esta vez, con un aire más seguro, más tranquilo. Su expresión no era seria ni fría, sino calmada. Cuando llegó a la estantería, fingió buscar un libro mientras dirigía una mirada rápida al área donde estaban Jin y los demás.
Luego, con naturalidad, tomó un libro, lo hojeó como si realmente le interesara y volvió a la mesa. Cuando regresó, Jin sonrió con satisfacción.
—Mucho mejor.
—¿Sí?
—Sí. Ahora pareces un alfa que sabe lo que hace.
Taehyung se sintió extrañamente orgulloso de ese comentario.
—Entonces... ¿ya puedo pasar al siguiente paso?
Jin rió.
—Tranquilo, todavía queda más por aprender. Mientras Jin anotaba en su libreta,
Taehyung lo observó en silencio.
Si el objetivo de este manual era ayudar a los alfas a conquistar a los omegas... entonces él tenía que asegurarse de que funcionara. Porque al final, la única persona a la que quería cortejar... era a Jin.
☆☆☆☆☆
Paso 2: La Atención en los Detalles
Taehyung no estaba seguro de cómo terminó en esa situación. Era otro día, otra tarde, y esta vez no estaban en la biblioteca con Namjoon y Jimin. Esta vez eran solo él y Jin, sentados en una cafetería del campus, con un par de bebidas calientes frente a ellos.
—Hoy vamos a trabajar en la atención a los detalles— dijo Jin, removiendo su café con calma. Taehyung arqueó una ceja.
—¿Qué tiene que ver eso con cortejar?
Jin suspiró, como si estuviera tratando de enseñarle algo demasiado obvio.
—Mucho. Si quieres conquistar a un omega, tienes que notar los pequeños detalles sobre él. Sus gustos, sus gestos, lo que lo hace sentir cómodo o incómodo.
—¿No basta con ser atractivo y seguro?
Jin lo miró con una mezcla de diversión y decepción.
—No todos los omegas se impresionan solo con una cara bonita, Tae.
El alfa sonrió de lado.
—¿Tú sí?
Jin rodó los ojos.
—No vamos a hablar de eso porque no se trata de mi. Vamos a practicar.
Taehyung se acomodó en su asiento.
—¿Cómo se supone que haga esto?
—Es simple—Jin tomó un sorbo de su café —Quiero que me digas tres cosas que hayas notado sobre mí en todo el tiempo que hemos salido juntos con Jimin y Namjoon.
Taehyung parpadeó.
—¿Solo tres?
—Sí, pero deben ser detalles que realmente importen.
El alfa pensó por un momento. Jin esperaba que dudara, que tardara en responder, pero para su sorpresa, Taehyung habló casi de inmediato.
—Siempre pides café con avellana. Nunca con caramelo ni vainilla.
Jin se detuvo, sorprendido.
—Eso... es correcto.
—Cuando estamos en grupo, siempre te sientas en un lugar donde puedas ver la salida, pero no directamente frente a ella.
Jin entrecerró los ojos.
—¿Me estás espiando?
Taehyung se encogió de hombros.
—Solo lo noté.
Jin no pudo evitar sonreír.
—Está bien, una más.
Taehyung se inclinó un poco hacia adelante, sin apartar la mirada de Jin.
—Cuando estás concentrado, frunces los labios. Como ahora.
Jin sintió un calor inesperado en su rostro.
—Yo...
—También haces eso cuando intentas ocultar que estás sorprendido.
Jin chasqueó la lengua, fingiendo molestia.
—Deja de analizarme.
Taehyung sonrió, satisfecho.
—Tú me pediste que lo hiciera.
El omega se removió en su asiento y desvió la mirada hacia la ventana y trato de calmar los golpeteos emocionados de las mariposas que estaba sintiendo en el estómago.
—Bueno... eso fue mejor de lo que esperaba.
—¿Entonces pasé la prueba?
Jin lo miró de reojo.
—Aún no. Ahora quiero que observes a alguien más en la cafetería y me digas tres detalles sobre esa persona.
Taehyung suspiró, pero hizo caso. Miró a su alrededor hasta que encontró a un chico sentado unas mesas más adelante, escribiendo en su computadora.
—Ese omega lleva más de diez minutos con la mano en la barbilla. Está pensando en algo que lo frustra.
Jin asintió.
—Bien, dos más.
—Tiene un bolígrafo rojo al lado de su computadora, pero no lo ha tocado. Prefiere escribir solo en digital.
—¿Y la última?
Taehyung observó un momento más antes de responder.
—Cada vez que alguien pasa cerca, se inclina un poco más sobre su computadora. No quiere que nadie vea lo que está escribiendo.
Jin sonrió.
—Felicidades. Pasaste la prueba.
—¿Eso significa que ahora puedo cortejar a un omega?
Jin apoyó los codos sobre la mesa, mirándolo con diversión.
—Significa que eres un poco menos torpe en esto de entender a los omegas.
Taehyung rodó los ojos, pero en el fondo se sintió orgulloso. Jin terminó su café y se puso de pie.
—Vamos, el tercer paso lo practicaremos en otro momento.
Taehyung lo siguió sin dudar, pero mientras caminaban juntos por el campus, no pudo evitar pensar en algo: De todos los detalles que había notado antes... El más importante era el que Jin aún no había descubierto. Que cada vez que Taehyung lo miraba... no podía apartar la vista.
☆☆☆☆☆
Paso 3: El Lenguaje Corporal y la Proximidad
El aula estaba vacía, excepto por Jin y Taehyung. Jin había elegido este lugar para la lección de hoy porque necesitaban espacio para moverse, aunque ahora que estaba aquí con Taehyung, comenzaba a preguntarse si esa había sido una buena idea.
—Bien— dijo Jin, cruzándose de brazos —Hoy aprenderás sobre el lenguaje corporal de los omegas y la importancia de la proximidad en el cortejo.
Taehyung se apoyó despreocupadamente en un pupitre.
—¿Eso significa que nos vamos a abrazar?
Jin lo miró con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Claro que no. Significa que vas a aprender a leer las señales que un omega da cuando está cómodo o incómodo con un alfa cerca.
—Entiendo— Taehyung inclinó la cabeza —¿Cómo quieres que lo practique?
Jin respiró hondo.
—Primero, vamos a hacer un pequeño ejercicio. Yo haré de omega y tú actuarás como un alfa que quiere cortejarme. Pero tienes que guiarte por mi lenguaje corporal para saber cuándo acercarte y cuándo no.
Taehyung sonrió. Era su oportunidad.
—Entonces tengo permiso para cortejarte por hoy.
Jin sintió un ligero calor en su rostro, pero lo ignoró.
—No exageres. Vamos a empezar.
Se ubicaron en el centro del aula, a un metro de distancia. Jin adoptó una postura relajada, con los brazos sueltos a los lados.
—Cuando un omega está así, significa que está abierto a la interacción. Puedes acercarte.
Taehyung dio un paso adelante. Jin mantuvo su postura.
—Si el omega mantiene el contacto visual y no se aleja, significa que está cómodo con tu cercanía. Puedes dar otro paso.
Taehyung lo hizo, sin apartar la mirada. Jin sostuvo su mirada sin problemas, pero de alguna forma, la intensidad de los ojos del alfa le provocó un leve cosquilleo en la nuca.
—Ahora, si un omega baja la mirada o se cruza de brazos...— Jin hizo el gestov —eso significa que se siente incómodo o que necesitas ir más lento.
Taehyung levantó ambas manos en señal de rendición y retrocedió un paso. Jin asintió, satisfecho.
—Bien. Ahora vamos a practicar con algo más realista.
Se giró y caminó hasta la pizarra, dejando que Taehyung estuviera detrás de él.
—Los omegas son sensibles a la cercanía de los alfas, especialmente a su presencia física. Sin siquiera tocar a un omega, puedes hacer que se sienta protegido... o incómodo.
—¿Quieres que me acerque a ti sin tocarte?
—Exacto. Pero debes hacerlo poco a poco, sin que se sienta invasivo.
Taehyung sonrió de lado.
—De acuerdo.
Jin se quedó quieto frente a la pizarra, con los ojos al frente, mientras sentía a Taehyung moverse lentamente detrás de él. Al principio, nada. Pero entonces, de forma casi imperceptible, una presencia cálida empezó a rodearlo. Era como si la temperatura de la habitación hubiera subido. No lo estaba tocando, pero lo sentía. Taehyung estaba justo detrás de él, lo suficientemente cerca como para que Jin pudiera percibir su aroma.
Jin tragó saliva.
—Mmm... esto...
—¿Te sientes incómodo?— susurró Taehyung.
La voz profunda y suave del alfa le hizo estremecerse. Jin se aclaró la garganta.
—No... solo...
Se giró un poco y ahí estaba Taehyung, a solo unos centímetros de él, con los ojos fijos en los suyos. La distancia entre ellos era mínima. Demasiado mínima. Jin sintió un leve calor en sus orejas y apartó la mirada.
—Bien. Has aprendido el punto.
Taehyung no se movió de inmediato.
—¿Seguro?
—Sí. Paso aprobado. Ahora aléjate.
Taehyung soltó una risita y dio un paso atrás, dándole espacio otra vez. Jin respiró hondo y lo miró con una expresión neutra, intentando ignorar lo raro que se sentía su propio cuerpo.
—Para la próxima lección hablaremos sobre protección y apoyo. Por hoy es suficiente.
Taehyung asintió, aunque en su rostro aún quedaba esa sonrisa traviesa. Jin intentó ignorarlo mientras recogía sus cosas, pero no pudo evitar un pensamiento fugaz. Desde que empezaron con este manual, había sentido muchas cosas raras. Y lo peor era que, cada vez que pasaban los días... Taehyung se volvía mejor en cortejarlo sin que él lo notara.
☆☆☆☆☆
Paso 4: Proteger sin sobreproteger
El padre de Jin era estricto con las reglas de la casa, especialmente cuando se trataba de sus hijos.
Por eso, cuando pidió permiso para recibir a Taehyung en su casa él se negó. Namjoon y su madre omega saldrian juntos asi que Nam, no podria esta con él para vigilarlos. Por otro lado su padre iria a trabajar, asi que tuvo que idearselas.
—¿Y si cuido a Kookie?— propuso.
Era la peor idea porque su hermano menor normalmente cada fin de semana o feriado, se iba con su padre alfa al trabajo, el menor era un terremoto que slo su padre podia controlar.
—Esta bien. Seokjin, tú te encargas de cuidarlo. Pero no quiero desastres cuando regrese.
Jin, por supuesto, aceptó sin problema. No era la primera vez que cuidaba a su hermano menor. Lo que no esperaba era que su padre permitiera que Taehyung se quedara con él.
—Mientras no hagan tonterías y se aseguren de que Jungkook esté bien, no tengo problema con que estén juntos.
Eso sí que había sido una sorpresa. Su padre nunca dejaba que estuviera a solas con un alfa, y mucho menos dentro de casa. Pero Taehyung tenía buena reputación a sus ojos, así que lo había considerado una excepción. Y ahí estaban, sentados en la sala, mientras Jin explicaba la siguiente lección del manual.
—Este paso trata de saber cómo proteger sin sobreproteger— dijo Jin, cruzándose de brazos.
Taehyung arqueó una ceja.
—¿Eso no es lo mismo?
Jin negó con la cabeza.
—No. Proteger es estar ahí cuando se necesita ayuda. Sobreproteger es tomar todas las decisiones por el omega y no dejarlo hacer nada por sí mismo.
—Ah...— Taehyung asintió —O sea que no se trata de ser un alfa dominante, sino uno confiable.
Jin sonrió.
—Exacto. Anotare eso.
Taehyung se rascó la nuca.
—Suena más complicado de lo que pensé.
—Por eso es parte del manual.
Antes de que Taehyung pudiera decir algo más, un grito entusiasta resonó en la sala.
—Taetae. Atrápame si puedes.
Jungkook apareció corriendo con una pistola de agua en las manos y una sonrisa traviesa en el rostro.
Jin frunció el ceño.
—Jungkook, ¿qué tienes ahí?
—Nada...
—Jungkook.
El niño abrazó su pistola como si fuera un tesoro.
—Es solo un juguete.
—Sabes que no puedes jugar con agua dentro de la casa.
—Pero hyung...
—No. Dámela.
Jungkook hizo un puchero, mirando a Taehyung en busca de apoyo.
—Tae...
Taehyung se encogió de hombros.
—Reglas son reglas, pequeño.
Jungkook infló las mejillas, claramente molesto.
—Pues si no puedo jugar, entonces...
Antes de que nadie pudiera detenerlo, apretó el gatillo. El chorro de agua salió disparada directo al sofá de tela delicada, dejando una mancha oscura en el costoso material. Jin abrió los ojos como platos. Al parecer su hermano le habia hechado algo de pintura porque la tela color crema se tiño de amarillo.
—Jungkook.
Jungkook soltó la pistola y salió corriendo.
—Fue un accidente. No me atrapen.
Jin se pasó una mano por el rostro.
—Papá me va a matar.
Taehyung, en cambio, ya se estaba arremangando la camisa.
—Tranquilo, hyung, esto tiene solución.
Se levantó rápidamente y fue a la cocina a buscar toallas, tambien limpiatodo, regresando en menos de un minuto.
—Dame una— dijo Jin, extendiendo la mano.
—No— respondió Taehyung con una sonrisa.
—¿No?
—Tú ve por tu secador de cabello. Yo limpio esto.
Jin dudó por un momento, pero terminó haciéndole caso. Cuando regresó, encontró a Taehyung arrodillado frente al sofá, absorbiendo el agua con paciencia, asegurándose de no frotar demasiado para no dañar la tela.
—¿Qué tan grave está?— preguntó Jin, encendiendo el secador.
—Si lo secamos rápido, no quedará marca.
—Dios, mi papá nos habría castigado de por vida si esto se arruinaba...
Taehyung sonrió mientras continuaba secando.
—Ya ves, hyung. Proteger sin sobreproteger.
Jin parpadeó.
—¿Eh?
—En lugar de regañar a Jungkook hasta hacerlo llorar o encerrarlo en su cuarto, primero resolvemos el problema— explicó Taehyung —Y luego hablamos con él para que entienda por qué estuvo mal.
Jin se quedó en silencio un momento. No era la primera vez que un alfa ayudaba en casa o solucionaba un problema, pero la manera en que Taehyung lo hacía... se sentía diferente. Cálido. Responsable.
—Eso fue bastante maduro de tu parte, Tae.
—Lo sé— respondió con una sonrisa divertida.
Jin bufó y le lanzó una toalla en la cara.
—No seas engreído.
Taehyung solo rió y siguió secando, mientras Jungkook, que había estado espiando desde la puerta, se acercaba con expresión culpable.
—Lo siento, hyung...
Jin suspiró y lo miró con los brazos cruzados.
—Jungkook, sabes que si hubieras mojado las alfombras, olgun cuadro u objeto delicado, papá nos habría castigado a los tres, ¿verdad?
El niño asintió, bajando la mirada.
—No volveré a hacerlo.
Taehyung sonrió y le revolvió el cabello.
—Eso espero, pequeño. Pero si quieres jugar con agua, mejor afuera.
Jungkook levantó la cabeza y lo miró con admiración.
—Tae, ¿puedo casarme contigo cuando sea grande?
Jin se atragantó con su propia saliva.
—Jungkook.
Taehyung soltó una carcajada y le guiñó un ojo al niño.
—Lo siento, hyung, parece que tengo un nuevo pretendiente.
Jin rodó los ojos, pero no pudo evitar notar cómo su corazón latía un poco más rápido de lo normal.
☆☆☆☆☆
Paso 5: Ser confiable en todo momento
El día después del desastre del sofá, Jin estaba en la biblioteca de la universidad, revisando libros para un ensayo. Normalmente estudiaba con Namjoon, pero su hermano menor tenía una actividad con su clase, así que esta vez estaba solo. O al menos eso pensaba, hasta que escuchó una voz familiar susurrando cerca de él.
—Hyung, ¿necesitas ayuda con eso?
Jin levantó la mirada y vio a Taehyung de pie frente a él, con su eterna sonrisa tranquila y rectangular y un café en cada mano.
—¿Qué haces aquí?— susurró Jin, sorprendido.
Taehyung se encogió de hombros y le tendió uno de los cafés.
—Pensé que podrías necesitar un descanso.
Jin lo aceptó, aunque aún lo miraba con sospecha.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Te vi entrar cuando llegué— respondió Taehyung con voz baja, tomando asiento frente a él.
Jin frunció el ceño.
—¿Llegaste por casualidad?
Taehyung apoyó los codos en la mesa, inclinándose ligeramente hacia él.
—Llegué porque quería verte.
Jin sintió un leve calor en las mejillas que viajo a sus orejas y se expandiria pronto a su cuello pero se aclaró la garganta y apartó la vista, llevándose el café a los labios para disimular.
—Gracias... supongo.
Taehyung sonrió y sacó su propia libreta de apuntes.
—¿Qué estudias?
—Psicología del desarrollo en omegas jóvenes.
—Suena complicado.
—Lo es.
Taehyung estiró la mano y hojeó algunas páginas del libro que Jin tenía abierto.
—¿Y qué parte te tiene más confundido? Jin lo miró con sorpresa.
—¿Quieres ayudarme?
—Por supuesto— susurró Taehyung con naturalidad —Un alfa debe ser confiable en todo momento, ¿no?
Jin parpadeó, desconcertado.
—¿Te estás tomando el manual demasiado en serio o es mi imaginación?
Taehyung le sostuvo la mirada, con una leve sonrisa.
—Depende, hyung. ¿Te molesta?
Jin frunció los labios, pensativo.
—No, pero...
—Entonces dime en qué te ayudo.
Jin lo miró por un momento y luego suspiró. No iba a ganar esa discusión.
—Está bien, pero no te burles si hago preguntas tontas.
Taehyung dejó el libro y entrecerró los ojos, fingiendo estar ofendido.
—Jamás me burlaría de ti, hyung.
Jin sintió extrañamente sincera aquella respuesta. Aunque siempre había visto a Taehyung como alguien juguetón, en ese momento se sentía diferente. Más maduro. Más presente.
Y sin darse cuenta, empezó a depender un poco más de su compañía.
☆☆☆☆☆
Paso 6: Los regalos significativos
El bullicio en la casa de los Kim era más grande de lo habitual. Jungkook, con su inagotable energía, había invitado a sus amigos Hoseok y Yoongi a jugar, y ahora los tres estaban sentados en el comedor, rodeados de cuentas de colores y cordones, concentrados en hacer pulseras.
Namjoon, por otro lado, estaba claramente molesto.
—Esto es tan injusto— murmuró, cruzado de brazos en el sofá junto a Jin —Sólo quería ir al cine con mi novio.
Jin rodó los ojos, cansado de las mismas discusiones de Namjoon y su padre.
—Podrás ver la película, pero en casa y con supervisión. Es un trato justo.
—No, no lo es. Jimin no me haría nada... aún.
—Exactamente, aún— interrumpió la voz firme de su padre alfa desde la cocina.
Namjoon se estremeció y prefirió no seguir discutiendo. Minutos después, la puerta sonó y Jungkook corrió a abrir.
—Jimin-hyung.
El alfa entró con su sonrisa radiante y una bolsa de palomitas en la mano.
—Hola, pequeño. ¿Listo para la película? Jungkook asintió emocionado y luego vio a la persona detrás de Jimin. —Taetae hyung.
Taehyung sonrió y despeinó al niño al pasar.
—¿Qué haces, Jungkookie?
—Hacemos pulseras, ¿quieres una?
—Por supuesto.
—Entonces siéntate.
Taehyung obedeció con una sonrisa y se acomodó junto a los niños en el comedor. Jin observó la escena con curiosidad.
—¿Desde cuándo te gustan las pulseras?
Taehyung se encogió de hombros mientras Hoseok le entregaba un hilo y algunas cuentas.
—Si Jungkook dice que haremos pulseras, entonces hacemos pulseras.
Jin frunció los labios, sintiendo una calidez extraña en el pecho. Taehyung era... atento de una forma que muchos alfas no eran. En ese momento, una idea cruzó su mente.
—Deberíamos incluir esto en el manual— dijo en voz alta.
Namjoon, que aún estaba en su berrinche, levantó la cabeza.
—¿El qué?
—El regalar cosas significativas. No solo cualquier cosa, sino algo que realmente tenga valor para el omega.
Namjoon pareció pensarlo.
—Es una buena idea. Algo pequeño pero especial. Sumaras puntos en tu proyecto.
Jin asintió y miró de nuevo a Taehyung. Sin que él lo notara, Hoseok había tomado su mano y estaba ayudándolo a atar la pulsera que acababan de hacer. Se veía ridículamente concentrado. Jin se mordió el labio, sintiendo de nuevo ese calor en su pecho.
—Sí... algo significativo. Sin darse cuenta, Taehyung estaba cumpliendo cada paso del manual sin siquiera necesitar que se lo enseñaran.
☆☆☆
—No.
Jin parpadeó, incrédulo.
—¿Cómo que no?
Su padre, con los brazos cruzados y su expresión seria de siempre, lo miró fijamente.
—No vas a salir solo con un alfa.
—Pero es Taehyung— insistió Jin —Es mi amigo.
—No me importa. Sólo irás si Namjoon va contigo. Jin apretó los labios, conteniendo un bufido infantil.
—Está bien. Al menos esta vez no tendría que cuidar a Jungkook, quien iría al doctor con su padre.
Eso le daba un poco más de libertad.
Su padre, al ser ginecólogo, veía demasiados omegas embarazados que habían sido abandonados por sus alfas, y por eso era tan estricto con sus hijos. No los dejaría en manos de cualquiera. Jin suspiró, resignado.
—Namjoon, vamos a salir.
—¿A dónde?
—A una alfarería.
Namjoon lo miró con sospecha.
—¿Y por qué yo tengo que ir?
—Porque nuestro padre no me deja salir sin ti.
Namjoon se echó a reír.
—Vaya, qué ironía. Ahora eres tú el que necesita supervisión. Tanto que me juzgabas.
Jin lo fulminó con la mirada.
—¿Vas o no?
Namjoon suspiró dramáticamente.
—Si tengo que aguantar su cursilería, al menos que Jimin venga también.
Jin lo pensó por un momento y luego asintió.
—Está bien.
Namjoon sonrió satisfecho y sacó su teléfono, veria a su novio sin avisarle a su padre.
☆☆☆
La alfarería tenía un ambiente relajante, con música suave de fondo y un aroma a arcilla húmeda flotando en el aire.
—¿Por qué aquí?— preguntó Taehyung mientras observaba las mesas cubiertas con pequeños bloques de barro.
Jin se encogió de hombros.
—Puse en el manual que los regalos deben ser significativos. ¿Qué mejor que algo hecho con tus propias manos?
Taehyung arqueó una ceja, divertido.
—Entonces, ¿vamos a hacer algo para los omegas?
—Exacto.
Jimin y Namjoon ya estaban sentados juntos, susurrando y riendo. Se notaba que Namjoon estaba emocionado por compartir una cita con su alfa, aunque su padre no lo supiera.
—Bien— dijo Jin, acomodándose en su asiento —Vamos a hacer tazas.
Taehyung sonrió.
—Tazas, ¿eh? ¿Para el té?
—Para lo que sea— respondió Jin —Lo importante es que sea algo especial.
Ambos se pusieron manos a la obra. Jin, con su concentración habitual, moldeó con paciencia su arcilla hasta darle forma. Taehyung, en cambio, luchó contra la masa que parecía no querer cooperar con él.
—Esto es más difícil de lo que pensaba— murmuró el alfa, con las manos cubiertas de barro.
Jin rió suavemente.
—Tienes que ser paciente.
—No es mi fuerte.
—Sí, ya me di cuenta.
Taehyung lo miró de reojo, fingiendo ofensa.
—¿Me estás insultando?
—No, te estoy enseñando.
Taehyung sonrió y volvió a intentarlo. Después de varios intentos fallidos, supervision de los encargados, finalmente logró darle una forma aceptable a su taza.
—Lo logré— exclamó con orgullo. Jin lo miró con aprobación.
—No está mal para ser tu primera vez.
—Oye, eso sonó raro.
Jin le dio un leve golpe en el brazo.
—No seas infantil.
Taehyung rió y miró su taza con satisfacción.
—¿Ahora qué sigue?
—Ahora la decoramos.
Ambos se dedicaron a pintar y personalizar sus tazas.
Jin dibujó pequeñas estrellas en la suya, mientras que Taehyung hizo algo más inesperado.
—¿Es... un cerdito?— preguntó Jin, observando la figura pintada en la taza de Taehyung. El alfa sonrió con picardía.
—Es un "worldwide handsome" cerdito.
Jin sintió su cara calentarse.
—¿Me hiciste a mí en tu taza?
Taehyung se encogió de hombros, haciéndose el desentendido.
—Dijiste que tenía que ser un regalo significativo.
Jin no supo qué responder.
Su corazón latía más rápido de lo normal, pero decidió ignorarlo. Al final del día, cada uno tenía su propia taza personalizada. Jin miró la suya con una sonrisa, pero no pudo evitar que su atención regresara a la de Taehyung. Un cerdito con su nombre debajo. Un regalo significativo. Sin darse cuenta, Taehyung estaba cumpliendo cada paso del manual sin necesitar que se lo enseñaran.
Y Jin estaba empezando a notarlo.
☆☆☆☆☆
Paso Final: El Último Regalo, aceptación del cortejo
Jin estaba concentrado en la pantalla de su laptop, organizando toda la información que había recopilado para su proyecto. El manual estaba casi terminado.
Casi.
Leyó los pasos una vez más, asegurándose de que no le faltara nada y que todo tuviera coherencia, pero cuando llegó al final, se detuvo. No había un último paso.
—¿Cómo pude olvidarlo?— murmuró, pasando las páginas con rapidez.
El paso final. La conclusión. La prueba definitiva del cortejo. Suspiró y sacó su teléfono.
Yo:
Tae, ¿puedes venir un momento?
Claro, si estas cerca
Tae:
Claro, hyung.
Estoy cerca.
Yo:
Genial.
Te envio mi ubicación.
Apenas unos minutos después, Taehyung apareció en la puerta del aula donde Jin se había refugiado para trabajar. Traía su gran mochila colgada del hombro y su sonrisa habitual en el rostro.
—¿Qué pasa, hyung?
Jin lo miró y señaló su laptop.
—Estoy terminando el manual, pero me di cuenta de que falta algo. Taehyung se sentó frente a él con interés.
—¿Qué falta?
—El paso final— explicó Jin, frotándose las sienes —Algo que cierre todo el proceso de cortejo.
Taehyung se quedó en silencio, mirándolo con ternura.
—¿Y qué crees que debería ser?
Jin suspiró.
—No lo sé. Tal vez... un regalo importante. Algo que simbolice el final del proceso y el inicio de la relación.
Taehyung sonrió levemente y abrió su mochila.
—¿Como esto?
Jin parpadeó cuando Taehyung sacó un lienzo envuelto en papel grueso.
—¿Qué es eso?
—Un regalo.
Jin lo tomó con cuidado y retiró el envoltorio. Sus ojos se abrieron con sorpresa. Era un cuadro. Un retrato de él. No una pintura genérica ni estilizada. Era él, con una expresión serena, bajo un cielo estrellado.
—Lo pinté yo— dijo Taehyung en voz baja —Quería que fuera mi primer regalo de cortejo para ti o bueno, el ultimo, el significativo.
Jin sintió que el aire se le atascaba en la garganta.
—¿Tu... primer regalo de cortejo? Taehyung asintió.
—He estado siguiendo todos los pasos, hyung. Contigo.
Jin sintió cómo su mundo entero se ubiese detenido. Cada salida. Cada lección. Cada gesto. Taehyung no estaba aprendiendo a cortejar a un omega. Lo estaba cortejando a él.
—Tae... Taehyung inclinó la cabeza, observándolo con paciencia.
—No tienes que responder ahora
— dijo con suavidad —Solo quería que lo supieras. Y me des permiso para cortejarte.
Jin miró el cuadro en sus manos y luego a Taehyung. Su corazón latía con fuerza, su mente era un caos.
—Dame tiempo— susurró.
Taehyung sonrió con dulzura.
—Tómate el que necesites. Jin asintió, sosteniendo el cuadro con más fuerza. Porque ahora lo sabía. Le gustaba Taehyung. Y no tardaría mucho en responder.
☆☆☆☆☆
Éxito en el Manual
Jin respiró hondo antes de empezar su presentación. Frente a él, su maestro esperaba con interés, mientras sus compañeros lo miraban con distintas expresiones. Algunos alfas ya sonreían con escepticismo, mientras que varios omegas parecían genuinamente interesados.
—Mi proyecto final es un manual de cortejo— anunció con firmeza —Uno que, basado en la experiencia de múltiples omegas. Busca guiar a los alfas en el proceso de enamorar correctamente a un omega, claro, después de que el omega dio su consentimiento para ser cortejado.
Hubo algunas risas en la sala, especialmente de los alfas, pero Jin no se inmutó.
—El problema que abordamos es la falta de conocimiento sobre el cortejo adecuado. Muchos omegas han sido mal cortejados en algún momento, lo que ha llevado a rechazos innecesarios, incomodidades y en el peor de los casos, relaciones que nunca debieron comenzar.
Varios omegas asintieron con seriedad. Jin pasó a explicar los pasos detalladamente, desde la comunicación inicial hasta el último regalo. Expuso los resultados obtenidos y cómo cada fase había demostrado ser efectiva cuando se aplicaba correctamente.
—Como resultado, puedo afirmar que el manual funciona— concluyó con una sonrisa —Y lo digo por experiencia propia.
El maestro alzó una ceja con curiosidad.
—¿Lo probaste tú mismo?
Jin asintió.
—Sí. Sin darme cuenta, fui el sujeto de prueba de mi propio manual.
El aula estalló en murmullos, algunos sorprendidos y otros divertidos. El maestro le sonrió y comenzó a aplaudir.
—Excelente trabajo, Kim Seokjin. Tienes una idea sólida y bien fundamentada. Si lo deseas, podrías publicar este manual. Y si en el futuro no se te ocurre otro tema, tal vez podrías convertirlo en objeto de tesis evaluando más sujetos.
Jin sintió una ola de orgullo recorrerlo. Salió del aula con la nota aprobatoria en la mano, notas para mejorar el manual y una gran sonrisa en el rostro.
Su teléfono vibró con un mensaje.
Tae🐯🥰:
¿Cómo te fue, hyung?
Jin sonrió más.
Yo:
Aprobado.
Salgo en un momento.
Al alzar la vista, vio a Namjoon y Jimin esperándolo en el pasillo. Y más adelante, apoyado contra la pared con su sonrisa serena, estaba Taehyung. Su alfa. Su novio.
Jin se acercó a él con pasos tranquilos, disfrutando la sensación de saber que todo había valido la pena. Taehyung lo recibió con una sonrisa y sin dudarlo le dio un beso suave, como si aquello fuera lo más natural del mundo.
—¿Vamos?— preguntó el alfa con voz cálida.
Jin asintió, entrelazando sus dedos con los de Taehyung mientras se alejaban conversando.
Porque sí.
El manual fue un éxito.
Chapter 8: 6. SWEAT FOR ME - JINKOOK
Chapter Text
—¿Y entonces qué dijo el jefe?— preguntó Taehyung con la voz baja, apenas audible sobre el zumbido de los ventiladores que colgaban perezosamente del techo del gimnasio. Era de noche, pasadas las diez y aunque el centro cerraba oficialmente a las once, casi nadie se quedaba tan tarde. Nadie excepto los obsesionados con el cardio nocturno y los adictos al preentreno.
—Que sí, que lo contrató. Otro alfa— respondió Jimin, mientras apoyaba la cadera contra el mostrador de recepción, jugando con una goma de su carpeta de registros —Y por lo que dijo Namjoon hyung... viene de un gimnasio de la costa. De esos de influencers, ¿sabes?
—¿Guapo?— intervino Jungkook sin levantar la mirada del teléfono, donde revisaba el cronograma de clases. Estaba de descanso entre sesiones de entrenamiento personalizado. Tenía el cabello recogido en un moño desordenado, la camiseta empapada por la rutina intensa que él mismo había impuesto para sus clientes. No hablaba mucho en el grupo, pero cuando lo hacía, todos se callaban un momento.
Taehyung rió, y Jimin se encogió de hombros con rostro serio.
—Supongo. Digo, es Seokjin. Así lo presentaron en el grupo de empleados: Kim Seokjin, entrenador certificado, musculación y resistencia. Tiene más de ocho años de experiencia y certificaciones en nutrición deportiva. ¿Nombre coreano, cara perfecta, altura de modelo? ¿Suena guapo, no?
—Demasiado perfecto— comentó Taehyung, entrecerrando los ojos mientras sonreia —Ya quiero verlo interactuar con los clientes a medianoche, cuando los únicos que entran son freaks que sudan testosterona y no saben devolver las mancuernas a su sitio.
Jungkook dejó el celular sobre la barra, se estiró y pasó una mano por su nuca mojada.
—¿Saben cuál es mi problema con los alfas como él?
—¿Cuál? —preguntó Jimin, aunque ya sabía por dónde venía la cosa. Jungkook siempre tenía una teoría para todo.
—Que creen que solo por ser alfas, musculosos y con sonrisa fácil, el lugar les pertenece. Y aquí ya hay estructura. Jerarquía. Gente que se ha ganado su espacio.
Jimin asintió, con la mirada seria.
—Y tú eres el rey de esta jungla, ¿no?— dijo Taehyung con un tono burlon.
Jungkook no sonrió, pero sus ojos brillaron con algo peligroso.
—No el rey. Pero me lo he ganado todo. A pulso. Cada cliente, cada clase, su respeto. Si el tal Seokjin viene con ínfulas de salvador, va a tener que sudar por ese lugar. Literalmente.
—Ya me estoy calentando— murmuró Jimin, divertido.
—Deja de sexualizar todo— le dijo Taehyung, riendo.
—No puedo, ¿has visto cómo habla Jungkook cuando se enfada?
Y en medio de esa charla distendida, la puerta de entrada se abrió con el suave pitido del sensor de seguridad. Todos giraron la cabeza.
Entró un hombre. Alto. Muy alto. Piel clara, mandíbula marcada, cabello castaño y corto, peinado con un orden que rozaba lo esnob. Camiseta negra ajustada que resaltaba sus hombros anchos y cintura estrecha, que se pegaba al torso como si no soportara no abrazarlo. Piernas largas y firmes bajo un pantalón deportivo. Y una mirada... bueno. No era desafiante. Pero no era humilde.
Era segura. Precisa. Un poco arrogante.
—Buenas noches— saludó, con una voz profunda que parecía sacada de un comercial de perfume caro —¿Jungkook?
Jungkook lo miró como si le estuvieran ofreciendo agua de colonia vencida.
—¿Sí?
—Namjoon me dijo que tú podrías mostrarme el lugar. Me pidió que viniera hoy para conocer la rutina del turno de noche, ya que empezaré en dos días.
Jungkook lo evaluó sin responder. No había desagrado real en su expresión, pero sí un juicio silencioso. Algo medido. Como si ya supiera exactamente en qué caja quería meter a Seokjin.
—Claro— dijo al fin, cruzando los brazos. —Sígueme.
Mientras ambos se alejaban por el pasillo hacia la zona de peso libre, Taehyung y Jimin se miraron.
—¿Viste eso?— susurró el beta con cizaña.
—Vi que midieron fuerzas con la mirada. Dos segundos y ya querían arrancarse la graganta— dijo el omega peinando su cabello con sus manos y una gran sonrisa cuadrada.
—O la camiseta— concluyo Jimin.
—O ambas...
☆☆☆☆
La noche transcurrió sin drama. Seokjin fue educado, hizo preguntas inteligentes y no interrumpió cuando Jungkook explicaba. Pero tampoco se mostró impresionado. No hizo ningún comentario adulador. No buscó caerle bien a nadie. Mantuvo una distancia profesional, precisa e irritante.
Y al final del recorrido, cuando Jungkook lo acompañó de regreso al área de recepción, Seokjin lo miró con una leve inclinación de cabeza.
—Gracias por el tour. Sé que no es fácil confiar en alguien nuevo en tu territorio pero lo aprecio.
Jungkook alzó una ceja.
—¿Territorio? Esto es un gimnasio, no una manada.
—Claro. Pero los alfas siempre entendemos ese subtexto, ¿no?
Seokjin no esperó respuesta. Se marchó con pasos largos y decididos, dejando un aroma sutil de y poco comun para un alfa, cerezas y canela y una estela de tensión flotando en el aire.
Jungkook se quedó mirándolo irse, los labios apretados.
—Presuntuoso de mierda —murmuró, pero no podía negar algo, su corazón iba más rápido de lo normal y no por el cardio.
☆☆☆☆
El gimnasio estaba particularmente lleno para ser martes por la tarde. La playlist de las canciones de moda sonaba desde las bocinas del sistema, combinada con el estruendo de los pasos, risas, jadeos y el leve pitido de máquinas encendidas. A las cinco en punto, la zona de entrenamiento funcional comenzaba a llenarse de clientes habituales y uno que otro curioso nuevo.
—No puedo creer que Namjoon hiciera esto sin avisarme— bufó Jungkook, ajustándose los guantes de cuero negro. Su mandíbula apretada era un signo claro para Taehyung de que estaba tratando de no explotar. —Me dijo que tenía la clase de HIIT completamente asignada.
—Tal vez pensó que sería interesante ver cómo se manejan dos alfas en la misma clase— sugirió el omega en respuesta, que a esas alturas había aprendido a flotar por encima de los egos con una sonrisa diplomática y sus aromas tan asfixiantes —Además, ya viste que Seokjin no es un idiota. Tiene presencia y ademas es amable.
—Tiene aire de actor de drama que nunca hace piernas y ademas tu lo dices porque eres un omega soltero— respondió Jungkook, justo cuando el mencionado apareció.
Seokjin entró con puntualidad quirúrgica. Ropa deportiva gris claro, cabello ligeramente húmedo, botella de agua en mano y una calma que parecía ensayada. Saludó con una leve inclinación de cabeza a los asistentes que ya lo habían visto el día anterior, sin detenerse demasiado en nadie. Ni siquiera en Jungkook.
—¿Listo para coordinar la clase?— preguntó con voz neutra, extendiéndole una tablet con el esquema que Namjoon les había mandado, treinta minutos de HIIT compartido, diez minutos de estiramiento libre. Ambos debían liderar por turnos de cinco minutos.
—No suelo compartir micrófono— dijo Jungkook, sin tomar la tablet.
—Me imagino —replicó Seokjin, con una pequeña sonrisa cargada de sarcasmo —Pero hoy tendrás que hacerlo.
El público comenzó a agruparse frente a la zona marcada con cintas fluorescentes. Beomgyu, que estaba en el área de zumba ese día, asomó la cabeza y le hizo una seña a Taehyung.
—¿Van a pelear con mancuernas o con miradas hoy?— dijo el omega mas joven.
Taehyung se encogió de hombros.
—Aún no decido por quién apostar.
La clase comenzó. Jungkook tomó el primer turno, como si si estuviese compitiendo desde el minuto uno. Su voz grave y segura llenaba el espacio como si hubiese nacido para dirigir ejércitos.
—¡Vamos! ¡Sentadilla profunda, salto explosivo, veinticinco segundos! ¡Tienen piernas, úsenlas!
Seokjin, lejos de quedar al margen, no se achicó. Durante su turno, dirigió con el mismo tono dominante, pero con una elegancia extraña. No gritaba. Daba órdenes como si sus palabras tuvieran peso por sí solas. Y la gente lo seguía.
—Recuerden muchachos, la fuerza nace del control. Si están agitados, bajen la velocidad. Esto es técnica, no ego.
Al minuto quince, la tensión entre los dos era palpable. Ninguno hablaba directamente al otro, pero ambos se interrumpían sin intención aparente, corregían con toques breves a los mismos alumnos, y tomaban exactamente el mismo espacio físico durante las rotaciones. Como si ninguno quisiera ceder un centímetro.
En un momento, Jungkook tomó una pesa del rack justo cuando Seokjin iba a hacer lo mismo.
—Perdón— dijo Jin, sin apartar la mano.
—Primero en llegar— respondió Jungkook, con media sonrisa retadora.
—Primero en usarlo bien— contraatactó Jin, tomando otra pesa del mismo set sin quitarle la mirada.
Y si bien el roce no escaló más allá de eso, Taehyung, desde el fondo, sabía que esa batalla apenas comenzaba.
☆☆☆☆
Después de la clase, en los vestidores, Jimin, el pequeño beta se acercó a Seokjin mientras este guardaba su tablet.
—No lo tomes personal— le dijo con tono ligero —Jungkook puede parecer... territorial. Pero en el fondo, solo quiere saber que te importa esto tanto como a él.
—¿Tanto como para marcar cada espacio con su olor?— preguntó Seokjin, con un tono casi irónico.
—Bueno, son alfas. Supongo que no saben hacerlo de otra manera.
Jimin lo observó un segundo más, como si quisiera ver más allá del rostro perfecto. Luego se encogió de hombros.
—Igual, bienvenido. Por lo que vi, sabes lo que haces.
—Gracias. No vine a hacer enemigos pero no pienso pedir permiso para hacer lo mío.
Desde el otro lado del pasillo, Jungkook los observaba. No escuchaba las palabras, pero veía la cercanía, la sonrisa de Jimin, la calma de Seokjin. Y por alguna razón, algo le ardía bajo la piel.
No celos. No exactamente. Pero sí la sensación visceral de estar perdiendo algo que antes era suyo. Territorio, le había dicho Seokjin y quizás tenía razón.
☆☆☆☆
—¿Una cabaña para los dos?— repitió Jungkook, sin disimular su molestia mientras miraba la pantalla del correo recién enviado por Namjoon.
—No hay lugar para más quejas —dijo Jimin desde la recepción del gimnasio, revisando su propia copia del itinerario. —Las cabañas son para el staff. Los clientes tienen glamping, carpas de lujo y eso. El parque está sobrevendido desde hace semanas.
—¿Y Namjoon lo decidió así sin consultarnos?— insistió Jungkook, girándose hacia su jefe que estaba saliendo de su oficina como si nada.
—¿Pasa algo?— preguntó Namjoon con una taza de matcha en mano, completamente fresco.
—¿Qué es eso de que Seokjin y yo compartimos cabaña?
Namjoon se encogió de hombros.
— Te equivocas, la organización del evento nos asignó una cabaña con cuatro habitaciones, una para Taehyung y Jimin, otra para ustedes otra para Beomgyu y kai y otra para mi y mis esposo . No hay presupuesto para habitaciones individuales si lo que queremos es ganar buenas comisiones por esto. Además, están ahí en representación del gimnasio, no de vacaciones.
Jungkook apretó los dientes.
—¿Y por qué no lo mandas con alguno de los otros?
—Porque Jimin y Taehyung están a cargo de logística y atención al cliente y por otro lado Beomgyu y Kai estan a cargo de las propuestas de Zumba— respondió Namjoon, muy relajado —mientras que Seokjin y tu son nuestros entrenadores estrella en HIIT y tienen que mostrar cohesión.
—¿Cohesión?— repitió Seokjin, que acababa de llegar, aún con su bolso al hombro.
—¿La tensión erótica no cuenta como cohesión?— murmuró Jimin, ganándose una mirada furica de ambos alfas.
Taehyung soltó una carcajada desde la oficina administrativa.
—Van a sobrevivir— dijo Namjoon, terminando su matcha —Y si no lo hacen, al menos hagan que sea entretenido para los demás.
☆☆☆☆
El viaje hasta el parque ecológico fue largo. Cuatro horas en camioneta, con parada a mitad de camino para estirar las piernas y tomar café. Jungkook iba al volante, con Taehyung de copiloto. Jimin dormía en la parte trasera con los auriculares puestos. Seokjin, a su lado, miraba por la ventana con el ceño relajado. Beomgyu y Kai conversaban de algo que el no lograba entender y su jefe estaba con su esposo tratando de entretener a su hijo pequeño.
Pero el no lograba dejar de pensar en las cabañas. Lo que más le molestaba no era compartir la cabaña con otro alfa. Era compartirla con ese alfa. Jungkook tenía el tipo de presencia que se imponía sin pedir permiso. Un físico impecable, sonrisa medida, y ese aire de "sé exactamente quién soy" que a Jin le parecía peligroso. No porque lo intimidara sino porque lo desafiaba.
Y Jin odiaba ser desafiado sin razón.
La cabaña que les asignaron no era gran cosa, pero tampoco era una choza. Madera clara, techos inclinados, una cocina abierta, tres habitaciones pequeñas y una ligeramente grande aunque afortunadamente cada habitacion tenia baño.
—¿Te molesta si me quedo con la de la izquierda?— preguntó Jin, dejando su mochila en el suelo.
—Tomá la que quieras. Mientras no ronques, no tengo drama— respondió Jungkook, cruzándose de brazos frente a la puerta del baño.
—No ronco.
—Entonces ya vamos bien.
Jin lo miró un segundo más de la cuenta. No era burla lo que veía en los ojos de Jungkook, sino algo más sutil. ¿Curiosidad, quizás? O ese impulso competitivo que latía entre ellos desde el primer día que coincidieron en la sala de pesas del gimnasio.
Jimin entró con una caja llena de credenciales y planillas.
—Chicos, el cronograma, mañana a las siete tienen su primera clase individual. Jungkook, cardio funcional. Jin, movilidad consciente. El domingo al mediodía hacen la clase conjunta. Y Namjoon quiere que planifiquen algo "dinámico y memorable". Lo dijo así, como si fuera un eslogan de spa caro.
—¿Dinámico y memorable?— repitió Jungkook, alzando una ceja.
—Ya veo venir las abdominales con fuego y tambores tribales— ironizó Jin, tomando la hoja.
—Si me vas a tirar una pesa en la cara, hazlo con ritmo— agregó Jungkook, casi divertido.
El silencio que siguió no fue incómodo fue cargado de algo que no sabe describir.
Esa noche, después de cenar con el resto del equipo, Seokjin y Jungkook volvieron a la habitacion. El bosque se sentía demasiado silencioso, el tipo de ambiente que expone cualquier roce o palabra dicha con doble intención.
Ambos se sentaron con sus tablets en la mesa rústica de la cocina, diseñando la clase conjunta.
—Propongo cuatro bloques de diez minutos, activación, fuerza, movilidad y respiración— dijo Jin, escribiendo con agilidad.
—¿No quieres añadir cardio?— preguntó Jungkook, girando su pantalla para mostrar su propio esquema.
—Lo cubrimos el sábado. No quiero repetir estímulos. Prefiero algo que quede grabado por ser distinto, no por ser agotador.
Jungkook asintió. —Eso es inteligente. Aunque igual va a ser agotador si yo guío el bloque de fuerza.
—Mientras no te emociones y empieces a gritar como en tus clases de spinning. Se supone que la gente esta aqui para relajarse.
—¿Me estás criticando?
—Te estoy bajando un poco el ego. Parece que nadie lo hace.
Jungkook lo observó fijamente. Un segundo. Dos. Luego se inclinó hacia él, sin provocación explícita pero con una intensidad que no necesitaba verbalizarse.
—Mi ego no se cae fácil— dijo —Y tu eres demasiado suave.
—Lo que significa que te podria suavizar— contraatacó Jin, sin pestañear.
El ambiente se volvió denso. No incómodo. Pero lleno de tensión, esa que se acumula como electricidad antes de una tormenta.
—Puedes usar el baño primero— dijo Jin, apagando su tablet —Yo todavía tengo que revisar los pulsos musicales para el bloque final.
—Gracias. Pero si me tardo, no es porque me estoy afeitando las piernas.
—No hace falta que lo digas. Ya lo sabía.
Jungkook soltó una risa baja, antes de desaparecer por la puerta del baño.
Seokjin cerró los ojos un instante. Sí. Esto iba a ser complicado. Muy complicado pero también... interesante.
☆☆☆☆☆
Las primeras clases del sábado comenzaron con el cielo aún gris. El parque abría sus actividades a las seis de la mañana, y aunque el aire olía a pino húmedo y tierra fresca, el ambiente entre los entrenadores era todo menos ligero.
Jungkook estaba en su elemento, su clase de cardio funcional tenía más de veinte asistentes y él se movía entre ellos con precisión. Daba indicaciones claras, su voz proyectaba autoridad sin resultar agresiva, y su cuerpo hablaba incluso más que él. Coordinado, fuerte, firme. Cuando terminaba una serie, varios lo miraban como si quisieran aplaudirle. Algunas, incluso, con algo más que admiración.
Desde la zona de hidratación, Seokjin observaba el final de la sesión. No era celos lo que sentía. Era molestia. Pero una molestia fría, controlada. Como cuando alguien entra a tu cocina y usa tu cuchillo favorito sin pedirlo.
Minutos más tarde, le tocaba a él.
Su clase de movilidad consciente era completamente diferente. El ritmo bajaba, los movimientos fluían como secuencias de yoga avanzada y pilates pero con ajustes personales. Seokjin no era ruidoso. Era meticuloso. Cada corrección física era suave pero firme. Cada respiración guiada, medida. Sus alumnos salían como si hubieran pasado por una sesión de fisioterapia y meditación al mismo tiempo.
Cuando ambos terminaron, el resto del equipo ya estaba instalando la zona para el taller conjunto del día siguiente. Jimin supervisaba las bebidas isotónicas, mientras Taehyung organizaba los kits de bienvenida para los asistentes.
—Bien— dijo Namjoon, reuniendo al staff en un círculo informal bajo una carpa —Mañana es nuestro día fuerte. La clase conjunta de ustedes dos— miró a Seokjin y a Jungkook — está en el programa principal, en el horario premium. Sesenta personas.
Jungkook pasó su toalla por el cuello. Jin ni siquiera sudaba.
—Les dimos libertad de propuesta, pero recuerden, la idea es que la actividad sea una experiencia, no solo una rutina. Quiero conexión, ritmo, fluidez. Y presencia. Nada de parecer que se están evitando o se quieren matar.
—Nos evitamos para no matarnos— murmuró Jin, apenas audible.
Namjoon lo ignoró.
—Ustedes dos van a tener la tarde libre. Pero a las cinco nos vemos en la zona de prácticas. Quiero ver un ensayo general. Nada de improvisaciones ¿queda claro? Por el momento, mi esposo se quedara con ustedes ultimando detalles— dijo mirando a Taehyung y Jimin y luego mirando a Beomgyu y Kai continuo —Y ustedes iran conmigo a acondicionar el espacio que nos dieron para su clase de zumba.
Todos asintieron. La reunión se disolvió lentamente y, uno a uno, se fueron repartiendo entre lo indicado.
A las cinco, Jin y Jungkook ya estaban sobre la tarima de madera improvisada, con sus botellas de agua a un lado y sus tablets sincronizadas.
—Cinco minutos de activación conjunta— indicó Jin, señalando su cronograma —Después me encargo yo de movilidad y respiración, y tu te quedas fuerza y resistencia.
—¿Vamos a hablar los dos al mismo tiempo o nos turnamos?
—Turnarnos es mejor. Suenas demasiado autoritario cuando das órdenes. Puede abrumar a los asistentes.
—¿Y tu?— Jungkook lo miró de frente —Tu suenas como si estuvieras en una sesión privada con cada alumno. Algunos se confunden y piensan que es otra clase de oferta.
Jin levantó una ceja.
—¿Eso fue un intento de insulto?
—No. Fue una observación. Tienes un estilo íntimo. Cercano.
—Y tu tienes un estilo intimidante pero no vine a cambiarte. Solo a coordinar.
El ensayo fue mejor de lo esperado. La tensión no desaparecía, pero se volvía productiva. Como si ambos entendieran que si no se esforzaban por convivir en la tarima, los asistentes lo notarían.
Pero al finalizar, mientras Jin revisaba un cambio de música en la tablet, tropezó levemente al bajar de la tarima y Jungkook lo sostuvo por el antebrazo.
No fue nada. Un reflejo. Un gesto que no duró más de dos segundos pero fue suficiente para que Jin notara lo cerca que estaba su rostro del de él. El calor de su piel. El agarre firme. Esa mirada, atenta. Concentrada.
—Gracias— dijo, sacudiéndose con delicadeza.
—Para eso estamos, ¿no?— respondió Jungkook. Y aunque no sonaba provocador, había algo en su tono... algo que raspaba por dentro.
☆☆☆☆☆
Esa noche, Jimin se encerró en la cabaña que compartía con Taehyung, inventando una excusa sobre una videollamada con su madre. Nadie le creyó. Ni siquiera él mismo. Pero Taehyung no dijo nada. Cerró la puerta con llave desde adentro y bajó la voz al mínimo.
Mientras tanto, en la cabaña vecina, Jin y Jungkook cenaban en silencio. Las velas de emergencia iluminaban los platos con sombras suaves.
—¿Cómo te sentiste en el ensayo?— preguntó Jin, rompiendo el silencio.
—Conectado— respondió Jungkook, mirándolo directo a los ojos —Y un poco expuesto.
—¿Por?
—Porque eres bueno. Demasiado. Y yo no estaba listo para que eso me afectara.
Jin parpadeó. Por primera vez, las palabras de Jungkook no sonaban como una competencia. Sonaban honestas.
—No vine a eclipsarte— dijo Jin, después de un momento. —Vine a trabajar. A crecer. Y a demostrar que merezco estar aquí. No deberias estar a la defensiva.
—Lo estás haciendo.
Hubo una pausa larga. Ninguno bajó la mirada.
—Puedes dormir tranquilo— dijo Jin, levantándose con su plato vacío —No voy a invadir tu espacio.
—No me preocupa eso— respondió Jungkook, recostándose en la silla con una media sonrisa —Me preocuparía que no lo hicieras.
La tensión volvió. Distinta. Más caliente. Más aguda.
Y esta vez, ninguno de los dos la quiso disipar.
☆☆☆☆☆
El domingo amaneció con un sol tímido y un aire frío que obligaba a moverse rápido. A las ocho de la mañana, todo el equipo estaba reunido cerca del área principal, revisando detalles de último minuto. Las banderas del gimnasio flameaban con lentitud. Las colchonetas estaban alineadas en semicírculo. Las bocinas ya pasaban una playlist de calentamiento suave.
Namjoon repasaba el cronograma junto a Jimin, mientras Taehyung recogía las credenciales de los asistentes que comenzaban a llegar.
—¿Tienen todo listo?— preguntó Namjoon, al acercarse a Jungkook y Seokjin.
—Sí— respondieron ambos, casi al unísono.
Namjoon los miró con ese gesto divertido. Luego asintió, satisfecho.
—Dense el gusto— les dijo —Que se note que son alfas que saben lo que hacen... pero profesionales.
Subieron juntos a la tarima. Esta vez, sin tensión visible o al menos no de la que se nota a simple vista. Jungkook tomó el micrófono primero. Su voz sonó clara, segura.
—Buenos días. Vamos a comenzar con una activación funcional. Movimientos progresivos, fáciles de seguir, para preparar cuerpo y mente.
Jin dio un paso al frente sin quitarle protagonismo.
—Después, yo los guiaré por una secuencia de movilidad consciente. Respiración, elongación, enfoque. No se trata de llegar más lejos, sino de llegar mejor.
Los asistentes se movían al ritmo de las indicaciones. Las miradas iban y venían entre ambos instructores, como si siguieran un partido que no querían perderse. Y entonces, ocurrió. Durante uno de los ejercicios de transición, una sentadilla con torsión de tronco, una alumna perdió el equilibrio y, al intentar estabilizarse, empujó levemente a Jin hacia un lado. No fue una caída grave, pero el mal movimiento le torció el tobillo izquierdo. La música siguió. La clase también pero Jungkook lo vio y se acercó de inmediato, bajando el tono del micrófono.
—¿Estás bien?
Jin apoyó el pie con cuidado.
—Nada grave. Puedo seguir.
—No seas idiota.
Jin le lanzó una mirada aguda. Jungkook se la sostuvo.
—Voy a cubrirte los últimos diez minutos— anunció él, esta vez al público —Vamos a bajar revoluciones. Cierre de respiración y elongación guiada.
Mientras Jungkook conducía los minutos finales, Jin se sentó en el borde de la tarima, fuera del ángulo de los asistentes. Su rostro seguía impasible, pero su pierna temblaba apenas. Cuando terminó la clase, Jin bajó sin ayuda. O lo intentó. Jungkook apareció a su lado, le pasó un brazo por detrás de la cintura y, sin pedir permiso, lo obligó a apoyarse en él.
—Puedo caminar —murmuró Jin, molesto.
—Lo sé. Pero no quiero que lo hagas mal y termines peor.
Jin sintió el calor de su cuerpo. Su olor. Esa esencia alfa intensa que no lo intimidaba, pero sí lo envolvía y no se resistió.
☆☆☆☆☆
—No hay fractura, pero hay una inflamación clara— dictaminó Taehyung minutos más tarde, con guantes puestos y una bolsa de hielo en las manos.
—Reposa el resto del día— ordenó Namjoon —Taehyung te hará una venda funcional. Jungkook, vas a acompañarlo.
—¿Yo?
—Sí. Los asistentes quieren una foto con ustedes. Si Seokjin no puede caminar bien, alguien debe ayudarlo. Y lo estás haciendo bien. No empieces a pelear ahora.
Jin rodó los ojos. Jungkook reprimió una sonrisa.
Pasaron toda la tarde juntos. Primero fueron fotos, luego firmas. Después, una charla improvisada sobre rutinas mixtas, en la que Jin se lució con su capacidad de improvisar desde la calma. Jungkook lo admiraba en silencio, aunque jamás lo diría en voz alta.
Ya al atardecer, se quedaron solos en el borde del muelle del lago. Jin tenía el tobillo sobre una toalla, y ambos bebían agua al tiempo.
—No tenía que ser así— dijo Jungkook de pronto.
—¿Cómo?
—Tenso. Difícil. Si hubiéramos empezado desde otro lado.
—Pero no lo hicimos— Jin respondió sin girarse. Miraba el reflejo del cielo en el agua.
—Y sin embargo, aquí estamos— Jungkook se recostó con los codos atrás, el pecho al aire, las piernas estiradas —Cuidándonos.
Jin se giró para mirarlo. Por primera vez, sin escudo.
—¿Te pasa algo conmigo?— preguntó. No era un reto. Era una pregunta sincera.
Jungkook parpadeó. Luego asintió, lento.
—Sí. Pero no sé si es bueno o malo. Solo sé que cuando estás cerca, no pienso igual.
Jin no respondió. Bajó la mirada. Su pecho subía y bajaba con lentitud.
—Entonces no te acerques tanto— dijo por fin, casi en un susurro —Porque yo tampoco pienso igual cuando tú lo haces.
El silencio cayó como un presagio. No había tocado sus labios. Ni su piel. Ni siquiera su mano pero había algo entre ellos que ya no podían ignorar y ambos lo sabían.
☆☆☆☆☆
El sol se había escondido hace más de una hora, y el clima había cambiado de forma inesperada. Una tormenta suave comenzó a humedecer el aire con una llovizna persistente, de esas que no empapan, pero que se sienten en la piel como una advertencia.
Los asistentes se dispersaron por las zonas comunes del retiro, y el equipo se replegó hacia las cabañas. Jin caminaba más lento, con la venda firme en su tobillo, cubierto por una sudadera gris y el cabello un poco húmedo. Jungkook lo esperaba afuera del comedor, apoyado contra la baranda, con los brazos cruzados y una expresión que ya no buscaba esconder lo que pasaba.
—¿Otra vez tú?— dijo Jin, con media sonrisa.
—¿No me ves? Estoy cuidando mi territorio— respondió Jungkook con sarcasmo pero la sonrisa también se le escapó sin permiso.
—Pensé que habíamos dejado de jugar a eso.
—Yo también. Pero lo tuyo con el sarcasmo es crónico.
Caminaron en silencio unos metros. Ya dentro, Jin se quitó la sudadera con cuidado, dejando al descubierto una camiseta sin mangas que delineaba sus hombros firmes. Jungkook dejó su botella sobre la mesa y se sentó al borde de su cama, con los codos sobre las rodillas, mirando al suelo.
—¿No te molesta?— preguntó Jin, de pronto, mientras se secaba el cuello con una toalla.
—¿Qué cosa?
—Dormir conmigo en la misma habitación. Con otro alfa. ¿No te incomoda?
Jungkook lo miró desde abajo, lento.
—No me incomodas tú. Me incomoda lo que me haces sentir.
Jin se detuvo. Bajó la toalla. Su respiración se volvió sutilmente más pesada.
—¿Y qué es lo que te hago sentir?
Jungkook se puso de pie.
Estaban uno frente al otro. No se tocaban. Pero había algo eléctrico, violento, crudo... y hermoso. Una tensión animal y cerebral que no podían nombrar, pero que los tenía al borde.
—Ganas de empujarte contra la pared para ver si logras resistirme— dijo Jungkook, sin apartar la mirada.
—¿Y si no lo hago?
—Entonces me gustaría perder el control— susurró.
Pero ninguno se movió. La piel se erizaba, las pupilas dilatadas. Eran alfas. "Cazadores". Poderosos. Testarudos. Y sin embargo, allí estaban, temblando como si el otro fuese peligro puro.
Jin respiró hondo. Bajó la mirada. Dio un paso atrás.
—No esta noche— dijo con voz firme, aunque un poco rota —Si cruzamos esa línea ahora... no habrá vuelta atrás.
—¿Y eso te asusta?
—Me asusta no poder dejar de cruzarla.
Horas más tarde, Seokjin despertó con el sonido tenue de la tormenta contra las ventanas. Jungkook no estaba en su cama. Se levantó, se puso un suéter, y salió con pasos lentos hacia el porche de la cabaña. Ahí estaba él. Camiseta negra, pantalones sueltos, cabello mojado. De espaldas. Respirando el aire frío.
—¿No puedes dormir?— preguntó Jin desde la puerta.
—No dejo de pensar en ti— respondió Jungkook, sin volverse.
Jin no dijo nada. Solo avanzó hasta quedarse a su lado. La lluvia había aflojado. El olor a tierra mojada lo envolvía todo.
—No es solo físico, ¿sabes?— añadió Jungkook, por fin mirándolo —Me gustas, me gusta todo de ti.
—No estoy seguro de poder lidiar con alguien como tú— dijo Jin, sincero.
—¿Y si no tienes que lidiar? ¿Y si solo tienes que quedarte?
Silencio.
Silencio y lluvia.
Y luego, sin permiso, sin estrategia, sin más palabras, Jin dio un paso. Jungkook también. Se encontraron a medio camino, con los labios temblando y los ojos ardiendo.
El primer beso no fue suave. Fue un desafío. Un choque de energía. Un pulso entre el deseo y la necesidad de controlar. Ninguno cedió por completo. Ninguno quiso rendirse.
Las manos se buscaron con desesperación contenida. El pecho de uno contra el del otro. Un gemido ahogado. Un intento de dominar que se volvió abrazo, y luego beso otra vez.
Y cuando finalmente se separaron, apenas unos centímetros, Jin apoyó la frente en el hombro de Jungkook.
—Somos un problema.
—Sí— respondió él, con una sonrisa ronca —Pero tal vez, uno que vale la pena tener.
Se volvieron a besar con fuerza, rudo, crudo. No buscaban ser delicados.
—Shhh— susurro Jungkook pegando su frente al del mayor —Vamos arriba.
Subieron con rapidez, intentando ser silenciosos. No querian despertar al resto. Entraron a la habitacion y pusieron el seguro. Jin se deshizo de la playera humeda de Jungkook con rapidez y nuevamente pego sus labios en un beso necesitado. Jungkook lo apretaba con fuerza y lo pegaba a su cuertpo.
Se separaron en busca de aire y Jungkook aprovecho en quitarle la ropa para dejar al otro alfa completamente desnudo. se deshizo de sus prendas tambien y empujo al mayor con fuerza contra la cama.
Ambos estaban cegados por el deseo, ambos intentaron doblegar al otro. Chuparon, lamieron y mordieron la piel contraria y se fundieron hasta que sus cuerpos se convirtieron en uno. Jungkook mordiendo el cuello del mayor mientra que el otro mordia la almohada para callar sus gemidos.
Al amanecer, el cielo estaba despejado mientras en aquella habitacion, dormían dos cuerpos exhaustos. Dos alfas. Dos voluntades que no habían cedido, pero que habían encontrado un punto intermedio, el deseo compartido, sin palabras, sin promesas.
La mañana siguiente trajo un aire distinto. No solo por la frescura que dejó la tormenta de la noche anterior, sino por el silencio cargado entre Jin y Jungkook. No era un silencio incómodo, ni mucho menos frío. Era un tipo de silencio íntimo, privado. De esos que solo aparece después de que dos personas han cruzado un umbral sin retorno.
Jin se vistió temprano despues de darse una ducha. Camiseta blanca de algodón, pantalones oscuros y un gesto tranquilo, aunque su mirada evitaba encontrarse con la de Jungkook por más de unos segundos. El más joven, en cambio, lo observaba de manera descarada. Como si no pudiera decidir si lo deseaba más de lo que ya lo conocía, o si lo conocía menos de lo que había deseado.
—No vamos a hablar de esto, ¿verdad?— preguntó Jungkook mientras Jin se acomodaba los vendajes en el tobillo.
—¿De qué?— respondió Jin, sin mirarlo.
—De lo que pasó anoche.
—Pasaron muchas cosas anoche. ¿A cuál te refieres?
Jungkook rió, sin alegría.
—Eres un caso perdido.
—Y tú muy joven para creer que una noche cambia el mundo.
El tono no era cruel. Era defensivo. Jin hablaba como quien tiene miedo de exponerse, como quien no quiere ilusionarse. Jungkook lo entendía, aunque no lo aceptara. Salieron juntos, pero apenas pusieron un pie fuera de la cabaña, se separaron.
☆☆☆☆
Habian vuelto del viaje de trabajo y ahora estaban en el gimnasio. Jin fue hacia la zona de instructores. Jungkook se dirigió al comedor. La rutina volvió a caer sobre ellos, pero ya no con la misma inocencia porque ahora los miraban.
Primero fue Taehyung, con su eterna cara de "yo lo sé todo pero por respeto no dire nada". Beomgyu y Kai que cuchicheaban cuando los veian y luego se reian con mofa. Después fue Namjoon, que no comentó nada, pero les lanzó una mirada larga y clínica, como quien conoce todos tus secretos y ni hablar de su esposo Yoongi que no le sostenia la mirada.
Y luego estuvo Jimin.
—¿Qué hay entre ustedes?— preguntó directo, mientras caminaba junto a Jungkook hacia una de las salas.
—¿Entre quiénes?
—No te hagas. Tú y Jin.
Jungkook no respondió de inmediato. Estaba acostumbrado a leer a Jimin, pero el beta estaba inusualmente serio.
—No sé qué hay— respondió, por fin —Pero no puedo dejar de pensar en él.
Jimin lo miró. Luego bajó la voz.
—Estamos en la misma situacion— dijo el mas bajito y supo que el beta se referia a Taehyung —Actuemos con cuidado para no perderlos.
Esa tarde hubo una sesión grupal. Se trataba de una clase de resistencia, donde los asistentes eran divididos en duplas. El azar, cruel, delicioso, inevitable, quiso que Jin y Jungkook terminaran dirigiendo grupos opuestos.
Competencia y con ella, tensión.
Durante la clase, Jin se acercó a ajustar la postura de uno de los asistentes. Se agachó, explicó algo con voz baja, con esa calma que dominaba tan bien. Jungkook lo observó desde su lado, sin disimulo. El cuello de Jin, ligeramente sudado. La línea de su mandíbula. La forma en que controlaba todo a su alrededor sin levantar la voz.
Se mordió el labio. Se obligó a mirar hacia otro lado.
Más tarde, cuando ambos coincidieron en los vestidores del gimnasio, el roce fue inevitable. Jin pasaba detrás de él. Jungkook giró al mismo tiempo. Sus hombros se chocaron. No fue un golpe duro, pero sí uno cargado de intención.
—¿Te vas a disculpar?— dijo Jin, sin detenerse.
—Por lo que pasó esa anoche o por lo de este momento— respondió Jungkook.
—Por ambas.
—No— Y su voz bajó —No me arrepiento de ninguna.
Los ojos de Jin ardieron por un segundo. Pero no dijo nada. Caminó hasta el dispensador de agua y volvió a ocupar su lugar. El cuerpo tenso. La boca apretada.
—Hoy me ignoraste —susurró Jungkook.
—¿Y?
—No me gustó.
Jin no se giró.
—Acostúmbrate.
—No.
—No somos pareja, Jungkook. No somos nada.
—Somos dos alfas que se desearon lo suficiente como para romper sus propias reglas.
—Exacto. Fue un error. Un desliz.
Jungkook entonces lo tomó por la muñeca, no con fuerza, pero sí con firmeza. Jin se giró con brusquedad, mirándolo a los ojos. Jungkook acercó el rostro. Tanto que casi se rozaron las narices.
—Te deseo. Pero no solo por sexo. Me intrigas. Me desarmas. Me molestas, Jin. Pero no puedo dejar de buscarte.
Jin tragó saliva. La tensión era insoportable.
—No sé cómo estar contigo sin perder el control.
—Lo siento, no puedo darte lo que buscas— dijo el mayor y se aparto dejandolo con una confesion rechazada.
☆☆☆☆☆
La ciudad siempre había sonado diferente después de una experiencia que te cambiaba.
Para Jungkook, el ruido de los autos, el paso agitado de la gente, incluso la música suave del gimnasio donde trabajaban, todo parecía estar amortiguado. Como si el mundo hubiera bajado el volumen para obligarlo a escuchar lo que llevaba dentro.
Y lo que llevaba... era a Jin.
Lo pensaba incluso cuando intentaba no hacerlo. Lo recordaba en lo absurdo: el olor del café que tomaban en la sala del staff, el sonido de los vendajes al ajustarse, el crujido de su cuello cada vez que estiraba la espalda después de entrenar. Jin estaba en cada rincón pero tan lejos al mismo tiempo y como si el mundo conspirara en su contra, el cielo decido ponerse igual de emocional que el y las gotas comenzaron a caer.
Por otro lado, Seokjin miró las gotas desde su ventana, preguntándose cómo algo tan pequeño podía hacer tanto ruido. El cielo lloraba como él no sabía hacerlo porque sí, se arrepentía. No del deseo. No del sexo. No de los besos esa noche, ni de las miradas que habían compartido. Se arrepentía de no haber dicho que también lo deseaba, que lo quería, que había sentido miedo porque todo se dio demasiado rapido.
Se arrepentía de haberlo soltado, asi que decidido, tomó su abrigo y salió corriendo.
El edificio de Jungkook no estaba lejos, pero a Jin le pareció eterno el trayecto. Subió las escaleras sin esperar el ascensor. Agradecia a Jimin por darle la direccion. Cuando llegó al piso correcto, se detuvo frente a la puerta y tragó saliva. No tocó de inmediato.
Dentro, Jungkook estaba sentado en el sofá, con la televisión encendida en silencio. Se obligaba a mirar una serie que no entendía, con una cerveza en la mano y una frustración que le pesaba más que cualquier pesa del gimnasio.
Un golpe seco en la puerta lo hizo girar.
Se levantó, abrió la puerta y allí estaba. Empapado. Respirando agitado. Hermoso incluso en el caos.
—¿Qué haces aquí?— preguntó Jungkook, sin mover el cuerpo, pero con el corazon latiéndole en el pecho con rapidez.
—Me equivoqué al creer que podía tenerte solo una vez. Al pensar que podía dejarte ir.
—Entonces quédate.
Seokin lo miró, y en vez de responder, lo besó. No hubo palabras. Solo el peso del deseo acumulado, del orgullo hecho trizas, de las emociones que no cabían en la piel.
El beso fue brusco, torpe de tan intenso. Jungkook lo tomó de la cintura, lo empujó contra la pared. Seokjin se aferró con las manos a su cuello, mordiéndole el labio entre suspiros. Era un beso de hambre como dos cuerpos que ya no sabían vivir separados. La ropa cayó entre roces. El suelo se volvió testigo mudo de caricias urgentes. Por fin estaban juntos. No hubo dulzura al principio. Solo necesidad y fueron como pudieron a la habitacion principal.
Después, lentamente, apareció la ternura. En la forma en que Jin acarició el cabello de Jungkook. En la forma en que Jungkook le besó el pecho, como si quisiera memorizarle el alma. El deseo fue mutando. De fuego a llama constante. De conquista a entrega. Y cuando terminaron, respirando uno contra el otro, enredados en la cama desordenada, no hicieron promesas.
Solo se miraron.
—Quiero que te quedes para siempre— dijo Jungkook con voz cansada.
—Yo quiero hacerlo— afirmo Seokjin.
Y en el silencio que siguió, no hubo ruido de ciudad. Solo la respiración compartida de dos alfas que, contra todo pronóstico, habían aprendido que amar no siempre era dominar. A veces, era ceder. A veces, era quedarse.
Chapter 9: 7. CHASING THE SUN - SOPE
Chapter Text
El sol se colaba entre las ramas con pereza, calentando suavemente las pieles desordenadas del nido. Hoseok mascaba un durazno con tanto desgano que parecía que lo odiaba. El jugo espeso le chorreaba por la comisura de los labios, bajando lento por su mentón.
—Tienes un poco de...— murmuró Yoongi desde donde estaba recostado, su voz ronca de haber dormido hasta tarde.
No esperó respuesta. Solo estiró la mano, pasó el pulgar con calma por la barbilla pegajosa de Hoseok y lo llevó a su propia boca, chupando el dedo sin pensar demasiado. Hoseok ni se inmutó. Estaba ocupado haciendo su repaso matutino de desgracias ajenas.
—Hyori me escribió otra vez— dijo, con la boca aún llena —¿Sabes qué me dijo? Que Siwon volvió a irse a “entrenar” con su unidad de guerreros del sur. ¿Entrenar qué, por el amor a la luna? Si no ha cazado nada en años. Ni siquiera sabe cambiar los pañales de su último cachorro.
Yoongi gruñó apenas, no porque le molestara el comentario, sino porque Hoseok estaba medio tumbado sobre él. Su cadera presionaba su muslo y su espalda cálida se pegaba a su pecho, como si fueran dos piezas que encajaban por pura costumbre.
—Quizás Siwon solo está… haciendo lo que sabe— Yoongi rodeó la cintura de Hoseok con un brazo lento, como si lo hiciera por costumbre, no porque lo necesitara como el aire.
—Haciendo lo que sabe— repitió Hoseok con burla —Claro, claro. ¿Y sabes qué es lo que sabe? Irse. Como todos los alfas que se creen más importantes que sus familias.
Yoongi no dijo nada. Se limitó a enterrar la nariz en el cabello de su amigo. Hoseok olía a tierra húmeda, fruta madura y una pizca de madera quemada. Era un olor que tenía incrustado en los huesos. Hoseok se removió apenas, pero no se alejó.
—Yongsun también me escribió. Moonbyul otra vez la dejó plantada para la ceremonia del fuego nuevo. ¿Puedes creerlo? Yongsun estaba tan feliz cuando se vinculó. “Es una alfa moderna”, decía. Moderna mis patas. La modernidad no cambia la necesidad de compromiso, hyung. No cambia el respeto.
—No, claro— dijo Yoongi, acariciándole la cadera por encima de la tela. Hoseok tenía la voz cargada de pasión ofendida. Yoongi se habría reído si no fuera porque… así era siempre. Y estaba completamente enamorado de eso.
—Jonghyun al menos finge que es feliz, ¿sabes?— continuó Hoseok, llevándose otro trozo de durazno a la boca —Pero Minho no puede tener hijos. Y Jonghyun ama los niños. Es como ponerle miel al borde de un risco. Lo mira todos los días y no puede saltar.
Yoongi resopló suavemente.
—Tal vez no quiere saltar. Tal vez no le importa.
Hoseok se giró en sus brazos, con el ceño ligeramente fruncido y el labio inferior brillante por el jugo.
—¿Cómo no le va a importar? ¿Tú sabes cuánto tiempo Jonghyun pasó soñando con una camada entera de chiquitines corriendo por la casa? Si me lo decía cada vez que olía una flor nueva en primavera. No se olvida eso.
Yoongi se encogió de hombros, mirándolo a los ojos sin decir nada más. Hoseok se quedó ahí, recostado contra su pecho, mirándolo como si intentara encontrar alguna lógica en su silencio. Luego bufó, girando otra vez para acomodarse. Esta vez, su cabeza terminó en el muslo de Yoongi.
—Y Seokjin… ni me hagas hablar de Seokjin. Tiene que cargar a Jungkook todo el día. Que porque el gran alfa se quebró la pierna cazando un ciervo que ni siquiera existía. Ni siquiera era temporada de caza.
Yoongi soltó una risa breve y ronca.
—Dijiste que no ibas a hablar de él.
—Pues ya empecé— respondió Hoseok, estirándose como un gato satisfecho, acomodando mejor su mejilla contra la pierna de Yoongi —Y Namjoon… ay, Namjoon. A ese lo vincularon con un alfa tan sensible que no puede ni ver sangre sin desmayarse. ¿Cómo se supone que va a proteger a mi mellizo? ¿Eh? ¿Cómo?
Yoongi se inclinó despacio, dejó un beso en el cabello despeinado de Hoseok.
—¿Y tú? ¿Cuándo vas a dejar de buscar excusas para no correr en la carrera?
El cuerpo de Hoseok se tensó un poco, pero no se movió.
—No necesito un alfa. No necesito que alguien me arrastre a una cueva, me marque y me deje criando hijos mientras él se va a matar lobos con una lanza oxidada o algo asi, hyung.
Yoongi lo acarició, suave.
—No todos son así.
—No, claro. Algunos son peores.
Un silencio cómodo se extendió entre ellos. Afuera, el viento hacía crujir las hojas secas y se oía el canto distante de un ave. Hoseok tomó la mano de Yoongi sin pensar, enredando sus dedos. La besó, como siempre hacía, en el dorso, casi con cariño ritual.
Yoongi cerró los ojos. Si solo supiera lo que le provocaba cada gesto. Si solo supiera que tenía una montaña completa rugiendo en su pecho con cada roce.
Pero Hoseok solo suspiró.
—¿Tienes más duraznos, hyung?
—Los dejé en mi nido.
—Vamos entonces. Este estaba bueno.
—Tú eres el que está bueno.
Hoseok lo miró de reojo.
—¿Qué dijiste?
—Que te muevas, sol— Yoongi sonrió leve, mordiéndose la lengua.
Hoseok gruñó, pero se levantó, tomándolo del brazo.
—Voy solo porque tengo hambre. No porque seas encantador.
Yoongi no dijo nada. Pero lo siguió con los ojos brillando.
☆☆☆☆☆
La cuchara de madera golpeaba el borde de la olla con ritmo irritante. Yoongi apenas había dado un paso en la cocina cuando su madre le lanzó una mirada de arriba abajo.
—Llegas tarde. Otra vez estuviste con Hoseok, imagino.
—Si— dijo Yoongi, restándole importancia mientras se servía un cuenco de verduras hervidas.
Su padre, un alfa robusto con voz como tronco seco, bajó la madera que tallaba.
—No puedes seguir escapando a esa cabaña todos los días. Pronto comenzarán los preparativos para la carrera y necesitas decidirte, tienes pretendientes esperando por ti.
Yoongi apretó los dientes.
—No quiero que nadie corra por mí.
—No es una opción— replicó su padre con firmeza —Eres omega, Yoongi. Hijo de un líder. Alguien tiene que vincularse contigo para que puedas mantener tu lugar en la manada.
—¿Mi lugar? ¿Desde cuándo depende de con quién me empareje?
—Desde siempre— dijo su madre con cansancio —Así funciona esto. No somos animales salvajes, somos lobos. Y los lobos respetan el equilibrio. Un omega sin un alfa a su lado no puede guiar, no puede sostener...
—Yo no quiero guiar. Tampoco quiero ser un trofeo.
Su padre se levantó con calma. La voz que usó fue la más dura que Yoongi recordaba.
—No lo haces por ti, lo haces por todos. Si quieres quedarte, eliges. Si no, puedes irte a vivir como los que cortan su lazo con la manada. Como los que se vuelven silvestres.
Yoongi sostuvo su mirada. No lo dijo en voz alta, pero por un segundo... consideró que tal vez eso no sería tan malo.
☆☆☆☆☆
El sol ya se había escondido detrás del monte cuando Hoseok desató el cordel que ataba las cartas. Cinco sobres, cinco nombres, sus cinco hermanos.
Se sentó frente a la pequeña chimenea encendida en la cocina de su casa, con una manta sobre las piernas, los cabellos sueltos y una expresión que se debatía entre resignación y fastidio.
El primero, como siempre, era de Hyori.
“Querido hermano,
¿Como va todo? Nuestro pequeño ha comenzado a caminar, Hobi. Es igualito a Siwon. Fuerte, decidido. Me sorprende ver cuánto se parece a su padre y a mi..."
Hoseok chasqueó la lengua.
—Claro, claro… fuerte y decidido. ¿Y cuándo está en casa para verlo caminar? ¿Una vez al mes?— dijo al aire —Que admirable combinación.
Pasó al segundo sobre.
“Mi dulce Hobi.
Esta semana Byul me trajo flores silvestres. Dice que las recogió en la colina más alta sólo para mí. Qué ridícula, ¿verdad? Me hizo llorar como idiota, la amo tanto...”
Rodó los ojos.
—Sí, sí, seguro las recogió después de revolcarse con alguna omega más joven. Romántico mi trasero.
El tercero era de Jonghyun. Hoseok apenas lo abrió con el mínimo interés.
“Hobi-ha
Estoy emocionado, Minho empezó a enseñarme a tallar madera. Dice que aunque no tengamos hijos, podemos construir cunas para otros. Yo... me sentí bien. Me sentí útil, compartir esto con otros omegas me llena de felicidad...”
—¿Y eso no te hace pensar que te merecías más?— se quejó —Fuiste atrapado por un alfa que ni siquiera puede darte hijos
El cuarto, de Seokjin.
“Jwope,
Jungkook sigue rehabilitándose.
Hoy logró levantar la lanza hasta el hombro. Lo abracé hasta que me dolieron los brazos, esta subiendo de peso, pero el es mi todo y estare con el en las buenas y las malas, mi dulce alfa...”
—Ay sí. Qué emocionante cuidar a un alfa que se cree indestructible y termina siendo un lastre. Muy romántico, Jwan.
Y el último… Namjoon.
“Hermanito,
Intente cocinar junto a Jimin. Todo salio mal, claro. Pero ver su carita mientras lo intentaba fue lo más dulce que he visto en semanas. Nuestro cachorro esta creciendo. Amo esta vida...”
Hoseok hizo una mueca, arrugando la carta con fuerza.
—Claro. Seguro. Tan dulce ver a tu alfa quemar la comida mientras tú crías un cachorro, limpias, trabajas y encima finges estar feliz.
Se levantó. La irritación se le había metido en la piel como brasa ardiente.
Minutos después, caminaba por el sendero que llevaba a la cabaña de Yoongi, pisando fuerte entre hojas secas. No quería estar solo, no después de leer tantas mentiras disfrazadas de “amor”. Necesitaba paz, y paz era Yoongi.
La cabaña estaba encendida. Como siempre.
Tocó la puerta sin esperar y la abrió, como si viviera allí también.
—¿Tienes té?
Yoongi alzó la vista desde la mesa baja donde dibujaba algo sobre un cuaderno.
—Tengo raíces secas… no es lo mismo, pero calienta.
Hoseok se dejó caer a su lado, con el mentón apoyado en el hombro de Yoongi sin decir palabra.
El omega mayor sonrió, ladeando la cabeza para acomodarse mejor contra él.
—¿Cartas?
—Cartas— repitió Hoseok con voz apagada.
Yoongi no preguntó más. Simplemente lo dejó quedarse así, en silencio, mientras preparaba agua caliente y volvía a sentarse. Hoseok se pegó más a él, como cada vez que se desmoronaba por dentro.
—No entiendo cómo pueden estar bien…— dijo por fin —Todos mis hermanos estan con alfas mediocres. Todos sacrificando su libertad. ¿No es triste?
Yoongi lo miró con ternura.
—Tal vez… están contentos con lo que tienen.
—No. Lo que pasa es que se resignaron. Nadie es feliz atado a alguien que no está a la altura. ¿Y sabes qué es lo peor? Que creen que yo no entiendo, pero yo sí veo todo. Estoy viendo cómo viven. Y no quiero eso.
Yoongi asintió, aunque en su interior algo se revolvía. Hoseok tenía esta forma dulce de despreciar todo… sin darse cuenta de que hablaba desde un pedestal muy solo.
—Tú nunca dejarías que alguien mediocre te vincule— murmuró Yoongi, con el tono más suave de la noche.
Hoseok levantó la cabeza, mirándolo con esa expresión que mezclaba ternura y orgullo.
—Obviamente no. Tú me conoces. No nací para emparejarme con un inútil. Si algún día lo hiciera, tendría que ser con alguien... especial. Como tú, por ejemplo. Pero tú no eres alfa— agregó rápidamente.
Yoongi bajó la vista. Su sonrisa tembló.
—Sí...
El silencio volvió. Hoseok se recostó más, con el rostro hundido en el cuello del otro omega, oliendo su nido, su piel, su todo. Y no lo notaba.
—Hueles bien, hyung… como siempre —susurró.
—Tú también, Sol.
—¿Sabes qué me molesta más?— murmuró Hoseok entre bostezos —Que ellos piensan que la felicidad está en conformarse. Pero no. Yo quiero reírme, correr, cantar, bailar en la cocina… sentir mariposas, ¿me entiendes?
—Te entiendo— susurró Yoongi, acunándolo sin atreverse a más.
Se quedaron así, piel con piel, aroma con aroma. Una intimidad tan natural entre ellos que dolía. Hoseok dormía sobre su pecho, murmurando cosas sin sentido. Yoongi lo abrazó más fuerte. Tenía un plan y era ahora o nunca.
☆☆☆☆☆
El pergamino fue clavado al centro del pueblo con una lanza ornamentada. La carrera anual se celebraría en dos semanas exactas. La misma tradición ancestral, un omega elige un alfa. El alfa corre por él y si el omega lo acepta como alfa, el vínculo queda aprobado por la manada y se les concede territorio y derechos plenos.
Era la única forma, en esa comunidad montañosa de que una pareja fuera reconocida.
—Ridículo— resopló Hoseok, leyendo por encima el anuncio mientras se acomodaba la trenza a un lado —Que corran por ti para "probar su amor". Qué teatrales.
—Hay quien lo necesita— murmuró Yoongi a su lado, sin mirarlo.
—¿Tú, por ejemplo?
Yoongi giró lentamente el rostro. Tenía la mirada más suave del mundo.
—Yo voy a correr.
Hoseok soltó una carcajada que espantó a unos pájaros del árbol cercano.
—Debes estar bromeando, hyung.
—Lo haré. Es mi deber.
Yoongi no se ofendió. Al contrario, sonrió como si lo estuviera esperando.
Los días siguientes, Hoseok fingió que no le importaba el anuncio, pero no podía dejar de pensar en Yoongi entrenando para conseguir un alfs. Lo veía desde lejos subir la colina con algunas prendas, muchos omegas lo hacian para dejar un rastro atrayente para su alfa. Aquello no le agradaba, significaba que pronto deberia dejar de ver a su hyung, asi que cada noche iba a casa de Yoongi, terminaban como siempre, juntos en la cabaña del mayor, compartiendo olores, risas, silencios y pan tibio con miel. Hoseok se echaba encima de Yoongi como si fuera su alfombra favorita. Le mordía el lóbulo cuando bostezaba. Se dormía abrazado a su cintura.
Y no lo notaba.
—¿No te da miedo?— le preguntó una tarde, mientras Yoongi alisaba una venda con hojas de menta para sus tobillos.
—Sí— admitió sin rodeos —Pero tengo miedo de quedarme esperando también. He esperado mucho.
—¿Y si no es lo que esperas?
—Al menos sabre que lo he intentado y estaras tu para consolarme...
Hoseok fingió que no había escuchado.
El día anterior al cierre de las inscripciones, Hoseok caminaba por el bosque. Un grupo de alfas entrenaba y se preparaba para la gran carrera. Y él pensó que eran unos grandes tontos, ruidosos, con olores desagradables...
Algo fastidiado camino a la cabaña de Yoongi y al entrar vio que el omega mayor no estaba. Se encargo de prender la chimenea y poner agua en una terera, para poder tomar el té. Una ausencia tan punzante que lo obligó a cubrirse con una manta que todavía olía a él. ¿Qué haria si un alfa se lo llevaba despues de ganarlo en una carrera? ¿Ya no podria seguir viendolo?
El miedo le atravesó el estómago. Se levantó, apago el fuego y corrió hasta donde estaba la hoja de inscripción y garabateó su nombre en ella. Con mala letra. Con manos temblorosas.
No podia permitir que su hyung se arrebatado de su lado.
☆☆☆☆☆
El bosque estaba envuelto en un silencio reverente. Solo el viento se colaba entre los árboles, acariciando la corteza como si supiera que algo importante estaba por comenzar.
En la línea de partida, Hoseok tamborileaba con los dedos sobre su muslo. No miraba a nadie, solo al horizonte. Yoongi, a unos metros adelante observaba en silencio a su padre, el jefe alfa de la manada, quien dirigia la carrera. Llevaba el cabello recogido con una trenza doble, la misma que siempre se hacía cuando necesitaba calma.
El aullido estalló desde la cima de la colina. Fue un sonido largo, ancestral, poderoso. El llamado que marcaba el inicio.
Los omegas debían correr primero. Desaparecer en el bosque para esperar a su alfa. Y luego, los alfas irian tras ellos para alcanzarlos.
Pero ni Yoongi ni Hoseok se movieron de inmediato. Se miraron y sin necesidad de palabras, comenzaron a reír. Un segundo después, ambos estallaron en movimiento. Sus cuerpos cambiaron, desgarrando la piel como papel de arroz. Pelaje dorado para Hoseok. Un gris oscuro, casi azulado, para Yoongi. Sus lobos habian tomado posesión de sus cuerpos en ese momento y empezaron a corretear, jugando. Se empujaban, se mordían las patas, rodaban entre la hojarasca, se escondían detrás de troncos para saltarse el uno al otro. Hoseok le mordía la oreja y salía corriendo, y Yoongi le devolvía el gesto saltando sobre su lomo.
Se ensuciaron con barro, con hojas, con tierra húmeda. Rieron. Sí, incluso en forma lobuna, rieron con los ojos, con los cuerpos, con las colas alzadas y la lengua afuera y cuando el claro apareció, ambos lo reconocieron como el lugar.
Se miraron una última vez y, casi en sincronía, cambiaron de forma. Dos cuerpos desnudos emergieron del barro, jadeantes y sudorosos, cubiertos de hojas. El lago centelleaba delante de ellos, como un espejo líquido esperando romperse.
Hoseok entró primero, salpicando con los pies.
—¿Qué haces?— rió Yoongi, detrás —La carrera no ha terminado.
—Ya terminé de correr, hyung— dijo Hoseok, sin girarse.
Yoongi entró también.
El agua era fría, pero no importaba. Cuando estuvieron a medio lago, se acercaron. Lentamente. Como si el mundo no los apurara por primera vez. Sus narices se rozaron. Fue un gesto simple, pero con un eco que parecía llenar el bosque entero. Se olieron pero no como antes esta vez todo fue más íntimo, con entrega, con deseo.
Yoongi deslizó la nariz por el cuello de Hoseok, dejando un rastro de piel erizada. Hoseok respondió abrazándolo por la cintura, pegando sus frentes.
—No quiero vincularme con cualquiera— susurró, como si el agua pudiera escuchar.
—No lo estás haciendo— respondió Yoongi, apenas audible.
Y entonces sucedio, Yoongi tomo el rostrode Hoseok entre sus manos, acerco sus labios a los suyos, sintiendo el calido aliento del otro y luego lo beso. No fue un beso dulce, fue uno necesitado, fue tanto el tiempo que deseo e imagino este momento asi que lo hizo con fuerza. Las manos de Yoongi soltaron el rostro del omega menor para empezar a divagar por el cuerpo delgado. Para tocar aquellos lugares que antes habia rosado con timidez.
Hoseok se abrazo al cuello del omega mayor, llevo su boca a la glandula olfativa del mayor y lamio y mordio como nunca lo habia hecho antes. Ambos sintieron la excitacion del otro y aunque la posicion no era la mejor sus cuerpos se fundieron en el centro del lago, lentos, temblorosos, necesitados.
No fue perfecto.
Fue torpe, húmedo, suave y salvaje a la vez pero fue real.
Yoongi se dejo hacer en los brazos de Hoseok, quien por su espiritu mas dominante se atrevio a tocarlo de formas que solo habia oido a escondidas a sus hermanos. Levanto las piernas del mayor hasta que rodearon su cintura y guio su miembro a la entrada nada preparada del mayor. Y cuando ambos llegaron al extasis, uno mordio el cuello del otro y cuando el vínculo se cerró, cuando ese lazo invisible se selló entre sus almas, ambos lo supieron.
Sintieron la calma.
Sintieron que todo lo que antes parecía ruido, por fin, se había silenciado. Horas después, ya vestidos, volvieron al pueblo caminando.
Nadie dijo nada porque estaban preocupados en sus propias parejas.
Incluso el padre de Yoongi, que no ocultó su expresión confundida, pero tampoco habló y Hoseok, por primera vez en su vida, no sintió que tenía que explicarse.
Ni defenderse.
Ni juzgar porque ahora entendia a sus hermanos. Simplemente, apretó la mano de Yoongi y siguieron caminando, con el sol en la espalda, hacia la casa que ahora sabían que compartirían.
Chapter 10: 8. TEASE ME, PLEASE ME
Chapter Text
Llevan más de quince años en la vida del otro.
Desde sus días como aprendices, Namjoon y Yoongi fueron conocidos por su antagonismo constante, discusiones técnicas en los ensayos, miradas cargadas, egos que chocaban por cada decisión artística. La tensión entre ellos era legendaria dentro de la industria, un secreto a voces que los medios vendían como “rivalidad creativa”, pero nadie sabía la verdad. Nadie sabía que esa rabia contenía deseo. Nadie sabía que, tras bambalinas, Yoongi lo empujaba contra la pared del camerino solo para murmurarle al oído.
—Si no bajas la voz, te haré arrodillarte ahora mismo.
Y que Namjoon se tragaba el gruñido que quería soltar… y obedecía.
Porque en casa, en su casa, no habían cámaras, ni etiquetas, ni roles impuestos. En casa no existía el alfa perfecto ni el omega delicado. Existían ellos dos, en carne, voz y deseo.
Namjoon había sido criado para ser un líder. Un alfa que guía, que protege, que decide. Y ante el mundo lo cumplía, su imagen era impecable, intachable, su comportamiento siempre sereno. Pero al cruzar la puerta de su departamento, soltaba el peso de ese papel y se dejaba llevar.
Por Yoongi.
Yoongi, con su mirada afilada y su voz rasposa. Yoongi, que no soportaba que le dijeran qué hacer, que hablaba con autoridad incluso al susurrar. Yoongi, que nunca fue un omega pasivo y que, desde que se besaron por primera vez, tomó el control sin pedir permiso.
Ahí comenzó el juego. Un juego sin testigos. Sin reglas ajenas. Solo las suyas.
Namjoon lo propuso primero.
—¿Qué pasaría si… tú fueras quien mandara?
Y Yoongi sonrió. Una de esas sonrisas pequeñas, contenidas… peligrosas.
—¿Quieres que te dome, alfa?
Desde entonces, Namjoon no volvió a llevar el control. Al menos no dentro de esas paredes.
En casa, era Yoongi quien decidía. Qué se comía. Cuándo se hablaba. Cómo se tocaban y Namjoon… florecía en eso. No como sumisión ciega, sino como entrega plena. En casa, usaba un collar. A veces negro, otras veces uno de cuero rojo con un pequeño anillo al frente. Era un símbolo que sólo ellos entendían. Nadie más lo veía, nadie más debía saberlo. Lo ocultaba bajo su ropa, como un secreto que le calentaba la piel.
No era esclavitud. No era debilidad. Era amor disfrazado de juego. Era devoción disfrazada de desafío. Nadie imaginaba que Yoongi, el omega de ceño fruncido y lengua filosa, lo llamaba mi alfa obediente mientras lo tenía de rodillas entre mantas de nido perfumadas rogando por cariño.
Nadie sabía que Namjoon cocinaba descalzo, con una cinta atada a la muñeca como castigo suave por haberse corrido sin permiso la noche anterior.
Nadie sabía que cuando Yoongi decía “ven aquí”, Namjoon acudía sin pensarlo y se sentaba en su regazo dejando que el mas bajo lo domine.
Nadie sabía. Nadie debía saber. Porque ese juego, era su juego, era sagrado y esta noche… Yoongi pensaba llevarlo más lejos.
☆☆☆☆☆
Namjoon fue quien abrió la puerta primero. Como siempre, despues de introducir el codigo de su departamento compartido.
Entraron en silencio. Siempre lo hacían así. Ninguna palabra. Ningún gesto. Solo el sonido del pestillo encajando en la cerradura, como si con eso cerraran también todo lo que fingen ser allá afuera. Él se agachó para quitarse los zapatos pero no llegó a hacerlo.
—No— dijo Yoongi, sin levantar la voz.
Namjoon se congeló. Se quedó de rodillas, una mano aún en el cordón del zapato. Esperando.
—No me gusta cómo me hablaste hoy frente a los chicos— agregó Yoongi, quitándose su abrigo con lentitud medida, colgándolo en su sitio exacto.
Namjoon tragó saliva.
—Lo siento, hyung…
Una pausa, un silencio cargado entonces Yoongi se giró hacia él.
—¿Cómo dijiste?
Namjoon bajó la mirada al suelo de madera, como si buscara la respuesta entre las vetas del parquet.
—Lo siento, omega— susurro.
La palabra cayó pesada en el aire. No por falta de costumbre, Namjoon la decía cada día, cada noche, cada vez que Yoongi lo miraba así. Sino porque era la palabra de rendición, de juego, de entrega.
Yoongi se acercó despacio. Un paso, dos. Hasta quedar frente a él.
Le alzó el mentón con dos dedos. No fue brusco, pero tampoco suave, fue firme y exigente, como siempre, como le gustaba.
—Quiero que te portes como un buen alfa esta noche— dijo con firmeza.
Namjoon asintió. Los ojos ligeramente brillosos. Las orejas rojas. La piel tensa de anticipación.
—Entonces, empieza como sabes— dijo Yoongi, girándose y caminando hacia el pasillo que llevaba al dormitorio. Su voz fue seca, sin dar opción a réplica —Quiero verte en posición antes de que termine de cambiarme.
Namjoon no tardó en moverse.
Dejó los zapatos como estaban y se arrastró sobre las rodillas, con la frente agachada y las palmas planas sobre el suelo. Llegó al cuarto en silencio, se acomodó en la esquina del nido, sobre la manta azul que Yoongi reservaba para cuando “necesitaba corregirlo”.
El olor del nido lo envolvió. Un aroma marcado por el omega, por su calor, por su autoridad. Namjoon tembló porque lo conocía, porque sabía lo que significaba esa orden. Esa no era una noche para caricias dulces. Era una noche para obedecer y mientras escuchaba cómo Yoongi se cambiaba en el vestidor, entre el sonido de cremalleras y ropa cayendo, Namjoon cerró los ojos y soltó un suspiro contenido.
Estaba exactamente donde quería estar.
☆☆☆☆☆
Yoongi apareció en la puerta del cuarto envuelto en una bata oscura de satén. El lazo atado flojo a la cintura, dejando apenas entrever su pecho marcado. El omega caminó con la tranquilidad de quien ya ha ganado. De quien tiene todo el poder… y lo sabe.
Namjoon seguía en su sitio, de rodillas, espalda recta, manos sobre los muslos, la frente baja, el cuello expuesto. Tembloroso, sí, pero inmóvil. Tratando de que su cuerpo ocupe muy poco espacio, haciendose pequeño.
—¿Cuántas veces te dije que no me interrumpas cuando hablo con el staff?
La voz de Yoongi era baja, casi un susurro. Eso la hacía más peligrosa.
Namjoon tragó saliva.
—Tres, omega… lo siento.
Yoongi no respondió de inmediato. Caminó despacio por la habitación, inspeccionando con la mirada el orden de su nido, la forma en que Namjoon lo había dispuesto todo antes de salir por la mañana. Las mantas acolchadas, los cojines, los difusores encendidos con su aroma favorito. Todo estaba en su sitio.
Todo menos él.
—Te lo advertí— dijo finalmente, acercándose por detrás. Su voz más baja aún —¿No te gusta obedecerme, alfa?
Namjoon bajó más la cabeza.
—Sí me gusta… me encanta. Solo… sólo fue un error.
Yoongi se detuvo a su espalda. El silencio se hizo denso. El único sonido era el ritmo contenido de la respiración de Namjoon, de pronto, un clic.
El sonido familiar del cajón del velador abriéndose, Namjoon cerró los ojos. Un segundo después, sintió los dedos fríos del omega colocarle el collar de cuero al cuello. El rojo. El que usaba cuando había castigo. El que tenía una pequeña hebilla de metal al frente, solo decorativa… aunque ambos sabían que no era solo eso.
Yoongi ajustó el artilugio con precisión.
—Hablas mucho. Y cuando hablas mucho, piensas poco.
El alfa no contestó. No debía.
—¿Quieres que te enseñe a escuchar?
Namjoon asintió con un leve movimiento. La emoción subiendo por su garganta.
—Sí, omega.
—Entonces no digas nada— murmuró Yoongi, con una caricia breve sobre su nuca.
Namjoon respiró hondo. Se mantuvo en su posición mientras Yoongi se sentaba con calma en la cama, justo detrás de él, al borde del nido. Desde ahí, lo observaba.
—Recuéstate.
El alfa obedeció. Se tumbó en el centro del nido, con los brazos a los costados, la garganta descubierta. Yoongi lo observaba como un artista mira su obra, con deseo, era tan complacientever como su alfa se doblegaba.
—Mírame.
Namjoon alzó la mirada. Y fue entonces cuando vio lo que Yoongi sostenía entre los dedos, la cinta negra de castigo. Un lazo de seda que no lastimaba, pero que le recordaba su lugar. Su rol. Su entrega.
—Dame tus muñecas.
Namjoon levantó las manos, temblorosas. Yoongi las ató con firmeza, el lazo asegurado sin apretar demasiado. Luego se inclinó sobre él, apoyando las rodillas a ambos lados de su cuerpo, su bata rozando su abdomen, su aliento tibio en el rostro.
—¿Sabes por qué te castigo, verdad?
—Por interrumpir— susurró Namjoon.
Yoongi negó con la cabeza.
—Por olvidar a quién perteneces.
Y esas palabras lo rompieron. Porque eran ciertas. Porque cada vez que se desviaba, Yoongi lo traía de regreso. Lo cuidaba, incluso si usaba métodos duros. Incluso si lo corregía con la mirada firme o con la correa entre los dientes. Yoongi bajó el rostro. Rozó su nariz contra la de él, despacio, con una ternura que contrastaba con la tensión que los rodeaba.
—Eres mío. Desde siempre. Desde antes que entendieras lo que querías ser. No eres el líder aquí. No cuando estás conmigo.
—Lo sé… omega. Soy tuyo. Sólo tuyo.
—Eso me gusta más— murmuró, y se inclinó hasta su cuello. Le mordió suave, apenas marcando con los dientes donde el collar ya lo reclamaba.
—Esta noche no vas a tocarte— dijo Yoongi contra su piel, mientras bajaba la mano y acariciaba la entrepierna ya dura de Namjoon sin llegar a hacer presión —No hasta que yo lo diga. Vas a quedarte así, atado, caliente y quieto.
Y si obedeces… tal vez te deje dormir conmigo.
Namjoon gimió bajito. Casi un quejido.
—Por favor…
—No supliques todavía. No he empezado.
Yoongi lo acarició con la yema de los dedos, rozando, provocando, despacio, calculado y sin misericordia porque esto no era sexo, no todavía. Era control. Era dominio. Era amor, retorcido en la forma más pura en que ellos lo entendían.
Era lo que los mantenía unidos, aún cuando el mundo los obligaba a fingir lo contrario.
☆☆☆☆☆
Namjoon estaba jadeando. Las muñecas aún atadas, el pecho subiendo y bajando con desesperación. Llevaba casi una hora suplicando sin palabras. Una hora de toques suaves, de caricias que no terminaban nunca, de un Yoongi que sabía exactamente cómo llevarlo al borde y mantenerlo ahí.
El omega estaba sentado sobre él, jugando con sus sentidos como un director de orquesta, disfrutando cada reacción, cada estremecimiento, cada quejido reprimido. Sus dedos seguían deslizándose sobre su piel sudada, creando líneas invisibles que ardían.
—Estás precioso así— murmuró Yoongi, mordiéndole la clavícula con un gesto posesivo que dejaria marca al dia siguiente —Todo callado, temblando por mí.
Namjoon cerró los ojos. Le costaba incluso asentir.
—¿Vas a portarte bien ahora?
El alfa gimió.
—Sí… omega. Haré todo lo que digas. Solo… por favor…
Yoongi sonrió contra su piel.
—Muy bien, cachorro.
Y lo soltó.
Las manos de Namjoon quedaron libres, pero no se movió. No se atrevía. Esperó. Hasta que Yoongi lo sostuvo por la nuca, lo hizo incorporarse lentamente, y lo sentó sobre sus propias piernas, dentro del nido.
Fue entonces cuando lo abrazó. Por primera vez en la noche. Metio la mano entre la ropa interior del alfa tocando sus nalgas hasta llegar a aquel lugar aue se sentia caliente, donde habia colocado un tapon todo el día. Lo quito y el omega se introdujo en el logrando que el tirara su cabeza hacia atras al sentir el placer después de tantos minutos de haberselo negado. No fue necesario que Yoongi envistiera mucho porque con solo unos cuantos movimientos se corrio. Sin juegos, sin órdenes, solo el calor de sus brazos rodeándolo mientras Namjoon escondía la cara contra su cuello, temblando, agotado, satisfecho.
—Shhh… Ya pasó— susurró Yoongi, acariciándole el cabello suavemente —Lo hiciste bien. Estoy orgulloso de ti.
Namjoon asintió contra su pecho, como un niño que acaba de sobrevivir a una tormenta.
—Te amo— murmuró.
Yoongi besó su sien.
—Lo sé. Yo también.
Se quedaron así, envueltos en las mantas, el aroma de ambos impregnando el nido. Todo estaba bien y todo encajaba. Ahí, en su pequeño universo secreto, eran solo ellos. Nada más.
☆☆☆☆☆
La alfombra roja los recibía con flashes y gritos de prensa. Ambos caminaban separados, como siempre.
Yoongi lucía impecable en su conjunto minimalista de diseñador. Sereno como simpre, frío y distante. Nadie sospecharía jamás que ese omega de expresión indiferente había tenido a un alfa arrodillado bajo su cuerpo horas antes.
Namjoon iba un par de pasos detrás. Sonriente, tranquilo, respondiendo preguntas con su carisma habitual. Llevaba el cabello recogido, la piel radiante, y nadie notaba la ligera marca roja que se ocultaba justo bajo el cuello de la camisa oculta bajo capas de maquillaje.
Sus miradas se cruzaron solo una vez.
Un instante suficiente.
Nadie lo sabría nunca, nadie, excepto ellos porque el mundo les conocía por lo que aparentaban pero en casa, donde no existían las cámaras, donde la verdad no era un riesgo, Namjoon estaba hecho para complacer a su omega. Y Yoongi estaba siempre dispuesto a ser complacido...

belumrtl92 on Chapter 5 Sun 30 Mar 2025 08:54AM UTC
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Milo_coockies on Chapter 5 Mon 31 Mar 2025 09:17PM UTC
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kimseokchim on Chapter 6 Mon 21 Apr 2025 12:09AM UTC
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