Chapter 1: Una órbita cerrada
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Est no recordaba un momento en su vida en el que no hubiera estado en órbita alrededor de los otros cinco. Eran su sol, su gravedad, el cielo entero.
Todo había comenzado con William y Nut. Se conocieron en primer grado, compartiendo un escritorio con más grafitis que barniz. Est era el chico tranquilo, la sombra en la esquina; William, el torbellino de voz potente y risa fácil; y Nut, la calma práctica que podía desarmar cualquier pelea con una mirada. Formaron una trinidad inseparable, la primera célula de lo que vendría después.
A los diez años, en un campamento de verano, la dinámica se expandió.
Conocieron a Hong, un chico de movimientos felinos y una energía indomable. Hong se unió a la carrera, pero su intensidad solo se alineaba perfectamente con la de William. Est recuerda la primera vez que los vio, a los doce, tumbados en el suelo de la sala de práctica, con Hong usando el hombro de William como almohada. Era una imagen tan natural que la había marcado como la norma.
El amor comenzó entonces a tejerse, pero era un hilo complejo y enredado.
Cuando Lego llegó a la escuela secundaria, era una explosión de talento puro, tan grácil que parecía moverse al ritmo de una música que solo él oía. Se hicieron amigos porque Est fue el primero en notar que, bajo esa confianza, Lego era desesperadamente solitario. Pero fue Tui, el chico ruidoso y sarcástico con un corazón blando escondido tras la fachada de rapero, quien capturó la atención de Lego. Los dos se convirtieron en un dúo dinámico de caos y afecto, y Est notó cómo las miradas de Lego a Tui eran más largas, más suaves de lo que deberían ser entre "solo amigos".
Est estaba allí para todos ellos, siempre.
Si William necesitaba una segunda opinión sobre una melodía, Est era el oído. Si Nut estaba estresado por los exámenes, Est preparaba el café. Si Hong necesitaba un compañero de carreras, Est ataba sus cordones. Si Lego se sentía inseguro por una coreografía, Est era su espejo. Si Tui quería discutir teorías absurdas de conspiración, Est era su cómplice.
Él era el centro silencioso que permitía que los otros cinco brillaran con tanta intensidad.
A los quince, el poliamor, el vínculo que Est tanto amaba y que ahora lo mataba, se cristalizó. Fue en una fiesta de cumpleaños. William y Hong se estaban besando, un beso largo y despreocupado. Nut los miró con una sonrisa melancólica antes de acercarse y envolver a ambos en un abrazo. Más tarde esa noche, en el patio trasero, Est los encontró a los tres. Estaban tumbados juntos, sin ropa, hablando en voz baja sobre el futuro.
Est había ido a buscar a Nut para ofrecerle una bebida. Se detuvo en la puerta y los escuchó.
—No sé cómo funciona esto, pero me gusta —dijo Nut con voz soñolienta.
—Es fácil —respondió Hong, riendo—, solo amamos mucho.
—Os amo a los tres —susurró William. Est sintió un pinchazo de afecto al escuchar esa frase.
Nut se había dado la vuelta y había visto a Est. Le sonrió, un gesto cálido y acogedor.
—¡Est! Ven aquí, amigo. ¿Quieres unirte al círculo?
Amigo.
Est sonrió, a pesar de la punzada en el pecho, la que le había acompañado durante años antes de que los pétalos hicieran su debut. Se acercó y se sentó al lado de Nut, sintiendo el calor compartido de los tres.
Se quedó allí, parte de su círculo, pero nunca del núcleo íntimo de su afecto romántico. Los vio formar parejas fluidas y tríos cambiantes: William con Tui en un dueto melódico, Lego y Hong en batallas de baile íntimas. Ellos se buscaban, se encontraban y se amaban con una honestidad desarmante. Y Est siempre estaba allí, la constante, el confidente, el soporte... pero nunca el amante.
****
El anuncio oficial llegó una tarde de domingo, en el pequeño apartamento que compartían para ensayar. La atmósfera estaba cargada de una expectación alegre, casi febril. Est estaba terminando de limpiar los tazones de tteokbokki mientras los cinco se apiñaban en el sofá, como cachorros en una pila cálida.
William se aclaró la garganta, su voz, usualmente poderosa, sonando extrañamente suave. —Bien, Est. Queremos decirte algo.
Est dejó el trapo. Su corazón ya latía con una ansiedad fría. Había visto la espiral de afecto estrecharse; la forma en que Hong no soltaba la mano de Nut, cómo Lego se reclinaba automáticamente en Tui cuando estaba cansado, y cómo William era el eje que los calmaba a todos.
—¿Qué pasa? ¿Tenemos una fan meeting sorpresa? —Est intentó bromear.
Nut sonrió, pero era una sonrisa tan radiante que Est sintió el primer cosquilleo de alerta. —No exactamente. Lo sabes, Est. Lo nuestro... ha sido complicado. —Hizo una pausa y miró a los otros.
Tui, inusual y abiertamente emocionado, terminó la frase. —Pues ya no es complicado. Hemos hablado mucho, y… Oficialmente estamos juntos. Los cinco. Somos una pareja."
Un coro de afirmaciones felices siguió, abrazos apretados que excluyeron a Est físicamente, pero que lo incluyeron en la declaración. Hong lo miró con afecto sincero.
—Y tú eres parte de esto, Est. Eres nuestro mejor amigo, nuestro confidente. Eres la persona más importante fuera de nuestro vínculo —dijo Hong, haciendo que esa distinción sonara como un honor.
Est asintió, sintiendo el vacío que esas palabras creaban. Fuera de nuestro vínculo. Era el satélite solitario.
—Eso es genial, chicos. Me alegro mucho por ustedes —dijo, y por primera vez, sintió que no estaba mintiendo. Realmente se alegraba. Y eso, tristemente, solo hizo que el primer pétalo de campanilla brotara silenciosamente en sus pulmones.
A partir de ese día, la dinámica se alteró sutilmente, pero de forma devastadora para Est. Los cinco se convirtieron en un sistema solar de afecto cerrado. La calidez que Est siempre había conocido se reorientó, y él se encontró, irremediablemente, en el frío espacio exterior.
****
Est entró al estudio de baile con el almuerzo que había ido a comprar. Había un nuevo paso difícil en la coreografía. Los encontró a los cinco ensayando:
Lego estaba frustrado con un giro, y William se acercó de inmediato, rodeándolo por la cintura para ayudarlo a estabilizarse. Lego sonrió, y en ese momento, Hong se acercó por detrás, deslizando sus manos por la espalda de William y Lego, creando un triple abrazo íntimo. Nut y Tui estaban sentados, pero sus ojos estaban fijos en la intimidad de los tres, una conexión silenciosa.
—¡Oigan! ¡Traje jjajangmyeon! —anunció Est, levantando las bolsas.
Los cinco se giraron, la sonrisa de Nut fue la más rápida. —¡Genial, Est! Justo a tiempo.
Pero en el segundo en que se separaron, volvieron a sus posiciones con una facilidad asombrosa. William se inclinó para besar la mejilla de Lego; Tui y Nut retomaron una conversación en voz baja, hombro con hombro. Est sintió la urgencia de rellenar el hueco.
—Tuve que esperar casi media hora. Había una cola enorme —comentó Est, esperando que alguno le preguntara algo sobre su espera.
—Ah, qué fastidio —murmuró Hong, sin mirarlo, ya que estaba ocupado ajustando la sudadera de Lego.
Tui ni siquiera se dio cuenta de que Est había hablado. Estuvo a punto de dejar los tazones y marcharse. Se dio cuenta de que si no hubiera traído la comida, su presencia no habría sido esencial. Era el delivery humano.
****
Una noche de cine en el apartamento. Un desastre cómodo de cojines y mantas.
Est llegó con sus snacks favoritos. En el sofá grande, el arreglo ya estaba establecido: Nut estaba reclinado, con la cabeza de William en su regazo. La pierna de Hong estaba echada sobre Nut. Lego y Tui estaban acurrucados juntos en el sillón adyacente, sus dedos entrelazados. Est era el único que quedaba, de pie, con las golosinas en la mano.
Nut, el más considerado, se movió un poco. —Est, siéntate aquí. Hay un hueco.
El "hueco" era un pequeño espacio en la esquina del sofá, al lado de William, pero separado por la pared de cuerpos interconectados. Est se sentó y sintió la necesidad de tocar a alguien, a cualquiera, para anclarse. Puso tímidamente su mano en el muslo de William.
William, absorto en la película y en la caricia que Nut le hacía en el cabello, no se dio cuenta. O al menos, no reaccionó.
A los diez minutos, William se movió para recostarse aún más cómodamente sobre Nut. Su movimiento empujó el brazo de Est. No fue intencional, pero el mensaje fue claro: el confort de la unidad era más importante que el espacio personal de Est.
Est retiró la mano y la puso en su propio regazo. Abrió una bolsa de papas fritas, el crujido era demasiado alto en el silencio acogedor. Nut y Hong le murmuraron un suave "Shhh" sin quitar los ojos de la pantalla.
Est sintió una punzada helada de exclusión. Estaba en la sala, pero no era parte de la escena. Él era el extra que se había colado en el fondo de la toma.
Se levantó con un pretexto. —Voy a... por agua.
Ninguno de los cinco reaccionó más allá de un asentimiento distraído. Ninguno preguntó si él estaba bien. Ninguno se ofreció a ir con él.
En el baño, Est se dobló sobre el lavabo. No tosió, pero la presión en su pecho era intensa. Miró su reflejo, la mueca de dolor, y susurró la verdad que ya era un hecho consumado:
"Estás solo, incluso cuando estás con ellos."
Y en su pecho, la planta de campanilla absorbió la melancolía, preparándose para florecer.
****
La noche llegó con un clima frío inusual. Después de un largo día de grabación, los seis se habían quedado en el estudio. Estaba a punto de irse cuando Nut, que siempre había sido el más intuitivo, lo detuvo.
—Espera, Est. Hace frío. Quédate. Tenemos un colchón extra", sugirió Nut con esa calma práctica que Est tanto admiraba.
—Sí, quédate. Ya es muy tarde, —apoyó Lego, dándole un apretón amistoso en el hombro.
Está aceptado. Dormir en el estudio era familiar, pero esta vez, el arreglo era diferente. Los cinco habían apilado los futones grandes en un solo bloque. La camaradería era densa y cálida, el tipo de intimidad física que Est anhelaba y, al mismo tiempo, temía.
Cuando se acostaron, el espacio estaba calculado para los cinco. William y Hong estaban en el centro, apretados, irradiando un calor que se extendía a Tui a un lado y Nut al otro. Est, por ser el último en unirse, terminó en el borde, con Lego.
Lego, sintiendo la tensión en el aire, se giró hacia Est y lo abrazó, un gesto puramente afectuoso, cómodo y fraternal.
—Relájate, Est. Estás muy tenso —murmuró Lego, frotándole la espalda.
Está cerrado los ojos, sintiendo el peso y el afecto de Lego. Era un momento perfecto y, por eso, insoportable. No era amor romántico, no era exclusividad. Era el cariño seguro del amigo de toda la vida, el que te acoge sin pretensiones. El cariño que, para el Hanahaki, era veneno puro.
La conciencia de su exclusión lo golpe de nuevo. Lego lo abrazaba porque estaba al lado, no porque lo necesitara románticamente. Detrás de ellos, Est escuchaba las respiraciones acompañadas, el susurro bajo de William y Hong que se besaban suavemente, el ruido de Tui acomodándose más cerca de William.
Est era el eslabón suelto, sostenido solo por la amistad de Lego.
De repente, una quemazón intensa subió por su garganta, como ácido. Intentó tragarla, silenciarla, pero la irritación era demasiado fuerte. La tos seca y áspera comenzaron, un sonido brutal en la oscuridad.
Lego se tensó de inmediato. —Est, ¿qué pasó?
Est se levantó de un salto, tapándose la boca con el puño. Corrió al pequeño baño del estudio, su cuerpo convulsionando por el esfuerzo. Se dobló sobre el inodoro, incapaz de detener el espasmo.
Tosiendo, Est sinti que algo se desprenda en su pecho, algo fibroso y hmedo que ascenda con violencia. El sonido de su arcada hizo que la puerta del baño fuera golpeada suavemente por Nut.
—Est, abre. ¿Estás vomitando?
No pude responder. Cuando el ataque amainó, bajó la mano temblorosa de su boca y miró el interior de su palma.
En el centro, sobre un fondo de saliva y un hilo de sangre carmesí, había dos objetos frágiles: dos pétalos de campanilla lavanda, perfectos y empapados. Eran idénticos a los que ya había visto, pero esta vez, la flor estaba teñida de su propia vida.
La vista de la sangre fue suficiente para hacerlo temblar de arriba abajo. Su mente, negada a aceptar la enfermedad como real, entró en un shock helado.
Esto no es una broma. Esto es de verdad.
El amor que sentía por los cinco ya no era solo una emoción dolorosa. Ahora era una enfermedad, una manifestación física, letal. La puerta volvió a sonar, esta vez con la voz más ansiosa de William.
—Está bien, vamos. Estamos preocupados. ¿Qué está pasando?
Est miró los pétalos sangrantes, la prueba ineludible de que su corazón roto estaba tratando de florecer fuera de su cuerpo. Y en ese instante, no pensó en la muerte, sino en el secreto. Si ellos sabían por qué tosía estas flores, sabrían lo que él realmente deseaba. Y si lo sabían, la familia que tanto amaba se rompería.
Rápidamente, tiró los pétalos ensangrentados al inodoro y tiró de la cadena, observando cómo su agonía se iba por el desagüe.
—Nunca deben saberlo —se prometió a sí mismo, la voz ronca. El miedo a perderlos era más fuerte que el miedo a morir.
****
Est salió del baño con el aliento corto y el estomago revuelto, pero con una mascara de compostura bien ajustada. Mintió, por supuesto, diciendo que el tteokbokki le había sentado mal. Los chicos lo regañaron suavemente por no cuidarse, y la noche continuó. Est se arrastró de nuevo al borde del futón, sintiéndose más solo que nunca, con el sabor metálico de la sangre en la boca.
A partir de ese día, se negó a distanciarse. Elegir el camino del secreto fue elegir el camino del autosabotaje. Est decidido que prefera morir rodeado de su amor que sobrevivir en el vaco de su ausencia.
El problema era que su presencia solo servía para alimentar a las campanillas.
En las semanas siguientes, el afecto entre los cinco se hizo más evidente, más público, y para Est, más doloroso. Seis personas en un mismo espacio, pero solo cinco en la misma órbita.
****
En la Sala de Edición, Est estaba concentrado en su portátil, ajustando un clip de video. William se sentó a su lado, y Est sintió un destello de esperanza. Pero William no buscaba una conversación. En su lugar, tomó la mano de Tui, que estaba al otro lado de William, y la apretó contra su mejilla. Los ojos de William se cerraron en un suspiro satisfecho, una compartiendo intimidad silenciosa que pasó por encima de Est como una onda de radio que él no podía captar. El pecho de Est ardió, y el primer espasmo lo obligó a clavar los dedos bajo su escritorio.
En una Sesión de Fotos, mientras esperaban un cambio de vestuario, Hong y Nut estaban en una esquina, revisando fotos en el teléfono. Est se acercó con una anécdota divertida sobre el fotógrafo, ansioso por hacerlo reír. Nut, sin siquiera levantar la mirada, pasó automáticamente su brazo por la cintura de Hong, atrayéndolo hacia sí. Era un gesto posesivo y protector. Est se detuvo a medio camino de su frase. La pequeña burbuja que se formaba era hermética. Se dio cuenta de que no solo estaba fuera de su romance, sino fuera de su conversación, fuera de su espacio. Retiró la sonrisa y se fue a buscar agua, sintiendo cómo se desprendía un trozo más de su alma. La tos le llegó de golpe, más fuerte, y tuvo que correr al baño, dejando caer a sus pies una mancha de pétalos de lavanda con sangre.
La Noche del Triunfo, después de una actuación exitosa, la euforia los inundó. Est observaba, feliz por ellos, mientras se felicitaban. Lego se lanzó sobre William y Hong, creando un revoltijo risueño, y Nut y Tui se unieron al abrazo grupal, una pila de extremidades y afecto. Est se acercó, sonriendo, dispuesto a unirse al grupo de celebración. Pero justo antes de tocar a Lego, Nut dijo algo que hizo reír a carcajadas a todos, y la pila se giró sobre sí misma, volviéndose a cerrar. Est quedó de nuevo en el exterior, la mano a medio extensor. Sintió que la flor dentro de él se volvió a crujiente, más grande.
Esta vez, el ataque fue violento.
Está corriendo al camerino, temblando. Se encorvó, y el esfuerzo fue tan grande que sintió un desgarro en la tráquea. Cuando se irguió, su boca estaba llena. No eran solo pétalos. Era una densa masa de flores de campanilla de un rojo intenso, grandes y carnosas, empapadas en una cantidad alarmante de sangre. Era como si un ramo se hubiera desintegrado en sus pulmones.
El pánico se apoderó de él. Esto ya no era un síntoma; era una hemorragia.
Chapter 2: La Crueldad de la Flor
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Est se sentó en el suelo frío de su habitación, la laptop encendida con la página del foro médico abierto, la luz azul iluminando su rostro pálido. La sangre se había secado en su barbilla, pero el miedo no. Tecleó las palabras clave y encontró la descripción de su asesino silencioso:
Hanahaki Byō (花吐き病)
Naturaleza: Una enfermedad de origen japonés que se manifiesta en aquellos que sufren un amor unilateral y no correspondido con una intensidad abrumadora.
Causa: La angustia emocional y el profundo deseo de reciprocidad forman una masa orgánica dentro del sistema respiratorio del paciente, específicamente en los pulmones y la garganta. La flor que crece es un reflejo del afecto no correspondido del paciente.
Progresión de la Enfermedad:
Etapa Inicial (Pétalos): El paciente comienza a toser pétalos de flor secos o con pequeñas manchas de sangre. Los espasmos son esporádicos y a menudo se confunden con un resfriado o alergia.
Etapa Media (Ramos y Sangre): Los ataques se vuelven más frecuentes y violentos. El paciente expulsa flores enteras y la cantidad de sangre aumenta considerablemente. El dolor torácico es constante, y la respiración comienza a dificultarse.
Etapa Final (Asfixia): La planta y sus raíces se extienden por completo, entrelazándose con los pulmones, la tráquea y el corazón. Las vías respiratorias se obstruyen por completo, llevando a la asfixia y, finalmente, a la muerte. El tiempo de progresión varía, pero es inevitable sin intervención.
Opciones de Cura:
El Hanahaki no responde a tratamientos médicos convencionales. Solo existen tres resultados posibles:
Correspondencia: La única cura natural. Si el objeto de la afección corresponde a los sentimientos de amor del paciente (en el grado y tipo de amor que la flor requiere), la planta se marchita de inmediato y se desintegra.
Extirpación Quirúrgica: Una cirugía para eliminar físicamente la planta del sistema respiratorio. La operación tiene una tasa de éxito muy alta para curar la enfermedad. Sin embargo, tiene un efecto secundario catastrófico y permanente: la extirpación conlleva la pérdida total y definitiva de todos los sentimientos románticos hacia la persona que causó la enfermedad. El paciente ya no amará a esa persona, aunque los recuerdos de la amistad o el afecto platónico pueden o no perdurar, a menudo dejando un vacío emocional.
Muerte: Si el amor no es correspondido y la cirugía no se realiza, la asfixia es el resultado final.
Est se recostó, deslizando la laptop de sus piernas. El diagnóstico era claro y brutal: su amor unilateral por William, Hong, Lego, Nut y Tui le había dado una fecha de caducidad.
La correspondencia era imposible; ellos ya se amaban entre sí en esa compleja red que él envidiaba y anhelaba de forma exclusiva. La cirugía significaba vivir con ellos sin amor, una vida a medias que temía más que a la muerte.
Su amor, el más verdadero y hermoso que jamás había conocido, era su sentencia de muerte.
Est se convirtió en una sombra. Después de leer la descripción de su enfermedad, la presión de mantener el secreto y la agonía de su amor lo obligaron a retroceder. Dejó de buscar a los chicos en la sala de estar; dejó de ofrecerse a ayudar en la producción; dejó de iniciar conversaciones. Se confinó a la periferia de su existencia, como un mueble antiguo.
Cuando los cinco estaban juntos, Est se aseguraba de que su presencia no alterara su burbuja de afecto.
Si William se reclinaba en Nut, Est miraba su teléfono. Si Hong y Lego se reían con chistes internos y manos entrelazadas, Est se ponía los auriculares. Si Tui le preguntaba algo sobre el itinerario, Est respondía con monosílabos precisos y se retiraba.
Los chicos notaron la distancia.
Una tarde, mientras Est estaba en la cocina preparando una comida simple y solitaria, Nut lo observó desde el sofá, donde Hong le masajeaba la nuca.
—Est ha estado muy callado últimamente —comentó Hong.
—Sí. Creo que está enfermo. ¿No tuvo un malestar hace un par de semanas? —respondió William sin dejar de mirar la televisión, con la cabeza en el regazo de Nut.
—Parece agotado —dijo Nut con un tono de preocupación genuina.
—Seguramente se está esforzando demasiado con la edición de vídeo. Ya sabes cómo es —intervino Lego con despreocupación—. Si quisiera hablar, lo haría. No hay que presionarlo.
—Exacto. Dale espacio —concluyó Tui.
Y así, su afecto por Est se manifestó como evasión. Asumieron que Est estaba en una pausa necesaria y, por miedo a invadir su espacio, optaron por centrarse en su propio vínculo, sin notar que su "espacio" era, en realidad, un abismo. Su lógica era que, si Est tuviera un problema real, se lo diría. Y al no decírselo, le daban el permiso para seguir muriendo en silencio.
La madre de Est, preocupada por su repentino silencio telefónico, decidió aparecer sin avisar una tarde. Est, debilitado por el avance de las flores, no pudo disimular su aspecto cansado. Su madre, que lo conocía de forma íntima, decidió quedarse en el sofá.
—Te ves pálido, mi amor. ¿Estás comiendo bien? —preguntó ella, acariciándole el cabello mientras él tosía una pequeña cascada de pétalos en un pañuelo. Est dijo que era solo una tos nerviosa por el estrés. Ella, a regañadientes, lo creyó.
Esa noche, Est se despertó con sed. Se levantó y caminó en silencio, asegurándose de no despertar a su madre. El apartamento estaba tranquilo. Los chicos habían ido a una cena de empresa, lo que le daba un respiro.
Mientras bebía agua, encendió su teléfono. Abrió su red social y vio una nueva publicación de la cuenta oficial del grupo, etiquetando las cuentas personales de los cinco.
Era una foto tomada en el restaurante. Los cinco estaban apretados en la cabina, sonriendo con una felicidad radiante. William y Hong tenían las manos entrelazadas sobre la mesa; Lego estaba recostado contra Tui; y Nut miraba a la cámara con una sonrisa llena de paz, su mano de forma protectora sobre la pierna de Hong. La imagen era la definición de un amor completo, perfecto y cerrado.
Pero fue el pie de foto, escrito por William, lo que lo destrozó:
—Hay seis estrellas en nuestro universo, nosotros cinco en este amor. Gracias por ser mi todo, chicos. Mi corazón está completo.
La distinción, tan sincera y clara, le dio la certeza final que el Hanahaki había necesitado. No era que no le correspondieran, es que su amor no tenía sitio en ese círculo perfecto. El deseo de exclusividad de Est, el único tipo de amor que curaría la flor, era una imposibilidad estructural en el "nosotros cinco".
El efecto fue instantáneo. Fue como si las raíces de la campanilla hubieran escuchado las palabras de William y se hubieran apretado alrededor de su corazón.
Est sintió una opresión insoportable, seguida de un dolor tan agudo que lo dobló a la mitad. Corrió de vuelta al baño, pero esta vez, no tuvo tiempo.
La tos fue un rugido en su garganta, un espasmo violento y prolongado. Se arrodilló, y su cuerpo expulsó una masa vegetal con una fuerza impresionante: un ramo casi completo de flores de campanilla, rojas y lavanda, mezcladas con un gran torrente de sangre oscura. No era solo un hilo; era una hemorragia. Cayó al suelo, sintiendo que sus pulmones se llenaban de un líquido espeso.
Intentó gatear, llegar a la toalla, pero el aire no llegaba. La última imagen que vio antes de que el mundo se volviera negro fue el rojo brillante de su propia sangre empapando la alfombra del pasillo, formando un charco alrededor de las flores.
El ruido del cuerpo de Est al desplomarse despertó a su madre.
Ella salió corriendo, gritando su nombre, y al encender la luz, vio la escena: su hijo inconsciente, la alfombra manchada, y el horrible espectáculo de flores manchadas de sangre.
El pánico la impulsó. Con una fuerza desesperada, cargó a Est y corrió escaleras abajo, el rostro lívido y una sola palabra en su mente: Hospital.
****
La luz fría y estéril de la habitación de hospital era un contraste cruel con el cálido desorden de su hogar. La madre de Est estaba sentada, el rostro una máscara de terror controlado. El médico, un hombre de mediana edad con gafas finas, se sentó frente a ella, sosteniendo una radiografía.
—Señora, la situación de su hijo es crítica y, francamente, sin precedentes. Después de las pruebas, hemos encontrado la causa de la hemorragia.
El médico deslizó la placa de rayos X. En la imagen, el pecho de Est no era claro. Había una sombra oscura y ramificada, como un arbusto denso y enredado, ocupando gran parte de su cavidad torácica.
—Su hijo padece de una afección que llamamos Hanahaki Byō.
La madre parpadeó. —Doctor, ¿qué está diciendo? ¿Una enfermedad de flores?
—Es una condición extremadamente rara y de naturaleza psicosomática, señora. La medicina tradicional no puede hacer mucho. Lo que está viendo en esta radiografía son las raíces de una planta que está creciendo en sus pulmones. Está obstruyendo sus bronquios y, francamente, se está acercando peligrosamente a su corazón. La enfermedad está muy avanzada. Por la cantidad de flor y sangre que usted trajo, diría que Est está en la etapa final.
El médico se inclinó. —Solo hay una cura que podemos aplicar: la cirugía de extirpación. Si no actuamos pronto, la planta crecerá hasta asfixiarlo. No le queda mucho tiempo.
Más tarde, cuando Est despertó, débil y con un tubo de oxígeno, su madre lo miró, ya no con miedo, sino con una furia desesperada y un dolor abrumador.
—¿Por qué no dijiste nada? ¡Est, me estás matando a mí también! ¿Por qué te estás haciendo esto?
Est, con la voz rasposa, cerró los ojos y la verdad, forzada por la inminencia de la muerte, se deslizó.
—Es por ellos, mamá. Por William, por Hong, por Lego, por Nut y por Tui.
Su madre lo sabía. Lo había intuido toda su vida. Est no se había enamorado solo de un chico, sino de un quinteto entero.
—¿Y no te corresponden?
Est tosió, no flores, sino un dolor seco. —Me aman. Como amigo, como familia. Me adoran. Pero mamá, ellos ya son un nosotros. Un círculo perfecto. Mi amor quiere un trozo que no existe. Y la enfermedad... solo se cura con una correspondencia exclusiva. O la cirugía.
—Entonces... ¡la cirugía! ¡Hazla! ¡Quítate esas cosas antes de que te maten! —exigió su madre, las lágrimas corriéndole por las mejillas.
Est se aferró a su sábana, sintiendo el vacío que se avecinaba. —Si me opero, dejaré de amarlos. No solo románticamente. El doctor dijo que puede borrar mis sentimientos por completo. No quiero vivir en un mundo donde ellos estén y yo no sienta nada por ellos. No quiero... no puedo borrar diez años de mi vida por el miedo a morir.
La madre de Est se sintió impotente. El amor de su hijo era literal y fatal.
—Escúchame, hijo. Tenemos otra opción. El doctor dijo que la flor solo crece si hay angustia, si los ves y ellos te rechazan. Vamos a sacarte de aquí.
Dos días después, Est fue dado de alta con una única orden: aislamiento total. Su madre lo llevó a su propia casa, un lugar tranquilo lejos del estudio y el apartamento compartido. Confiscó su teléfono, bloqueó sus redes sociales y se encerró con él.
—Mientras no los veas, mientras no veas ese amor perfecto, la flor no tiene por qué crecer tan rápido —decretó ella con una determinación pétrea, ignorando la desesperación en los ojos de Est.
En el apartamento de LYKN, al principio, no hubo pánico. Est no había estado en el ensayo del martes ni en la reunión de planificación del miércoles.
—Seguramente Est está muy estresado, por eso se ha tomado unos días. Su madre siempre lo regaña por trabajar demasiado —dijo Lego a Tui mientras jugaban un videojuego.
—Sí, pero no contesta los mensajes. Y me dejó en visto... es raro en él —replicó Tui, su ceño fruncido.
William, Hong y Nut estaban acurrucados en la cama, viendo una película.
—Debe estar realmente enfermo —dijo Nut—. Lo vi mal el domingo. Dejémoslo descansar. Ya volverá.
Pero al llegar el viernes, la ausencia de Est comenzó a doler. Seis era el número. Seis en el escenario, seis en las bromas, seis en el backstage. Sin Est, sentían que les faltaba algo, no como si faltara un miembro, sino como si faltara el pegamento que los mantenía unidos sin esfuerzo.
Notaron que las dinámicas eran diferentes. Nut tenía que recordarle a William dónde había dejado las llaves, algo que Est siempre hacía. Hong y Lego se perdieron un meme interno que solo Est podía haberles explicado. La incomodidad se instaló, una sensación vaga y molesta.
Eran cinco, pero se sentían desbalanceados. El sistema solar, que orbitaba perfectamente entre ellos, no se daba cuenta de que la órbita de Est, aunque lejana, era esencial para mantener su propia gravedad.
Chapter 3: Consuelo en la Condena
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El enclaustramiento de Est en casa de su madre se convirtió en una tortura silenciosa. El aislamiento forzado frenaba la progresión violenta del Hanahaki, pero no curaba el amor. El dolor estaba siempre ahí, un peso constante.
Sin embargo, el aburrimiento y la desesperación encontraron una brecha. Est descubri una vieja tableta de su madre y, por la noche, cuando ella dorma, se conectaba a internet. Buscando apoyo, encontré foros oscuros y finalmente un blog discreto: "Hanahaki's End".
Allí conoció a otros. Personas que tosían narcisos, crisantemos o lirios. Gente con una fecha de caducidad, atrapados en la misma elección imposible. Est se conectó con un pequeño grupo, usando un seudónimo. Hablaron de los síntomas, de la dificultad de respirar y de la cruel belleza de las flores.
Encontró a Jiyeon, una chica que tosía glicinas por un amor imposible en el extranjero, ya Seo-Jun, un chico que se negaba a la cirugía aunque sus pulmones estaban llenos de peonías. Por primera vez, Est no se sinti como una anormalidad. Había gente que entendía que borrar el amor era peor que la muerte.
Mientras lidiaba con la sangre diaria y el dolor creciente, las palabras de sus nuevos amigos eran su único alivio. Ellos lo animaron a ver el valor de su amor, incluso si era unilateral. «Estás muriendo por amar tan profundamente», dijo Seo-Jun. Est, con el puño cerrado sobre un pétalo ensangrentado, lo sintió como un raro honor.
Mientras Est se desvanecía en el silencio, el ecosistema de LYKN comenzó a fallar.
Al principio fue una leve incomodidad, pero después de diez días sin él, se convirtió en una molestia constante, una tortura sutil. El "nosotros cinco" que habían definido con tanta seguridad comenzó a sentirse incompleto.
El vacío que Est había llenado, como el ancla práctica y emocional, se hizo evidente. Los desacuerdos se prolongaron más de lo normal; la energía en el estudio era pesada.
Uno a uno, los chicos comenzaron a enfrentarse al hueco que Est había dejado, y cada uno lo experimentó como una revelación incómoda sobre la verdadera naturaleza de sus sentimientos.
William, el eje emocional, fue el primero en ceder. Lo pillaron mirando la pantalla de su móvil, dudando antes de enviar un mensaje de texto.
«Desde que Est no está, siento que canto en clave. Mis notas suenan correctas, pero les falta el armónico resonante. Él siempre estaba ahí, tranquilo, anclando mi voz. Siempre lo di por sentado, su admiración silenciosa. Mi amor por los chicos es un fuego, pero mi afecto por Este... es como la tierra que sostiene ese fuego. ¿Lo he amado platónicamente todo este tiempo, pero de una forma tan esencial que lo confundí con la amistad? Mi corazón no está completo.»
Hong intentó compensar la ausencia de Est siendo más ruidoso y más intenso, lo que solo irritó a los demás. Se sentó solo en la sala de estar, por primera vez, sintiendo una inquietud física.
«Siempre he sido el más volátil, y Est era el que me frenaba sin juzgar. Cuando William o Nut me corregían, me enfadaba; Cuando Est me miraba, me calmaba. Su presencia era mi silencio de fondo. Sin él, siento que estoy flotando sin gravedad. ¿Es posible que mi necesidad por él fuera un tipo de amor que no encajaba en nuestra definición de 'nosotros'? Su aceptación total me hacía sentir seguro, más que la pasión. Lo extraño de una manera que me duele justo aquí, donde Nut me toca.»
Lego, el más sensible a las dinámicas del grupo, se sintió desorientado. Su confianza para ensayar decayó.
«Necesito que est me mire mientras bailo. Los demás me miran con amor, y es genial, pero Est... él me ve. Ve el esfuerzo, ve la técnica, ve el alma. Su aprobación era mi espejo más honesto. Sin él, me siento invisible. El amor con Hong y Tui es emocionante, pero el vínculo con Est era mi validación silenciosa. Mi duelo. Me duele su vacío más que cualquier discusión con los chicos. ¿Es esto un amor diferente? ¿Un amor que no pide, que solo da? Y yo, egoístamente, solo tomé.»
Nut, el práctico, se estaba volviendo un manojo de nervios. Se dio cuenta de que su rutina dependía de Est para funcionar sin problemas.
«Mi ansiedad se ha disparado. Est es el único que podía tomarme el rostro y decirme, con una simple mirada, que todo estaba bajo control, incluso si no lo estaba. Los chicos son mi refugio, mi confort emocional, pero Est era mi sentido de la realidad. Mi vida se sentía bien porque él estaba cuidando los bordes. Me falta su presencia lógica. ¿Y si mi afecto por él era el punto de equilibrio que mi poliamor necesitaba para no colapsar? Es un amor que me faltó el respeto de definir. Lo necesito para estar cordado.»
Tui notó que ya no tenía a quién contarle sus teorías más absurdas o sus miedos más profundos.
«Yo puedo hablar con todos sobre la música, el fandom, o con Lego sobre tonterías. Pero Est... él era el único que me escuchaba cuando hablaba de mis inseguridades reales. Él no tenía una respuesta, solo escuchaba. Su silencio era más íntimo que la pasión de un beso. El amor con William y Lego es vibrante, pero Est era mi confesionario secreto. ¿Por qué siento que me arrancan un trozo de mi propio corazón por no tenerlo aquí? Nos amamos los cinco. ¿Y si est era el sexto trozo, el irremplazable? Lo necesito para ser quien soy.»
El silencio se cernió sobre ellos. Los cinco se miraron, viendo la misma incomodidad, la misma punzada de pérdida. Su amor era fuerte, pero por primera vez, entendieron que el precio de su "perfección" podría ser la pérdida del hombre que, sin pedir nada, los había amado más que nadie.
****
La madre de Est había salido a una cita ineludible. Era la oportunidad que él estaba esperando. Se puso una gorra y una mascarilla, no solo para ocultarse, sino para atrapar los pétalos que tosiera. Estaba peligrosamente pálido, y la falta de aliento al subir la escalera era notoria.
Su cita era Seo-Jun, su amigo de "Hanahaki's End". Acordaron encontrarse en una cafetería tranquila a las afueras del distrito de Gangnam, un lugar donde nadie los reconocería.
Cuando Est llegó, Seo-Jun, que tosía peonías por un músico, lo recibió con una sonrisa comprensiva. Se sentaron en una mesa junto a la ventana. Est tenía que toser constantemente en un pañuelo de papel, la sangre en sus labios era casi un accesorio, pero por primera vez en meses, se sintió visto.
—Parece que hoy has tenido un día difícil, por el color —comentó Seo-Jun, señalando el ramo de pétalos carmesí que Est acababa de arrojar disimuladamente a un basurero.
—Mi amor ha estado muy "inspirado" últimamente —replicó Est, la frase un chiste interno del blog. Se rieron.
Por primera vez, Est sonriendo, una sonrisa genuina, sin la presión de fingir normalidad para sus amigos. El alivio de compartir su carga con alguien que no lo juzgaba era un bálsamo para su alma, incluso si su cuerpo se estaba muriendo. Estaba débil, sí, pero la conversación sobre la música que amaba y la tontería de su amor platónico le devolvía un atisbo de vida.
—¿Y tú, Seo-Jun? ¿Cómo están esas peonías?
Seo-Jun susspiró y Est inclinó la cabeza, esperando su respuesta con la calidez y la comprensión total que nunca había recibido de los chicos.
Mientras Est reía, a solo media cuadra, en otra cafetería con paredes de vidrio, el mundo de los chicos se desmoronaba. La tensión acumulada durante las semanas de ausencia de Est había estallado.
Habían intentado tener una conversación seria sobre por qué se sentían tan fuera de sintonía, y todo se había convertido en un campo de batalla.
William atacó primero, con la voz rota.
—¡Estamos fallando! Nuestro trabajo es una mierda, y no podemos mirarnos a los ojos sin que haya tensión. ¿Somos tan dependientes de Est?
—¡Claro que no! ¡No hay habilidades de dependencia! —saltó Hong, poniéndose de pie—. ¡El problema es que tú y Nut están tan encerrados en ser el centro que no ven a nadie más!
—¡Eso no es justo! —gritó Nuez. La frustración le temblaba en la voz. Él era el mediador, pero estaba agotado—. Hong, tú no puedes gestionar la tensión si no está Est, él es tu cable a tierra. ¡Y no es justo que yo tenga que cargar ahora con el equilibrio que Est hacía sin esfuerzo!
—¡Cállense! —espetó Tui, golpeando la mesa. Era el más raro. Su sarcasmo había desaparecido, y ahora solo había pánico—. ¡Si sigue así, se acabó! ¿Qué pasa si nuestra relación solo funcionaba porque Est estaba allí para absorber todo el peso emocional que nosotros éramos demasiado cobardes para reconocer? ¡Est era nuestro amortiguador!
Lego, sintiendo el riesgo de la ruptura, se levantó entre William y Hong, con los ojos llenos de lágrimas.
—Nosotros no somos "nosotros cinco" sin Est. Él era el que no exigía nada, el que solo nos daba espacio para ser. Siento que lo he amado, no como mi amante, sino como la otra mitad de mi propia existencia. Y ahora que se ha ido, me doy cuenta de que mi corazón... siempre ha tenido una sexta parte que solo él llenaba.
La palabra romper pendía en el aire. Los cinco estaban al borde del colapso, mirándose con dolor y rabia.
Justo en el momento en que William iba a responder, su mirada se desvió, pasando por encima del hombro de Hong, hacia la calle. Se quedó paralizado.
—Chicos... —su voz era un susurro roto.
Los otros cuatro siguieron su mirada. A través de la ventana del café, cruzando la acera, estaba Est.
No estaba la sombra gris que esperaban. Est estaba pálida, con la mascarilla bajada ligeramente mientras bebía, pero estaba riendo. Una risa suave, real. Su mano estaba posada en la muñeca de un chico que nunca había visto antes (Seo-Jun), y sus ojos brillaban con una conexión íntima, la misma conexión que ellos pensaban que solo existía dentro de su círculo.
Lo que los destrozó no fue solo que Est estaba con alguien más, sino que estaba feliz. Una felicidad que ellos no le habían dado. Una felicidad que, a pesar de su palidez y evidente mal estado, no estaba finida.
Y luego, Est se giró ligeramente. Se llevó el pañuelo a la boca, tosiendo con un espasmo evidente, y rápidamente volvió a sonreír a su nuevo amigo, que asentía con absoluta comprensión.
En ese instante, los cinco se dieron cuenta. Est no estaba triste en casa. Est estaba enfermo, y la única razón por la que estaba sonriendo era porque estaba lejos de ellos. Su amor era un veneno, y ellos, con su "círculo perfecto", eran los únicos culpables.
El vaso de Nut se resbaló de sus dedos, golpeando el suelo con un estrépito que rompió el silencio. El sonido era el eco de sus propios corazones al romperse.
Chapter 4: La Cúspide del Sufrimiento
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El colapso de Nut en la cafetería fue el detonante.
Los cinco salieron corriendo, ignorando el estrépito del vidrio roto. Cruzaron la calle, pero para cuando llegaron, Est y Seo-Jun se habían ido.
La desesperación se apoderó de ellos, y no tardaron en rastrear la dirección de la madre de Est, el único lugar donde podía estar.
La madre de Est abrió la puerta con el rostro contraído de furia y miedo.
—¿Qué hacéis aquí? —siseó.
—Necesitamos ver a Est —dijo William, su voz demandante—. Vimos que está enfermo, y... y está actuando extraño.
La madre intentó bloquear la entrada, pero Hong y Tui se deslizaron a los lados.
Encontraron a Est en la sala, envuelto en una manta, pálido y delgado, pero sentado con una taza de té, fingiendo tranquilidad.
—¡Est! ¿Qué diablos te pasa? —exigió Lego, acercándose.
Est, sintiendo cómo su corazón palpitaba bajo la presión de las raíces, se obligó a sonreír con total naturalidad.
—Hola, chicos. Lo siento. Mamá me ha secuestrado —bromeó con una risa forzada, sintiendo la necesidad urgente de toser—. Tuve una pequeña intoxicación por comida, y Mamá, ya saben cómo es, se asustó. Me obligó a hacer un reposo digital y físico.
—¿Intoxicación? ¿Por eso estabas riendo con ese tipo en la calle? ¿Por qué no contestas nuestros mensajes? —preguntó Tui, con un tono de traición.
Est sintió el ardor en sus pulmones. Tenía que terminar esto.
—Es Seo-Jun. Es un amigo del club de lectura que hice hace poco. Es muy divertido. Sobre los mensajes, en serio, mi madre me quitó el teléfono. Me dijo: “O descansas o no regresas al estudio.” Lo siento, de verdad. Estoy perfectamente bien. Ya puedo volver el lunes. Solo necesito un par de días más para deshacerme de este resfriado persistente.
La actuación de Est fue tan convincente y tan “de Est” —evitando el drama, minimizando su dolor— que los chicos dudaron.
Vieron su palidez y su extrema delgadez, pero también vieron la negación férrea que siempre había caracterizado sus problemas.
Su madre, dándose cuenta de que Est no iba a ceder, suspiró.
—Déjenlo en paz. Necesita descansar. Estará de vuelta el lunes.
Los chicos, aliviados de escuchar una fecha de regreso, aceptaron la mentira. Lo necesitaban de vuelta más de lo que necesitaban la verdad.
Se despidieron, abrazando a Est con cautela.
Mientras William lo abrazaba, Est tosió en secreto contra el hombro de su chaqueta, sintiendo el desprendimiento de un trozo de campanilla de su pulmón. William no lo sintió.
Se fueron, dejando a Est agotado, pero con el secreto intacto.
****
De vuelta en el apartamento, el alivio de saber que Est regresaría el lunes fue fugaz.
La discusión sobre el significado de Est en sus vidas volvió, esta vez con una claridad dolorosa, inspirada por la visión de Est riendo con otro.
Se encerraron en el estudio, la atmósfera sofocante.
—Dijo que estaba bien —murmuró Nut, pero su voz no sonaba convencida.
—¡No, no lo está! ¡Lo vimos toser! —gritó Hong.
William se puso en el centro.
—No hablemos de su enfermedad. Hablemos de nosotros. Tui tenía razón. Nuestra relación no funciona sin él. Y sé por qué.
Miró a sus cuatro compañeros, sus ojos llenos de una revelación aterradora y hermosa.
—Cuando lo vi sonreírle a ese extraño, me di cuenta de que mi dolor no era solo porque nuestro grupo estaba desbalanceado, era celos. Est me da paz, Est me comprende... Y me di cuenta de que mi afecto por Est no es una amistad esencial. Estoy enamorado de él. No como los amo a ustedes, sino con esa necesidad urgente de estar cerca, de ser su ancla.
El silencio fue roto por Lego, que se dejó caer en el suelo.
—Yo... yo también. Cuando lo vi enfermo, mi primer pensamiento no fue “mi amigo está mal”. Fue: “Quiero cuidarlo, quiero que me necesite.” Es el único que me hace sentir completamente valioso. Mi amor por él es real.
Tui pasó la mano por su cabello, riendo nerviosamente.
—El “chico que escucha”. El único que conoce mis miedos. Me di cuenta en el coche. Si él se va, una parte de mí se apaga. Necesito que me ame románticamente, para que mi vida tenga sentido. Es absurdo, pero es la verdad.
Hong se acercó a Nut, su rostro contraído.
—Yo... yo nunca he sido exclusivo con William o con Nut, pero con Est... me gustaría serlo. Él es mi refugio, mi descanso de toda la intensidad. Él es mi hogar tranquilo. Y estoy enamorado de él. De la forma más real que existe.
Nut se quedó en silencio un momento, el más lento en verbalizarlo, pero el más seguro.
—Est es el único que puede calmar la ansiedad de todos. Incluida la mía. Siempre pensé que él era el ancla de nuestro amor, pero no. Él es mi ancla. Él es el que equilibra todo lo que soy. Si él no está, siento que los amo menos, o que los amo de forma incorrecta. Est es el amor que nos completa. Estoy enamorado de él.
Los cinco se miraron.
La verdad era innegable. Habían construido un círculo perfecto de cinco, pero el amor de Est era el sexto punto, el amor que todos necesitaban y que, por miedo a romper su “nosotros”, habían ignorado y confinado a la amistad.
****
Mientras ellos confrontaban la complejidad de su amor, Est, de vuelta en su habitación, tenía su momento de la verdad.
A solas, la tos seca y abrasiva se convirtió en un espasmo.
Esta vez no eran solo flores, era la planta entera.
Est se dobló, sintiendo un dolor indescriptible mientras vomitaba una mezcla horrible de campanillas enteras, tallos y raíces, empapadas en una gran cantidad de sangre.
La flor era inmensa, casi una maceta.
Est se arrastró de nuevo a la cama, mirando con horror la radiografía mental que acababa de auto-proyectar: las raíces ya debían haber rodeado completamente su corazón y sus pulmones.
El oxígeno no llegaba a su cerebro.
“Estoy en la etapa final”, pensó.
El amor de los chicos, finalmente florecido en la habitación de al lado, era la única cura.
Pero Est, en su agonía, no lo sabía.
****
El lunes llegó, y Est regresó al estudio, pálido y delgado, pero vivo.
Su madre le había dado medicación para controlar temporalmente la tos más violenta, pero las raíces de la campanilla estaban dolorosamente presentes, recordándole cada respiración.
Los chicos de LYKN, armados con su reciente y caótica epifanía de amor, esperaban ansiosos.
Habían pasado el fin de semana ensayando torpemente su confesión, decidiendo que la mejor manera de empezar era mostrando el afecto que Est siempre había merecido.
Pero su forma de mostrar afecto era... confusa.
Est se sentó en la sala de ensayo, intentando concentrarse en su laptop.
Los acercamientos comenzaron inmediatamente, pero para Est, sonaban a burla cruel.
William se acercó, no para pedir una opinión técnica como de costumbre, sino para pasar una mano por la nuca de Est, dejando un cálido roce en su piel.
—Te extrañamos, Est. Mucho.
Est se encogió, convencido de que William se estaba burlando de la intensidad de su enamoramiento.
¿Tanto me extrañaron? ¿El mueble que nadie movía?
Hong entró al estudio y, al verlo, no bromeó.
En lugar de eso, se sentó al lado de Est, empujando suavemente su hombro contra el suyo.
—No te vayas de nuevo, ¿de acuerdo? Se sintió... mal.
Est se obligó a reír.
—No soy tan importante —dijo, sintiendo el ardor de una flor.
Hong frunció el ceño, interpretando su negación como modestia.
Nut, siempre el más cariñoso, le trajo un café, pero esta vez, en lugar de dejarlo, se inclinó y le dio un rápido beso en la mejilla.
Fue un gesto fugaz, pero cargado de la nueva comprensión de Nut.
Est se congeló, el color tiñó sus orejas.
Se secó la mejilla en cuanto Nut se dio la vuelta, sintiendo que lo estaban ridiculizando por ser el “amigo que ama demasiado”.
Tui y Lego se unieron a la ofensa.
Tui, jugando con el borde de su camiseta, le susurró:
—Oye, ¿te gustaría ir a ver una película? Solos tú y yo.
Lego lo agarró por el brazo.
—No, irá conmigo. Necesito practicar ese agarre de baile... tú sabes, el que tú me enseñaste.
Los dos se miraron con una intensidad que antes reservaban para su propio vínculo, dejando a Est completamente abrumado y humillado.
Est no podía escuchar la verdad en sus palabras.
Él solo escuchaba el eco de la publicación de William: “Solo cinco en este amor.”
Cada caricia, cada coqueteo, era interpretado por su mente Hanahaki como una prueba sádica de lo que no podía tener.
Estaban tan cerca de la cura, pero el muro del malentendido era demasiado alto.
****
El día terminó con Est agotado, el pecho doliéndole por la tos reprimida y el alma desgarrada por los acercamientos.
Regresó a casa, desplomándose en la cama.
Esa noche, el dolor fue insoportable.
Las flores, estimuladas por la proximidad y la angustia del malentendido, crecieron con una velocidad aterradora.
A las tres de la mañana, Est despertó a su madre con el sonido de su último y peor ataque.
Era un rugido empapado en sangre, una sinfonía de muerte.
Est expulsó no solo un ramo, sino un trozo de raíz carnosa y gruesa, que golpeó el suelo con un plop húmedo.
Cayó de rodillas, el aire un lujo que ya no podía permitirse.
La madre lo sostuvo, su ropa empapada en la sangre y la savia de la planta.
Vio el rostro cianótico de su hijo, la desesperación en sus ojos moribundos.
Est intentaba hablar, intentaba negarse, pero la garganta estaba demasiado obstruida.
Su madre lo acostó en la cama, miró la masa biológica en el suelo y tomó la decisión que Est no podía tomar.
—No voy a ver cómo te mueres por un amor que no puedes aceptar —susurró, besando la frente de su hijo.
A la mañana siguiente, ignoró las súplicas silenciosas de Est.
Llamó a su antiguo contacto en el hospital, a pesar de que sabía que iría en contra de la voluntad de su hijo.
—Doctor —dijo, su voz dura como el hielo—. Mi hijo está colapsando. Necesito que programe la cirugía de extirpación para hoy.
Est, incapaz de defenderse o protestar con palabras audibles, solo podía mirar a su madre con los ojos llenos de traición y desesperación.
La flor moriría, pero se llevaría con ella el único amor que le había dado sentido a su vida.
Su madre, en un acto de amor desesperado y supremo, estaba condenando a su hijo a vivir, pero a vivir sin el alma.
Chapter 5: El Muro del Silencio
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Tras la traumática noche y la decisión de la madre de Est, los chicos de LYKN se pusieron en marcha el martes por la mañana. Ya no había dudas sobre sus sentimientos; solo existía la urgencia de confesar y salvar a Est antes de que su “resfriado” se convirtiera en algo peor.
Llegaron a la casa de la madre de Est, tocando a la puerta con una determinación frenética. La madre abrió, con los ojos inyectados en sangre por la falta de sueño y la ansiedad. Su expresión era fría y resuelta.
—¿Qué quieren? —preguntó, impidiendo el paso con el cuerpo.
—Vinimos a hablar con Est. Es urgente, señora —dijo William, forzando la calma.
—No está disponible. No lo estará por un tiempo.
—¿Por qué? —exigió Hong—. Vimos que estaba enfermo. Queremos ayudar.
La madre los miró con una mezcla de desprecio y dolor, sus palabras lentas y afiladas, buscando perforar su burbuja.
—Ustedes no lo entienden. Él ha estado enfermo por ustedes. Estaba muriendo por el amor que sentía por ustedes, por la forma en que lo dejaban en la orilla mientras jugaban a ser perfectos. No va a morir. Va a vivir. Y pronto, ninguno de ustedes significará nada para él. Eso es lo que se avecina.
El mensaje era críptico, pero brutal. Ninguno de ellos entendió la referencia a la cirugía, pero la última frase les heló la sangre: “Ninguno de ustedes significará nada para él.”
—¿De qué está hablando, señora? ¡Amamos a Est! —dijo Nut desesperado.
—Tarde —cortó ella—. Su amor ha florecido demasiado tarde. Ahora, déjenlo en paz. Est ya no es de su incumbencia.
La madre cerró la puerta de golpe, dejando a los cinco varados en la acera, sintiendo que acababan de ser condenados.
****
Desorientados, los chicos comenzaron a deambular sin rumbo. Fue Lego quien se dio cuenta.
—El chico. El amigo del club de lectura. Seo-Jun. Él sabe algo. Rió cuando Est tosió; él lo entendía.
Recordaron la cafetería y, por pura suerte, encontraron a Seo-Jun en la misma zona, sentado en un banco del parque, mirando su teléfono con una expresión sombría.
Tui fue el primero en abordarlo.
—Oye, ¿eres Seo-Jun? El amigo de Est. Necesitamos que nos digas la verdad.
Seo-Jun levantó la mirada y, al reconocer a los cinco, sus ojos se llenaron de una lástima punzante. Sabía exactamente quiénes eran: los hombres perfectos que, con su amor incompleto, estaban matando a su amigo.
—Sé quiénes son. Y sé la verdad que su manager de Est no pudo decirles.
Seo-Jun se puso de pie, obligándolos a mirarlo.
—Est tiene el Hanahaki Byō.
—¿El qué? —preguntó William en un murmullo aturdido.
Seo-Jun tomó un momento y les explicó la enfermedad con la precisión de alguien que la sufre. Les habló del amor no correspondido, de los pétalos, la sangre, las raíces y la asfixia.
—La flor de Est son campanillas. Él tose flores por el deseo de un amor que ustedes, como un círculo de cinco, no podían darle. Él los ama a los cinco, pero necesitaba que al menos uno de ustedes lo amara exclusivamente, singularmente, o que lo amaran de la forma total en que él los amaba.
El corazón de Hong se hundió. Recordó las palabras de Nut: “Solo cinco en este amor.” Esa simple frase había sido la sentencia de muerte de Est.
—Anoche tuvo una crisis terrible. Estaba vomitando raíces. Y sé por qué la madre no los deja verlo —continuó Seo-Jun, su voz temblando—. Su madre lo va a someter a la cirugía de extirpación. Es la única manera de salvarlo si no lo corresponden.
Palideció de nuevo. —¿La extirpación? ¿Y eso qué significa?
—Significa que la planta muere. Y con ella, todo el amor que Est sentía por ustedes —romántico y platónico— será borrado de su mente para siempre. No sentirá nada. Serán extraños con recuerdos compartidos. Ella lo hará para salvarle la vida, para que no muera por culpa de ustedes.
William sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Perderían a Est, no por la muerte, sino por el vacío.
—¡No! ¡Lo amamos! Nos dimos cuenta este fin de semana. ¡Dile que lo amamos! —gritó Lego, al borde de las lágrimas.
Seo-Jun suspiró, agotado.
—Demasiado tarde. Su madre ya debe haber programado la hora. Est me escribió anoche por el foro, en medio del ataque. Me dijo que su madre había tomado el control y que iba a obligarlo a operarse. Estaba desesperado, dijo que prefería morir con el amor que vivir sin él.
Seo-Jun los miró con una súplica urgente.
—Si quieren salvar el amor de Est, tienen que detener esa cirugía. Tienen que confesarle antes de que entre a ese quirófano, y tienen que convencerlo de que su amor es el tipo de amor total que su flor necesita para marchitarse. No les queda tiempo.
Los cinco se lanzaron al coche de Nut en un frenesí desesperado. La imagen de Est riendo con Seo-Jun se mezclaba con la verdad de las campanillas y la amenaza de la cirugía. Condujeron de forma imprudente hasta el hospital, la vida de su amor pendiendo de un hilo.
Llegaron y corrieron a la recepción, exigiendo ver a Est. La madre, pálida, estaba firmando documentos. Ella los vio y su rostro se torció en una máscara de desesperación.
—¡Es su culpa! ¡Ya es demasiado tarde! —gritó, intentando en vano bloquearlos.
Pero los chicos, con la adrenalina del pánico, la ignoraron. Siguieron el nombre de Est hasta una sala de preparación para cirugía, donde el caos ya había comenzado.
Dentro, la escena era un infierno. Est había entrado en pánico al ver el quirófano inminente. La angustia de perder su amor para siempre, sumada a la debilidad física, había provocado una crisis final. Estaba postrado en la camilla, retorciéndose mientras las enfermeras intentaban asegurarlo. Su piel era de un tono violáceo, y un chorro intermitente de sangre oscura brotaba de su boca.
Los chicos irrumpieron en la sala justo cuando los espasmos de Est se intensificaron. Un equipo de médicos y enfermeras se abalanzó sobre ellos, intentando empujarlos fuera.
—¡Alto! ¡No pueden estar aquí! —gritó un médico.
Pero William usó toda la fuerza que tenía, abriendo paso hasta la camilla, seguido de cerca por los demás.
—¡Est! ¡Escúchanos! —gritó William sobre el ruido del pánico. Tomó el rostro de Est entre sus manos, sin importarle la sangre.
Est lo miró, sus ojos llenos de una traición abrumadora. Intentó negar su dolor, pero un nuevo y horrible espasmo lo sacudió.
—¡No es demasiado tarde! —gritó Hong, agarrando la mano libre de Est—. ¡Sabemos de la enfermedad! ¡Sabemos lo que sentimos! ¡Y te amamos!
Nut se inclinó, su voz firme en el caos.
—¡Est, escucha la verdad que tu flor necesita! ¡Te amamos, románticamente! ¡Todos! ¡Tú eres la razón por la que nuestro amor es real!
Lego se aferró a su hombro, las lágrimas cayendo sobre el rostro de Est.
—¡No te operes! ¡No borres nuestro amor! ¡Eres nuestro amante, Est! ¡El sexto y el más importante! ¡Te amo!
El cuerpo de Est se arqueó en un último y violento temblor. El corazón, sometido a la presión de la raíz de la campanilla, se estaba rindiendo. Los monitores a su lado comenzaron a sonar con un pitido de alarma.
—¡El paciente está colapsando! ¡Lo estamos perdiendo! —gritó una enfermera.
Pero la confesión, el amor múltiple, sincero y total que él había anhelado, rompió el bloqueo emocional. El deseo que había formado la planta se disipó con una rapidez aterradora.
Con un grito desgarrador, el cuerpo de Est se contrajo en un último espasmo. Abrió la boca y, en lugar de pétalos, vomitó una masa orgánica: el árbol entero. La raíz oscura, gruesa y fibrosa, completamente marchita, se desprendió de sus pulmones con un sonido húmedo y nauseabundo. Cayó al suelo, el asesino finalmente expulsado.
Y luego, todo se detuvo.
El pitido de los monitores se convirtió en una línea plana y larga. El rostro de Est, libre del asesino vegetal, estaba en paz, pero su corazón, asfixiado por las raíces en su último esfuerzo, se había parado.
El pánico médico se desató. Los chicos fueron apartados a la fuerza.
—¡Desfibrilador! ¡Lo hemos perdido!
El lamento de Tui resonó en la sala. William gritó el nombre de Est. Los cinco estaban destrozados, abrazándose, viendo la línea plana que marcaba el fin. Habían llegado a tiempo para confesar, pero demasiado tarde para salvarlo.
—¡Por favor, amor, no te vayas! —sollozó Hong contra el pecho de Nut.
Mientras el médico aplicaba la primera descarga, Nut se soltó y corrió hacia la camilla, su voz resonando con una autoridad que nunca antes había usado.
—¡Est, te amo! ¡Tienes que volver! ¡Te necesitamos! ¡Somos seis!
El médico descargó el segundo shock. Lego y Tui se abalanzaron sobre la camilla.
—¡Vuelve, Est! ¡Te amamos, no te vayas! —gritó Lego.
—¡No podemos amarnos sin ti! —suplicó Tui.
La desesperación de sus amantes, la verdad que finalmente inundó la sala, era más potente que cualquier máquina. El corazón de Est, aunque se había detenido, había sido liberado de su prisión vegetal. Y el amor, la cura, actuó como el desfibrilador final.
Con el tercer shock, el monitor emitió un pitido. Luego otro. Y un ritmo.
Est jadeó, un sonido débil, pero perfectamente limpio. Su corazón había regresado.
La sala se sumió en un silencio aturdido. El médico miró el monitor; el ritmo cardíaco era débil, pero constante. Miró a los cinco jóvenes, cubiertos de sangre y lágrimas, y luego al montón de raíces marchitas en el suelo.
Est abrió los ojos. Miró a William, a Hong, a Lego, a Nut y a Tui; sus rostros eran un mapa de dolor y amor. La flor había muerto, y con ella, el dolor y la traición. Lo único que quedaba era la verdad de su amor, fuerte y compartido.
La cirugía ya no era necesaria. El amor, en su forma más dramática y total, lo había salvado.
El equipo médico se llevó a Est a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), rodeado de equipos. Los cinco chicos de LYKN se quedaron en la sala de preparación, exhaustos, cubiertos de sangre y savia, observando la grotesca masa de raíces de campanilla en el suelo. Habían ganado, pero la victoria había sido arrancada de las fauces de la muerte.
La madre de Est, que había presenciado el colapso, el milagro y la confesión total, se acercó a ellos. Ya no había furia en sus ojos, sino un agotamiento profundo y una incredulidad abrumadora.
—¿Qué... qué acabo de ver? —susurró, señalando el manojo de raíces.
William, el más coherente, se acercó a ella, tomándola suavemente por los hombros.
—Señora, Est ya no tiene la enfermedad. El amor que siente por nosotros, que era lo que lo estaba matando, es el mismo amor que lo ha curado. Nosotros... finalmente le correspondimos de la forma en que él lo necesitaba.
La madre se rió, una risa histérica y rota.
—¡Sois unos idiotas! Unos niños. Estaba a punto de operarlo, de condenarlo a vivir sin amor, solo para protegerlo de la perfección de su círculo. ¡Y ahora me dicen que solo tenían que decir la verdad! ¡Que la cura estaba en su boca todo este tiempo!
Nut se adelantó, su voz suave pero firme, enfrentando la culpa.
—Usted tiene razón, señora. Fuimos cobardes. Le dimos amistad y afecto, pero no le dimos el amor romántico y total que su corazón estaba pidiendo. Est era nuestro ancla, y lo usamos sin darnos cuenta de que él nos amaba de una manera que nosotros no le estábamos devolviendo. Pensamos que éramos una unidad completa, pero nos faltaba la sexta pieza.
Hong secó las lágrimas con el dorso de la mano.
—Lo sentimos. Lo sentimos mucho. No tiene idea de lo arrepentidos que estamos por haberlo ignorado.
La madre se dejó caer en una silla, tapándose el rostro. Cuando lo levantó, había aceptado la locura de la situación.
—Est... mi hijo. Prefirió morir con amor a vivir sin él. Y ustedes... ustedes son la razón de ambas cosas.
Miró a los cinco, ahora no con resentimiento, sino con una advertencia severa.
—Ha vuelto. Ha vuelto por ustedes. Pero si vuelve a lastimarlo, si vuelve a darle un amor a medias, no habrá un segundo milagro. La próxima vez, no haré la cirugía; los mataré yo misma. ¿Entienden la gravedad de lo que acaban de hacer?
Lego asintió con fervor, y Tui se puso firme.
—Entiendo. Vamos a ser mejores. Vamos a amarlo como se merece. Est es nuestro, en cuerpo y en alma.
La madre respiró profundamente, la primera bocanada de aire sin pánico.
—Bien. Ahora, vayan a limpiarse. Parecen haber salido de una película de terror. Y cuando Est despierte, tiene que verlos a todos. Tiene que ver la prueba de que su amor fue correspondido y de que nunca más estará en la periferia.
El juramento había sido tomado. Los chicos se retiraron a lavarse, dejando la sala quirúrgica atrás, pero llevando consigo la mancha indeleble de la sangre y la savia de Est. Su amor ya no era un simple sentimiento: era una responsabilidad mortal.
Chapter 6: Un Nuevo Centro de Gravedad
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Cuando Est despertó, fue recibido no por el blanco estéril de un techo de hospital, sino por una pared de caras. William, Hong, Lego, Nut y Tui estaban apretados alrededor de su cama de la UCI, con los ojos hinchados por las lágrimas y los rostros llenos de una mezcla de alivio, culpa y un amor abrumador.
Lo primero que sintió Est fue el aire, puro y frío, llenando sus pulmones sin resistencia. El olor a metal y desinfectante era lo único en sus fosas nasales, no la humedad de la tierra ni la dulce fragancia de las campanillas moribundas. La flor se había ido.
El segundo sentimiento fue la presencia de los chicos, que ya no era una presión dolorosa, sino un calor acogedor.
—Est... Est, mi amor —susurró William, su voz el sonido más hermoso que Est había escuchado jamás.
Est sintió la mano de William suavemente en su frente.
Intentó hablar, pero solo salió un ronco sonido. Nut le acercó un vaso con agua.
—Despacio —dijo Nut, sus ojos fijos en Est con una ternura casi reverente—. Sin habilidades. Lo sabemos todo.
Tui se inclinó y, sin pedir permiso, besó con cuidado la mano de Est.
—Lo sentimos, Est. Por ser tan ciegos. Por dejarte morir por nosotros. Te amamos.
Est miró los cinco rostros. Ya no había burla en los besos, ni desprecio en los roces. Había verdad. La verdad que él había anhelado. Los vio enlazados en el afecto de su poliamor, pero esta vez, el círculo se había expandido para incluirlo de forma incondicional.
Hong se apoyó en la barandilla de la cama.
—No tuviste que morir para que te amáramos. Pero si eso es lo que hizo falta para que nuestro amor fuera tan real como el tuyo, lo aceptaremos. Bienvenido de vuelta. Nos perteneces.
Est sonrió, una sonrisa débil pero genuina. Sintió un pinchazo, no de dolor, sino de una nueva clase de amor, una que era recíproca. Con un esfuerzo, logró susurrar una palabra:
—Seis.
—Sí —dijo Lego, con una sonrisa brillante que no dejaba dudas—. Seis. Nuestro sistema solar ha encontrado su verdadero centro.
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A medida que Est se recuperaba en los días siguientes, el cambio en el grupo fue absoluto y drástico. LYKN reorganizó su vida, su trabajo y su afecto alrededor de la supervivencia de Est y la promesa que habían hecho.
Los chicos se turnaron para estar con Est, a pesar de las protestas de la madre (que ahora los vigilaba con una mezcla de gratitud y amenaza). No había más “sombras” o “lugares en la periferia”.
William era el ancla emocional y vocal. Le cantaba a Est suavemente, sus canciones ahora impregnadas de letras sobre el arrepentimiento y la promesa. Su prioridad no era la melodía perfecta, sino la paz de Est.
Nut se convirtió en el planificador médico y logístico. Monitoreaba sus signos vitales y su nutrición, ejerciendo su practicidad para cuidar del cuerpo que el amor había casi destruido.
Hong usó su energía desbordante para la ternura. Era el que le daba los masajes más largos, el que hacía el contacto físico constante que tranquilizaba a Est.
Tui se encargó de la parte emocional, leyendo en voz alta el blog de Hanahaki para demostrar que entendía la profundidad de su dolor. Le prometió a Est que ahora él sería su confianza total, sin guardar nada.
Lego se centró en la seguridad. Abrazaba a Est con una firmeza que decía: “Nunca te irás de nuevo”. Su prioridad era que Est siempre sintiera su valor incondicional.
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Su relación poliamorosa no solo se reestructuró, sino que se purificó. Se dieron cuenta de que su afecto por Est no era una adición, sino una necesidad fundamental.
Una tarde, Hong y Nut estaban compartiendo un beso cerca de la cama de Est. Antes, Est se habría apartado. Ahora, Nut se separó y, de forma instintiva, tomó la mano de Est, uniéndola a la suya.
—Ya no es un secreto, mi amor —dijo Nut a Est, sus ojos llenos de afecto—. Nuestro amor te incluye. Todo el tiempo.
William se acercó y besó a Est con una nueva intensidad, pidiendo perdón y haciendo una promesa con sus labios.
El silencio que una vez había sido el veneno de Est —el silencio de la exclusión— ahora se llenaba con la calidez de su amor compartido. Los seis existían en una nueva órbita, una donde la felicidad no se restringía, sino que se expandía para incluir la paz del hombre que habían dejado casi morir.
Habían perdido la inocencia de su vínculo perfecto, pero habían ganado la verdad de un amor real, difícil y, finalmente, curativo. El secreto de las campanillas ahora era el nacimiento de su nueva vida.
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La primera noche que Est regresó al apartamento compartido, aún frágil pero oficialmente dado de alta, fue un acto de devoción.
La madre de Est se había asegurado de que entendieran las reglas: nada de estrés, nada de trabajo por un mes y cuidado constante.
Pero los chicos de LYKN tenían sus propias reglas: intimidad total.
Esa noche no hubo un solo sofá o cama vacíos. Los seis se apiñaron en la cama más grande. Est estaba en el centro, el ancla, su cuerpo protegido por el peso y el calor de los demás. William estaba acurrucado a su izquierda, su mano, de forma posesiva, en la cintura de Est. Nut y Hong estaban al otro lado: Nut con una pierna sobre las de Est, y Hong usando el hombro de Est como almohada. Lego y Tui se encontraron en la parte superior, sus brazos cubriendo a los demás.
No se trataba de pasión, sino de seguridad.
Est sintió el calor y, por primera vez, no tuvo que apartarse. Dejó que sus corazones latieran a su alrededor, una sinfonía de afecto que ahora era pura y recíproca. El espacio que antes había sido la cuna de su angustia ahora era el refugio de su amor.
Lego, sintiendo que Est se relajaba, le besó la nuca.
—¿Te duele algo? —susurró Lego.
—No. Me siento... curado —respondió Est, su voz aún débil pero clara.
—No nos iremos, Est —dijo Hong con voz somnolienta, apretándolo—. Somos tuyos. Lo que pidas. Si quieres que amemos menos a uno, lo haremos.
—¡No! —dijo Est, moviendo ligeramente la cabeza—. Los amo como soy. Y ahora sé que ustedes me aman como soy. El problema no era la cantidad de su amor; era la falta de espacio para el mío.
Tui se movió para ver su rostro. —Hay espacio. Hay todo el espacio del universo. Este es nuestro nuevo juramento. Nunca más serás la periferia.
Y así, en la oscuridad, rodeado de sus cinco amantes, Est sintió que su alma, que había estado muriendo lentamente, finalmente estaba lista para vivir. No había más Hanahaki, solo el latido fuerte y constante de seis corazones.
La Revelación de las Seis Estrellas
El regreso de Est al ojo público se manejó con una cautela obsesiva. Los chicos habían inventado una historia sobre un "colapso por agotación extremo" que nadie se creyó realmente. Pero la verdad no podía ocultarse por mucho tiempo.
Semanas después, en la primera entrevista del grupo LYKN con Est presente después de su recuperación, la dinámica era imposible de ignorar.
En el sofá, los seis se sentaron de manera diferente. Antes, Est habría estado al final. Ahora, él estaba en el centro, unificado con ellos. Nut lo tomaba de la mano de forma abierta, y William mantenía su brazo firmemente sobre el respaldo del sofá, justo detrás de la cabeza de Est.
La entrevistadora intentó ser sutil, pero la pregunta era inevitable.
—Est, tu ausencia fue muy preocupante. Pero notamos que el ambiente es diferente. ¿Cuál es el secreto de su unión? ¿Y por qué parece que usted es ahora el centro de su universo?
Los cinco se miraron, y esta vez, no hubo evasión, no hubo miedo. Habían acordado una verdad sencilla.
Está reclinó un poco, sintiendo el apoyo incondicional de Hong a su lado. Sonrió con la paz que el Hanahaki le había robado y devuelto.
—El secreto —dijo Est con calma— es que finalmente nos dimos cuenta de lo que somos. Siempre hemos sido seis.
William tomó la palabra, mirando directamente a la cámara. Su voz era firme, su postura protectora.
—Hemos pasado por algo muy difícil, algo que casi nos cuesta la vida de Est. Descubrimos que nuestro amor, que creíamos que era un círculo cerrado de cinco, en realidad era incompleto. Est siempre nos ha amado, y nosotros finalmente comprendimos que nuestro amor por él es tan real y necesario como el que sentimos entre nosotros. Est no es nuestro amigo; es nuestro amante. Es la pieza que faltaba para hacer que nuestro mundo sea funcional.
Tui sonriendo a Est. —Somos seis. Y no vamos a pedir disculpas por amar a la persona que casi perdemos. Ahora somos una unidad completa.
La reacción de la prensa fue un torbellino. El fandom se dividió en el caos, la adoración y la confusión. Pero a LYKN ya Est no les importó. Estaba vivo, curado y amado por completo.
Esa noche, mientras los hashtags ardían en las redes sociales, Est se acurrucó con sus cinco amantes. Tenía una cicatriz invisible y un secreto que compartirían para siempre: el recordatorio de que su amor, aunque casi fatal, era lo único que merecía vivir.
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Dos años habían pasado desde el Milagro del Hospital. Dos años desde que Est había escupido la muerte y su amor había sido forzado a florecer bajo la presión de la tragedia. La vida de los seis no había vuelto a ser "normal", sino que había ascendido a algo más profundo, complejo y honesto.
El Hanahaki era una cicatriz invisible que Est llevaba, un recordatorio constante de lo cerca que había estado de perderlo todo. Pero la verdadera marca la llevaban William, Hong, Lego, Nut y Tui. Su amor ya no era un derecho; era una responsabilidad sagrada.
Su vida profesional era un circo continuo. La revelación de su relación poliamorosa de seis había revolucionado el k-pop (o t-pop, en su caso). Había furia, adoración y una curiosidad insaciable. Pero el grupo, ahora más unido que nunca, se limitaba a sonreír ya ignorar el ruido.
En el escenario, la química era electrizante. El contacto era constante, natural, y no había disimulo. Los gestos antes furtivos (la mano de Nut en la cintura de Est, el brazo de Lego sobre sus hombros, el beso que William le plantaba a Hong mientras Est le sonreía a Tui) ahora eran la norma. Est no era el amigo en la periferia; era el centro, el amante, el pilar que hacía que la constelación brillara sin miedo a desequilibrarse.
Una noche, en el apartamento que ahora se sentía inmensamente más grande, Est se encontró con Hong en la cocina. Estaba cortando fruta mientras Hong lo abrazaba por detrás, besando la suave piel de su cuello.
—No has tosido en dos años —susurró Hong, su aliento cálido.
—No tengo nada que toser —respondió Est, riendo—. Mi amor es correspondido, completamente. La planta está muerta.
Hong se giró, y su mirada se encontró con la de Est. Había un brillo de melancolía que a veces aparecía en los ojos de los cinco.
—Aún así, te buscamos en las esquinas. Cuando nos reímos mucho, nos miramos para asegurarnos de que no estás solo.
—Es bueno que lo hagan. Es la prueba de que aprendió la lección —dijo Est, depositando un beso en la comisura de la boca de Hong.
Pero Est tenía un pequeño secreto que guardaba para sí mismo. No se lo había contado a nadie.
A veces, muy de vez en cuando, sentía un picor suave en su garganta. Y al toser en privado, en lugar de flores, solo salía una pequeña, diminuta mota de polvo de lavanda. No era la enfermedad volviendo; era un recordatorio físico.
La flor de su amor no correspondido se había ido, pero el polvo era la ceniza de lo que una vez fue, el vestigio final de la intensidad de su deseo por ellos. Para Est, era un juramento silencioso: un recordatorio de que ese inmenso amor había existido, y que ahora, gracias a la valentía de cinco hombres ciegos, se había transformado en algo que merecía la pena vivir.
El jardín dentro de su pecho estaba vacío, pero su vida, rodeada de sus cinco amantes, estaba florida.
