Chapter Text
El primer niño perdido
capítulo 16: La Piedra Filosofal.
Tesoro codiciado.
Eternamente buscado.
Virtud y maldición.
Poder extraordinario.
Maravilloso sería aquel que lo fuera a encontrar,
pero quizá para el elixir de la vida probar,
un sacrificio se ha de entregar.
Mientras Lobito distraía a la docena de piratas que se habían quedado en la cubierta, haciéndolos perseguirlo sin mucho éxito, los niños se adentraron a la bodega en busca de las sirenas. ¡Qué alboroto causó Lobito! ¡la cubierta quedó hecha un desastre y no paraba de escucharse el alboroto de los pobres piratas tratando de atraparlo! Pobre el grumete que tendrá que limpiar eso... o más bien, pobre de la grumete.
Una vez los malévolos piratas estuvieron distraídos, los niños, que tuvieron que bajar escaleras, llegaron a la bodega donde un grupo de cinco sirenas permanecían encerradas en una jaula de madera.
—¡Eres el niño de antes!— exclamó una sirena pelirroja, que reconoció a Peter. Casi todas eran las que habían intentado golpear a Peter anteriormente.
—Sí, y tú eres la sirena indecente de antes.— le dijo Peter con una sonrisa.
—Qué raro. No se ahogaron.— dijo Slightly, haciendo una cara rara.
—Tenemos pulmones también, niño ignorante.— recriminó la misma sirena.
—¡No decir ignorante a prometido de Tigrilla!— exclamó la princesa india, amenazando con una daga—. Momento... Faltar una.— las contó y después dirigió su mirada a Peter. Ella bien había visto que las piratas se habían llevado a seis.
—Falta Stormy.— habló una sirena de cabello negro—. Es sólo una cría pequeña, no tiene ni cinco años. Un pirata vino y se la llevó.
Los niños quedaron confundidos, no se habían dado cuenta de que habían trasladado a la sirenita a otra parte. Las sirenas comenzaron a murmurar entre sí, escandalizadas, los niños se preocuparon.
—La niña...— musitó Tinkerbell, dándose cuenta de qué sirenita se trataba.
—Ser la hermanita.— comentó Tigrilla—. La que Peter prometer traer de regreso.
—¡Esto es malo!— exclamó la misma sirena pelirroja—. Se la llevaron porque es pequeña. Los piratas quieren obtener información de algo muy peligroso, nosotras no revelaríamos nada aunque nos costara la vida, pero Stormy es sólo una pequeña.
—¿Tiene menos fuerza de voluntad que ustedes?— comentó George, casi con desinterés.
—¡Es una niña!— gritó la pelirroja.
—¡Poder dejar de hacer ruido! ¡o piratas descubrirnos!— gritó Tigrilla, un poco más fuerte que los demás.
—¡Yo prometí llevarla con su hermana mayor!— exclamó Peter, en tono triunfal—. ¡Ustedes liberen a las sirenas, yo iré en busca de Stormy!
—¡Baja la voz!— le gritó George, causando escándalo él también.
Las sirenas contemplaron a Peter, que se veía tan valiente y decidido. Ya se habían arrepentido por tratar de molestarlo antes, y es que nadie se había arriesgado por una sirena antes, no como estos niños. Las sirenas estaban conscientes de que habían sido capturadas por subordinadas del Rey Pirata, así que estos niños debían tener un valor inigualable y una bondad especial. A su parecer, Peter parecía el líder del grupo, así que desde ese momento las sirenas supieron que él era digno de respeto y quizá más.
—Entonces, ¿no vamos a comer pescado?— habló con pesimismo Firefly Fire.
—Es peligroso, no puedes ir. Ya nos arriesgamos demasiado.— habló Tinkerbell, aún sabiendo que Peter no la escucharía ni entendería.
Nada de esto lo había planeado el hada, ella sólo quería que las sirenas le dijeran cómo llevar tres niños a Tierra Firme sin necesidad de polvillo; jamás pensó que este viaje se volvería un rescate. Ya no quería arriesgar más a los niños de lo que ya estaban. ¡Pero nunca lograba que la escucharan!
—Peter, esperar.— habló Tigrilla con voz firme, antes de que el niño partiera en busca de la sirena que les faltaba. La princesa india extendió su brazo hacia él, entregándole una de sus dagas—. ¿Saber usarla?
—No tienes idea.— el niño tomó el arma, se la guardó y subió las escaleras de vuelta a la cubierta.
Los otros tres niños se reunieron en torno a la jaula de madera; Tigrilla sacó su otra daga y comenzó a cortar los barrotes que aprisionaban a las criaturas. Se detuvo un segundo y se dirigió hacia la hada rubia.
—¿Qué esperar? ¡Seguirlo!— le ordenó a la hada, señalando con un movimiento de cabeza hacia la dirección que había tomado Peter. Tink se confundió—. Tinkerbell cuidar Peter ¿no? ¡Seguirlo! Asegurar que él no nos meter en problemas.
Tinkerbell asintió y fue a seguir a Peter de inmediato. Aún si Tigrilla no se lo hubiera dicho, la hada hubiera ido tras de Peter cinco segundos después; no planeaba dejarlo solo, mucho menos con Barbanegra, el pirata más temido de todos.
La hada voló hasta alcanzar a Peter, éste apenas reaccionó ante su presencia. El niño estaba a la espera, tras una puerta, aguardando para pisar la cubierta cuando fuera seguro; Lobito seguía distrayendo a los piratas, ese cachorro era muy útil para estos trabajos. Cuando vio que no había peligro, el niño, con Tinkerbell escondida entre su ropa, se apresuró a salir y buscar la entrada al camarote de la capitana, sabiendo bien que Barbanegra los había reunido ahí, posiblemente ahí tuvieran a Stormy también.
Subiendo unas escaleras, pasando cerca del timón, abriendo una puerta con delicadeza (aunque esta chirrió), entraron al camarote de la capitana, descubriendo sólo una mesa con mapas, un librero y un montón de artefactos viejos. Peter recorrió la habitación con la mirada, percatándose de dos puertas, de una no se oía nada y de la otra, que estaba semi abierta, podía escuchar murmullos. Se aventuró hacia la puerta semi abierta, entrando con muchísimo cuidado ya que, sí, ahí estaban los piratas, a excepción de dos: Barbanegra y su primer oficial, el señor Starkey.
Peter, con sigilo, se ocultó debajo de una mesa que estaba al lado de la puerta, después se escabulló hacia un escritorio, sólo para poder observa mejor. Los piratas en la habitación eran tan jóvenes y tan incautos como para percatarse del intruso, en especial porque tenían una discusión propia. Los cinco piratas estaban en torno a una gran mesa redonda. Tinkerbell se asomó todo lo que pudo, escuchando con atención lo que los jóvenes hablaban y, a su vez, observando de más de cerca y con mucha más atención a James, el pirata que Barbanegra tenía prisionero y que había llamado traidor. Lo tenían desatado y éste estaba sentado en una silla.
Tink ya conocía a James, de una época que parecía muy lejana ya. Él había engañado a una hada para poder obtener polvillo y así ir hacia Tierra Firme para robar allá; ¡casi ahogaba a la pobre hada que engañó! Lo habían detenido aquella vez, de eso ya había pasado bastante. James no había cambiado mucho, a excepción de cosas muy evidentes, ya que él era un prisionero ahora, lucía más delgado y... golpeado. Realmente, Barbanegra era un monstruo peor que él.
—¡Te habíamos creído muerto, stupide gamin!— exclamó una de las piratas, la de acento francés, la más fea de las tres, en medio de la discusión.
—Betty tiene razón.— habló la capitana, la llamada Jessica—. Cuando te fuiste, el maestro mandó matarte, hundió tu barco. Hace años que no te vemos y no hemos sabido nada de ti, sólo...— calló antes de terminar.
—¡Tu ridículo plan para salir de aquí!— señalo Beatrice, con el ceño fruncido y las manos en la cintura—. Todos nos enteramos, ¡¿usar hadas en un plan y fallar?! ¡¿qué diablos?!
—Miden 15 centímetros, James.— habló Flynn, el joven rubio, dedicado grumete de Barbanegra—. ¿Cómo pierdes contra criaturas así? Además, ¿cómo lograste que un hada tan siquiera confiara en ti? Es decir, las hadas y los piratas somos... algo así como enemigos naturales. Pensar tal convivencia es tan imposible como un pirata navegando en el desierto.
—Debió haber sido un hada muy tonta, como muchas tontas que conozco—. dijo Beatrice, rodando los ojos, mandandole una indirecta a Jessica.
—¿Podemos evitar hablar de eso?— dijo James en casi un gruñido, con una ira contenida. Los demás se sorprendieron, no había hablado en todo ese tiempo.
—Así que no te cortaron la legua, ¿eh? Una lástima.— se burló la malvada pirata—. Entonces, ¿de qué no hablamos? ¿de las hadas o de las tontas?
—Basta ya, Betty.— dijo Jessica, con voz compasiva. Desvió su mirada hacia James e hizo una mueca que era una mezcla de dolor y enfado—. ¿En qué estabas pensando, James? ¿Por qué traicionaste a nuestro maestro, a nuestro rey? Me tenías angustiada. Con suerte él va a dejar que te unas a nosotros de nuevo.
—¿Y por qué iba a querer yo regresar con ustedes?— habló James, con desprecio—. ¿Por qué iba a querer yo estar bajo sus ordenes? Para él nosotros no somos nada más que sus mascotas y ustedes lo idolatran, sabiendo lo sanguinario que es.
—No es tan malo.— murmuró Jessica, bajando la mirada—. Ha hecho tanto por nosotros.
—¡Yo nunca dejaré que nadie esté sobre mí! ¡ni siquiera él!
—¡Ja!— exclamó Beatrice, acercándose al prisionero—. ¿Así que por eso huías a Tierra Firme como un niño asustado? ¡Por tu maldita obsesión por ser el mejor! ¡Ya superalo, fracasado! ¡Ya no eres un niño! ¡¿Por qué querer ir a ese mundo?! ¡¿Para qué huiste aquí entonces?!
—¡Ese es mi problema, Beatrice!— se puso de pie, enfrentando a la chica—. ¡Yo nunca te cuestioné por venir aquí ni tus razones para quedarte! ¡así que deja de juzgarme!
—¡Te juzgo por querer irte! ¡¿Por qué querer volver a ese maldito lugar?!
—¡Ya deténganse ustedes dos!— intervino Jessica, poniéndose entre los dos, ya que parecía que se iban a agarrar a golpes—. ¡James, si no vuelves con nosotros el maestro va a dejarte de prisionero o algo peor!
—¿Por qué quisiera tenerme de regreso? Por lo que veo ya encontró un remplazo.— dijo él, mirando a la pequeña niña que se ocultaba detrás de Flynn—. ¿Pero por qué una mocosa?
—No la molestes, es la hija de Isabella.— dijo Jessica, esta vez poniéndose entre James y la niña.
—Así que tenemos a una pequeña Princesa Pirata aquí, ¿eh?— se asomó para ver a la pequeña, esta, por alguna razón, hizo lo mismo—. Es sólo una niña insignificante. ¿Qué quieres?— preguntó al notar que la niña quería cuestionar algo.
—Yo... eh... ¿Eres de Tierra Firme también?— le preguntó la niña con nerviosismo. Todos la miraron, impresionados.
—¿Por qué hoy estás tan interesada en Tierra Firme?— le preguntó Jessica.
La Princesa Pirata no respondió. La verdadera causa de su interés era porque sabía que había cuatro niños polizones en el barco, y que justamente tres de ellos eran niños nacidos en Tierra Firme.
Peter y Tinkerbell seguían atentos a todo en su escondite, se habían sumergido tanto en la discusión ajena que casi olvidaban para qué estaban ahí. Antes de que la pregunta de la princesa fuera respondida, el gran Barbanegra y el señor Starkey entraron al lugar. Todo quedó en silencio salvo por el llanto de una pequeña sirena desesperada que iba capturada dentro de una red de pesca. A la pequeña la arrojaron sobre la mesa y esta siguió llorando.
Al ver con atención, Peter se percató de que le habían golpeado la cara. Al niño le hirvió la sangre de ira, no sólo porque ya no iba a poder regresar a la pequeña con su hermana tan sana como hubiera querido, sino que le parecía totalmente injusto que se metieran con una sirena inofensiva que no se podía defender. Odiaba cuando hacían eso.
—La sirena me ha revelado la ubicación de la piedra.— habló Barbanegra, con gesto burlón. A los jóvenes no les pareció tan gracioso la niña golpeada—. Las niñas son malas para guardar secretos.— se excusó el pirata mayor—. En especial si sabes cómo amenazarlas. A esta edad le temen a cualquier tontería.
—¿Y dónde está?— preguntó Flynn, poniéndose al lado del rey.
Barbanegra sacó un gran mapa y lo extendió sobre la mesa, clavó un cuchillo en la ubicación; los demás miraron con sorpresa. Peter y Tinkerbell no podían ver a dónde señalaba el mapa.
—Con que ahí estuvo todo el tiempo.— musitó Beatrice.
—¿Estuvo qué cosa?— cuestionó James, harto de no saber nada. Él no sabía qué es lo que quería conseguir Barbanegra y mucho menos sabía porqué había sido llevado hasta ahí.
—¡Esto es increíble, James!— exclamó Flynn, con entusiasmo—. ¡El maestro está buscando la Piedra Filosofal!
—¿Qué?— dijo con desconcierto, analizando lo que le acababan de decir.
¡La Piedra Filosofal! ¿había escuchado bien? Aquel objeto que podía convertir cualquier metal en oro, aquel que se decía que podía otorgar la vida eterna, ¿éso es lo que buscaba Barbanegra? Aquel pirata malvado obteniendo tal poder que miles de alquimistas habían buscado por siglos sin éxito. Alquimia...
—Tú... ¿sabes algo sobre la piedra, James?— se aventuró a preguntar Jessica, dando un paso hacia él, con voz amable pero expresión dubitativa. Su relación con James no era tan simple, ni ahora ni antes, pero de todos ella era la que más... Al menos era la que más se preocupaba.
—He escuchado sobre la piedra, pero lamentablemente no sé más que ustedes.— habló con voz arrogante—. No entiendo por qué pensaron lo contrario.
—Rumores.— murmuró Beatrice, fastidiada.
—James.— comenzó a hablar Barbanegra, dando unos pasos tranquilos por el camarote, los demás no pudieron apartar la vista de él—. Estoy trabajando en un plan realmente grande y, créelo o no, necesito mucha ayuda por aquí. Así que estoy dispuesto a perdonarte, ¿qué dices, niño? por los buenos tiempos.
—¿Buenos tiempos? No me hagas reír.— rodó los ojos—. Ya no soy el niño que te encontraste varado en la playa, ¿qué te hace pensar que no te volveré a traicionar?
Sus palabras eran agresivas, pero al mismo tiempo, a la perspectiva de los presentes, eran palabras que podían condenarlo. Barbanegra podía llegar a ser paciente, pero cuando algo lo sacaba de quicio se convertía en una bestia de corazón frío. Pero ahora él parecía extrañamente tranquilo. Barbanegra detuvo su andar y miró a James, con una sonrisa en su rostro malvado.
—No, no eres un suicida, James, tú aprecias tu vida, y yo te aprecio también, ¿sabes? Eras mi alumno favorito hasta que llevaste a cabo... tu infantil traición.— hizo un movimiento de manos, hizo una expresión desinteresada y continuó hablando—. Pero debes entender, si no estás conmigo, serás el siguiente después de este niño de aquí.— habló con una voz severa y siniestra.
Y de un jalón, sin aviso previo, sacó a Peter de su escondite y lo arrojó contra la mesa, sorprendiendo a los otros que nunca habían notado al niño espía. Peter cayó cerca de la pequeña sirena, que detuvo sus llantos para observar con horror qué pasaba; Peter se dispuso a sacar el arma que le había entregado Tigrilla, pero cuando alzó la mirada, Barbanegra le estaba apuntando con pistola en mano.
No era la primera vez que le apuntaban al niño con un arma de esas, no le alcanzaban los dedos para contar cuántas veces había estado en situaciones similares, pero esta vez algo fue distinto. Había sido tan repentino, no estaba listo, no lo había planeado así, no había a dónde ir ahora. El niño sintió una emoción que jamás admitiría, él sintió, por unos breves segundos, algo de miedo.
La Princesa Pirata emitió un gemido de sorpresa al ver al niño de Tierra Firme descubierto, pero, aunque ella ya sabía de él, no iba a interferir, no podía ni debía hacerlo.
Tinkerbell, por su parte, seguía oculta donde antes el niño estaba oculto, ella observaba todo, aterrada, sin poder reaccionar. En ese momento recordó a Lizzy y lo sucedido aquella noche en el verano pasado, hace unos nueve o diez meses; por querer salvarla había perdido todo lo que alguna vez tuvo, pero ahora tenía a Peter... No se podía permitir perder todo de nuevo.
—No sé quién seas ni qué quieras.— habló Barbanegra, en un tono que retumbaba y chocaba en los oídos de todos y los hacía estremecerse del puro terror—. Pero tu suerte termina ahora.
A tres segundos estaba Tinkerbell de lanzarse a salvar a su niño, costara lo que costara, pero lamentablemente Barbanegra estaba a dos segundos de jalar el gatillo y terminar con esa aventura que apenas iniciaba. Suerte es que dos segundos antes y un segundo antes, respectivamente, algo más apareció. Tal chispa de fuego que aparecía en la oscuridad, como un destello de estrellas, de la ventanilla entró un ave y Tinkerbell la reconoció.
—¡Eres tú!— exclamó Tinkerbell al ver con asombro las rojizas plumas del ave que había llegado, aparentemente para un rescate triunfal.
Era imposible no reconocer aquella ave parecída a un fénix. Era la ave que justo la noche anterior la había guiado hacia el campamento indio para encontrar a los niños y, después de ello, se había esfumado misteriosamente. ¿Qué hacía esta ave aquí ahora? ¿qué era esa ave con exactitud? ¿cómo sabía que se encontraría en problemas? Nada parecía tener sentido, pero Peter estaba a salvo, por ahora.
El ave se abalanzó contra Barbanegra, buscando encajar las garras de sus patas en el rostro del pirata mientras hacía un feroz graznido, como el de un halcón.
Entre la confusión y el caos, Peter salió del trance que lo había mantenido quieto, helado del ligero terror que sintió. Aún con la daga en la mano, se giró para liberar a la sirena de la red, la cargó en sus brazos y se dispuso a escapar.
—He venido a llevarte con tu hermana.— le dijo, valeroso, pero esta no contestó, sólo se echó a llorar, aferrándose a él lo más que pudo.
Mientras los otros piratas trataban de quitar a Barbanegra la ave de la cara, Peter vio una abertura para salir directo por la puerta, corrió unos cuantos pasos, pero fue detenido bruscamente por alguien que lo retuvo del brazo. Peter Pan gruñó, se giró para enfrentar a su enemigo; aquel lo estaba tomando con su mano izquierda, esto fue lo primero que vio Peter, después alzó la vista para ver de quién se trataba y... algo dentro de sí se relajó un poco.
—No sé qué hiciste, pero acabas de humillar al Rey Pirata.— le dijo aquel que lo estaba reteniendo, conteniendo una risa—. ¿Todo esto por una sirena?
El niño asintió, sin poder verbalizar una respuesta, quedando sólo con la boca entreabierta. Había estado atento a la discusión de los jóvenes piratas, así que lo poco que sabía de James era lo que había escuchado. Aún así... fue extraño. Podría atribuirse a la emoción de estar cerca de un verdadero pirata que no intentaba matarlo, o era sólo que seguía conmocionado por el enfrentamiento con Barbanegra. El caso es que no veía a James como un enemigo, no lo sentía así, y quizá se deba a que los demás piratas le llamaban traidor. O era sólo que la mente de Peter seguía algo confundida.
—Eres un muchacho travieso.— le sacudió el cabello, así nada más, como si tratara con un niño mucho más menor de lo que realmente era Peter, y Peter no supo reaccionar, aún cuando en el fondo se sintió humillado—. Vete de aquí o te matará, y no vuelvas más.— le dio un empujón, suficiente para hacerlo cruzar la puerta pero no para derribarlo.
Peter estuvo dos segundos dándole vueltas al asunto, pero no tenía tiempo de pensar, ni de regresar y reclamar, o de al menos corresponder la simpatía. Debía salir huyendo, llevaba a la pequeña Stormy en sus brazos.
Tinkerbell también salió, procurando que James no la mirara. Dudaba ser reconocida, pero en cualquier caso no quería ser vista por él ni por ningún otro pirata.
La duda persistió, ¿de dónde había salido aquella ave? No preguntó, no agradeció, sólo se fue antes de que otra cosa ocurriese. Confiando en que Tigrilla y los demás ya hayan escapado junto a el resto de las sirenas, Peter se tiró por la borda, sin preocupación alguna, aunque Tink se escandalizó al verlo hacer esto. Él siempre era tan impulsivo que le causaba estrés al hada.
La pequeña sirenita Stormy, aún con lo chiquita que era, ayudó a Peter a nadar, la hada los siguió, volando muy de cerca. A los pocos minutos se encontraron con los demás que también habían liberado a las otras sirenas. Tigrilla, George, Slightly, Lobito y hasta Firefly Fire estaban en el agua, ya lejos de los barcos piratas. Fire no sabía nadar, así que se sujetaba fuertemente al pelaje de Lobito, que en cambio era muy buen nadador, y tampoco podía volar porque estaba mojado. Así que Tinkerbell fue la única que salió seca de todo ese lío.
Había sido una aventura casi de muerte. Las sirenas llevaron a los niños, a las hadas y al lobito de regreso a la Laguna de las Sirenas, donde las demás esperaban con mucha preocupación. Al llegar, ellas cantaron de alegría y Stormy pudo reunirse finalmente con su hermana.
—¡Hermanita!— exclamó la sirena de cabello violeta, la que Peter le había hecho aquella promesa.
—¡Marina!— lloriqueó la pequeña Stormy, aferrándose a su hermana mayor lo más que pudo.
Los niños salieron del agua y se sentaron en una rocas; Tigrilla exprimió su larga cabellera para tratar de secarla, Fire hizo lo mismo con sus alas; George, Slightly y Lobito temblaban de frío. Pero Peter no podía dejar de dar saltos de roca en roca, proclamando haber vencido al Rey Pirata, aunque ni siquiera había podido hacerle frente.
—¡Eres muy valiente!— dijo una sirena en un suspiro.
—Eres un héroe.— dijo otra sirena, igual que la anterior.
—Quisiera que no te fueras nunca y que nos protegieras.— habló la sirena pelirroja, siendo coqueta—. Quédate con nosotras, niño.
—Mi nombre es Peter Pan, salvarlas fue un honor, señoritas.— les dijo con una sonrisa. Todas suspiraron.
—Lo que faltaba.— habló George en un quejido—. Ahora tiene más admiradoras que nunca.
—No hay que sorprendernos, se trata de Peter.— comentó Slightly.
A Peter se le acercó la sirenita con su hermana más pequeña, la mayor habló con nerviosismo.
—Gracias por salvar a mi hermana.— le dijo, con verdadera sinceridad—. Ella lo es todo para mí.
—¿Lo es realmente?— preguntó el niño, extrañado—. No sabía que los hermanos se quisieran tanto.
—Quizá algún día tengas un hermano, así podrías averiguarlo.
—No veo posible que eso ocurra.— dijo con voz vacía. Llevó su mano al cabello de la niña sirena y lo sacudió, algo así como James había hecho con él—. ¿Qué me ven?— preguntó con brusquedad a sus amigos que no le quitaban la vista de encima. Es que esa última acción había sido tan rara.
Tinkerbell se sentó al lado de Fire, sintiéndose muy cansada, no sintió cuando Tigrilla se le acercó hasta que empezó a hablarle.
—¿Cómo derrotar a Barbanegra?— preguntó la princesa india, con intriga.
—No lo derrotamos, él se distrajo con... una extraña ave que apareció de la nada.— dijo, dándose cuenta de lo realmente improbable que sonaba.
—¿Ave?
—Una grande ave de plumas rojas.
Justo a tiempo, sorprendiendo a Tinkerbell, que incluso dio un salto del susto, dando una acrobacia en el aire para después aterrizar, llegó aquella ave rojiza que tanta intriga causaba. Tigrilla se incorporó de inmediato, llena de estupefacción.
—¿Ser esa ave?— preguntó, con la boca muy abierta. Tinkerbell asintió, en el mismo estado que la princesa—. Ésa no ser cualquier ave.— dijo, pero eso no fue ninguna sorpresa, Tink ya suponía que ésa no podía ser cualquier ave.
—Sorprendente, ¿no es así?— habló una tercera voz, una que no era ni de Tigrilla ni de Tink. Las chicas se alarmaron un poco ante ello ya que... la voz provenía del ave, pero bien es sabido que las aves no hablaban, así que... ¿qué rayos?—. Esta es la Ave de Nunca Jamás, de las más antiguas y sabias que habitan en este mundo y en otro.
—Un segundo.— Tink se puso a revolotear, se asomó un poco y notó que, en efecto, en especial que ahora su corazón aterrado podía calmarse, la voz no venía del ave, venía de alguien que estaba montado en el ave, acción que le recordó mucho a Lord Milori y su lechuza—. No puede ser...— era un hada el que montaba a la criatura, estaba cubierta del rostro pero... esa voz la reconocería en cualquier parte.
—Ha pasado mucho tiempo, tres estaciones para ser exactos.— ella bajó del ave en un ágil salto, pero no voló, se irguió todo lo que pudo para poder también mirar a la, a sus ojos, enorme princesa india. La hada misteriosa se descubrió el rostro—. Volviste de entre los muertos, quién lo diría.
—¡Zarina!— Tinkerbell se apresuró y se lanzó a abrazar a su amiga, aquella hada de polvillo, o más bien alquimista de polvillo.
Al exclamar ese nombre, Fire volteó y prestó total atención, empezando a analizar el rostro nuevo que había llegado.
—¡No es posible! ¡¿qué haces aquí?!
—Oh, eso debería preguntarlo yo.— le correspondió el abrazo unos segundos, después la apartó y la miró con seriedad—. ¡¿Podrías decirme qué estabas haciendo en el barco de Barbanegra?!
—Teníamos que salvar unas... sirenas.— contestó, casi pasmada por la agresividad de su amiga.
—¡¿Tienes idea de qué enemigo te acabas de ganar?! ¡Te metiste en muchos problemas!
.
En el barco de las piratas, justo después de poder apartarse esa latosa ave, el niño intruso ya se había ido. Barbanegra contuvo su ira, sólo apretó los dientes y los puños; apartó a sus alumnos del camino y se dirigió a su tripulación, que estaban en la cubierta. Los piratas de afuera, que habían sido victimas de los juegos de Lobito, tenían echo el barco todo un desastre: el alcohol estaba regado en el suelo, los barriles habían sido lanzados al agua, la bandera se había caído, las gallinas estaban sueltas y un marinero borracho estaba atado al mástil de cabeza.
Un disparo fue lanzado al aire y todos giraron hacia Barbanegra, que tenía el arma en la mano.
—¿Qué sucedió aquí?— habló el rey, con voz fuerte, espantosamente tranquilo. Todos se asustaron.
—Un lobo se subió al barco.— contestó un pirata, completamente horrorizado—. Y... y las sirenas escaparon.
Barbanegra bajó hasta la cubierta, los piratas más jóvenes miraron lo que sucedía desde donde estaba el timón. Barbanegra recorrió el lugar con la mirada, luego con una sarcástica carcajada habló.
—Un lobo los distrajo y las sirenas escaparon. Parece el plan de un insolente niño.— dijo con gracia, dando fuertes risotadas. Los demás piratas rieron, mas las risas cesaron cuando un fusilado cayó por la borda hacia el mar.
Todo quedó en un silencio sepulcral después del disparo. Sólo Barbanegra se movió.
—Las sirenas no me interesan, ya obtuve lo que quería.— explicó con voz severa—. Pero, como ven, un niño se atrevió a desafiarme, me humilló a mí y a mi tripulación.
La Princesa Pirata bajó la mirada, mortificada, después desvió su vista hacia James, que permanecía con los brazos cruzados y sin interés en lo que sucedía. La niña había visto a James dejar escapar al niño; ella no iba a delatarlo, ya no quería ver más castigos y muerte. Llegó a pensar por un momento que, ese tal James que apenas conocía, no era tan malo, aunque los mayores lo llamaran traidor.
Si tan sólo vieran lo que pasaría en un futuro.
—¡Recompensado será el pirata que me traiga la cabeza de ese niño!— exclamó Barbanegra, seguido por el aclamo de sus seguidores.
Peter se había conseguido un enemigo mortal. Mas, sin saberlo sin poderlo prever, había también cruzado mirada con aquel que sería su más grande rival. Sin sospechar que sus vidas estarían ligadas para siempre. Que en un destino cercano tendrían que lidiar con sus errores eternamente.
Sin poderlos eximir.

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Stefani17 on Chapter 16 Sun 30 Mar 2025 05:04AM UTC
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