Chapter Text
Un día alborotado; Hadō, Togata y Amajiki se encuentran yendo de un lado a otro, ordenando papeleos de los nuevos pasantes de las diferentes escuelas de héroes y nuevos reclutas que comienzan sus labores en tal momento, también dando instrucciones a los ya integrantes de su agencia.
Nejire trata de tomarse su tiempo, sin atrasar el proceso, pero el estrés que emana del cuerpo de sus dos mejores amigos se le termina contagiando. La pareja busca cumplir con todas sus tareas de la mejor manera y en el menor tiempo posible, manteniendo la amabilidad y la cordura para no espantar a la gente con la que tienen que relacionarse. Ojalá Hadō no los conociera tanto como para ver cuándo ambos están a punto de un colapso mental incluso si éste pasa desapercibido por los demás.
Viendo que el tiempo se les va de las manos, Amajiki se ve en la vergonzosa necesidad de llamar a Kirishima por ayuda. Togata ha estado algo dudoso al respecto, pero al final ha aceptado ante la situación. Para cuándo el pelirrojo aparece en la agencia con una playera de Crimson Riot (apenas le queda; Katsuki se la compró desde la academia y sólo hasta ahora se la ha dado) y unos pantalones de mezclilla, Suneater y Lemillion casi transpiran ansiedad corriendo por toda la agencia haciendo sus labores. Milagrosamente logran fijarse en el recién llegado y no demoran en ponerlo al tanto con respecto a los deberes con los que ayudará a Nejire. Eijirō, acostumbrado a los gritos histéricos de su pareja, capta todas las palabras de sus senpais que terminan hablándole al unísono sobre cosas totalmente distintas. Asegurando que no tienen de qué preocuparse y que pueden dejarlo a él y a la peliazul sin ningún inconveniente a cargo de la agencia (por All Might, que Hadō también es fundadora de ésta), ve que el rubio y el morocho le agradecen repetidas veces antes de salir corriendo del sitio aún con sus trajes encima.
...
Algunos padres de familia hablan entre sí por todo el salón, al igual que los alumnos. En el programa de hoy, los maestros deben hablar con los padres de sus estudiantes tutorados para explicar su desempeño en las materias y demás formalidades. Van por el penúltimo estudiante de la lista y Eri comienza a llenarse de cierta inseguridad, pero se tranquiliza; si no pudiesen venir, ya le habrían avisado.
La jovencita continua charlando con su grupo de amigos, distrayendo su atención del profesor que ingresa al aula luego de que los padres de un muchacho pelinegro, y éste mismo, se adentran para acomodarse en sus asientos.
—Togata Eri—pronuncia el docente, alzando su mirada de la lista que tiene en manos y clavando su atención en la nombrada.
Ella se levanta de su asiento a la par que se acomoda su falda escolar azul y todos guardan silencio para ver qué sucede.
—¿Sus tutores?— pregunta el hombre de cabello castaño y engominado.
La gente comienza a cuchichear al respecto, y puede oír que algunos piensan, en voz alta, que ella no tiene quien le cuide o poco le importan.
—Verá, profesor— explica ella, con calma y logrando que sus manos se queden quietas para no jalar la piel alrededor de sus uñas—. Sí les informé acerca de hoy y dijeron que vendrían, pero les surgió un problema en el trabajo. Hace poco me mandaron un mensaje diciendo que venían para acá.
—¿Es verdad?
—Sí. Lamento retrasar todo esto.
Los ojos morados del docente vuelven a mirar la hoja en sus manos, pasando por los nombres de sus estudiantes y dándose cuenta de que Eri es la última.
—Supongo que podemos esperar un poco más.
—Muchas gracias— dice la menor, haciendo una reverencia.
Pasos rápidos y apresurados se escuchan por el pasillo hasta que se detienen justo frente a la puerta corrediza del aula. Un par de golpes en ésta es suficiente para que todos dirigían su atención a aquel lugar, viendo que el profesor se acerca para atender el llamado. Escuchan voces susurrantes del otro lado, una más fuerte que la otra, y al abrir la puerta todos abren la boca con impresión.
—... Sabe que las misiones se ordenan de esa forma, tranquilo...— el de ojos azules se percata de que el menor observa algo frente suyo y, al seguir su mirada, se topa con el maestro castaño—. Oh, lamentamos la interrupción.
—No, no— atina a decir el de ojos morados, dejando pasar a ambos héroes al aula—. ¿Ha pasado algo? ¿Necesitan cualquier cosa?
—Hoy es día de reunión de padres y maestros, ¿no?— habla Lemillion, girándose a mirar al morocho qué asiente suavemente al revisar velozmente su agenda electrónica—. Entonces, venimos para eso.
—¿Cómo dice?
—... Somos los tutores de Eri...— musita Suneater, con timidez y jugueteando con sus dedos de manera nerviosa—. Lamentamos la demora...
Los múltiples pares de ojos se enfocan en la aludida que, calmada, sonríe en dirección al rubio y el pelinegro que le saludan alegremente.
—Oh, ¿aún no es tu turno?— pregunta el rubio, inclinando la cabeza.
—Sí. Le estaba explicando al profesor el por qué de su retraso.
—Menos mal que llegamos a tiempo— suspira aliviado el delgado.
—Es verdad— y Lemillion hace una reverencia en forma de disculpa, siendo imitado por Suneater—. Perdone nuestra tardanza y el revuelo ocasionado, tuvimos algunos inconvenientes en la agencia. Ni siquiera pudimos cambiarnos.
—Oh, entiendo. No necesitan disculparse por cumplir con su labor— el castaño dice, aclarando su garganta—. Estando ya aquí, supongo que podemos proceder a tratar los temas que nos competen. Siganme por favor.
Lemillion asiente en acuerdo, mirando a la peliblanca que, prontamente, se acerca a ellos, siendo abrazada desde los hombros por el ojiazul que no tarda en hacerle plática. Ellos son los primeros en salir del salón; Tamaki se asusta cuando los ojos atentos del profesor se clavan en él y solo atina a señalar la puerta y decir, con voz temblorosa, que irá detrás suyo, por lo que el docente no tiene de otra más que agradecer y salir primero. Suneater vuelve a hacer una reverencia hacia el resto de los presentes antes de marcharse cabizbajo.
Luego de ser dirigidos a un aula vacía donde son sentados frente a una mesa rectangular; Lemillion, Eri y Suneater se hallan en posición contraria al profesor que, nervioso, revisa todos los documentos que se relacionan con la jovencita.
—Eri tiene un desempeño bueno en la escuela— explica el castaño a la par que el morocho se baja la capucha y el rubio se retira el visor.
—¿No tiene problema con alguna materia?
—Uhm... No. Sus calificaciones son decentes y constantes en todas ellas.
—Si ve que tiene alguna inconveniencia con cualquier tema, puede decirnos, le pondremos un maestro particular para que no se rezague.
—Pueden contar conmigo. Los contactaré de ver cualquier cosa preocupante.
—Y...— habla el morocho, amenazando con jalarse los pellejos en sus manos y solo siendo detenido en cuanto Mirio le toma la mano y, aún entrelazadas, la pone a descansar en su muslo —. ¿Cómo se lleva con sus compañeros? ¿No le molestan?
—Tamaki, no tienes que angustiarte por eso— asegura ella, en confianza.
— No puedes culparlo— comenta Togata, riendo dulcemente—. Ya sabes cómo es desde que te hicieron llorar en primaria.
—La gente es cruel...
—Pero ya estoy mayorcita, si alguien me molesta, puedo defenderme. No sé preocupen por eso.
Mirio sonríe a la jovencita antes de mirar a su pareja que retiene un suspiro. Sí, ella tiene razón, pero ellos procuran demasiado su bienestar y felicidad. También, a sus ojos sigue siendo la misma chiquilla de nueve años que necesita su cariño y protección.
—Lo si-
—No te disculpes— le calla Lemillion, aplastando sus mejillas con una mano y viendo que éste sólo agacha la mirada, sonrojandose; se devuelve a mirar al profesor que decide responder a las dudas de sus acompañantes.
—Es claro que hay diferencias entre los alumnos, pero Eri no tiene problema con relacionarse con la mayoría de sus compañeros y tiene un buen grupo de amigos. No he visto nada alarmante en su socialización con el resto del salón. Y si así fuera, la institución tomaría cartas en el asunto de manera inmediata.
—Es un alivio.
Finalizada la conversación después de largos minutos, la pareja vuelve a reverenciar a la par que piden al docente que cuide de Eri el resto del ciclo escolar. Al salir del salón de reuniones, Tamaki y Mirio se despiden de la menor; el morocho le indica que no se salte el almuerzo, que regrese con cuidado a casa y les avise cuando llegue a ésta, por otro lado el rubio le desea que tenga un buen día, que ponga atención a sus clases y se divierta. Una vez listos para partir, Suneater deposita un besito en la frente de la menor y Lemillion le revuelve el cabello antes de irse de regreso a la agencia, siendo despedidos con ánimo por Eri.
—Como pasan los años— musita Tamaki, melancólico—. Cuando me dé cuenta, Eri ya estará en la universidad.
—Tienes razón. La vida se te va en un parpadeo... Y muchas cosas suceden.
El pelinegro asiente en silencio, caminando con prisa junto al rubio que sonríe.
—Tamaki, pronto tendremos que festejar.
—¿Qué cosa? No recuerdo que sea el cumpleaños de alguien pronto.
—No. Pero ya será nuestro aniversario de bodas.
Y las mejillas de Amajiki se tiñen de rosa, colocándose la capucha y mirando en el proceso su mano izquierda; la sortija plateada brilla en su dedo anular con tanto esplendor como la primera vez que la ha usado.
Le toma de sorpresa que Mirio le sujete de la barbilla, dejando un beso suave en su mejilla y después en su sien.
—Te he dicho... Qué no en público...— le réplica el menor con vergüenza, apartando al rubio y mirando alrededor, alegrándose de que los transeúntes no les hayan prestado demasiada atención.
—Pero quiero que vean lo mucho que te amo y que estamos juntos. Me gusta presumirte.
Suneater sujeta el borde de su capucha y jala de ésta para cubrir su mejillas completamente rojas, casi corriendo de vuelta a la agencia con la clara intención de huir de su cursi marido que, divertido y enternecido, le sigue veloz.
