Chapter 1: Primera vez
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Adam estaba cómodo. Se removió y palpó el lugar donde dormía: era suave como una nube, mullido y con un olor a limpio. Abrió los ojos, aunque estaban pesados por el cansancio y el agotamiento. Tardó en enfocar la vista, su mente se dispersaba a ratos e impedía que procesara su alrededor.
Cuando pudo despejarse lo suficiente, vio el techo rojo oscuro y el pequeño candelabro negro, con las velas a nada de apagarse. Giró la cara, parpadeó y notó la gran ventana y las largas cortinas rojas de tela gruesa.
- ¿Qué demonios? –murmuró mientras se sentaba en la cama.
El omega dio un largo trago de aire, restregándose los ojos y alzando la mirada. La habitación, según pudo ver, era de tonos rojos oscuros, casi negros; de muebles elegantes, caros y de intrincadas decoraciones; y las puertas, que vio tres, eran grandes y de madera negra, de adornos similares o más simples que los muebles. Parecía la habitación de la realeza.
Adam se levantó de prisa tan pronto como la realización impactó en su cabeza: el juicio, la caída, su encuentro con Lucifer… Gimió por el repentino dolor que azotó su cuerpo.
-Dios…-llevó la mano al pecho, notando una bata tipo princesa que cubría su cuerpo.
-No está aquí…-dijo una voz desde las sombras. De pronto, el mismísimo diablo se hizo presente en segundos. –y dudo que siquiera te escuche…-.
Lucifer Morningstar. El caído más odiado de la existencia, estaba frente a él con una sonrisa petulante y una pose relajada, sentado tranquilo en uno de los elegantes sillones.
-Llevas dormido una semana…-pasó otra página del libro en sus manos.
- ¿Por qué tú…? –tartamudeó.
- ¿Haz olvidado nuestro trato, querida? –ronroneó con burla, levantándose del sillón y caminando hacia él.
Adam retrocedió lentamente, chocando con la mesita de noche que sostenía una jarra con agua. Un nudo se formó en su garganta ante las palabras de Lucifer, su cuerpo tembló por la vista del demonio acercándose poco a poco.
-Pero seré piadoso contigo…-ya cerca de él, Lucifer extendió la mano hacia su mejilla, acariciándola con sus garras. –Un hijo, ese fue el trato- Adam tragó. –Y vengo a que cumplas con ello-.
El omega temblaba, su corazón latía como nunca. Las manos del diablo bajaron hasta sus caderas, rozando la tela. Adam azotó las manos en un intento de detenerlo, pero fue sujetado por Lucifer.
-Ni lo intentes, querida…-tuteó con una tétrica sonrisa.
-Acabo de despertar y no he comido…creo que sería mejor si yo…-trató de negociar, con las manos tensas y el cuerpo rígido del miedo.
El alfa lo pensó unos segundos antes de decir. –Bueno…-soltando sus manos. -una cena rápida no me vendría mal- y tronó los dedos.
Un duendecillo apareció de la nada, cargando una gran bandeja llena de comida fresca. Lucifer jaló a Adam directo a la mesa de la habitación.
-Come…-señaló los ricos platillos.
Adam dudó, sin embargo, su estómago exigió alimento con un rugido vergonzoso. Sus mejillas se sonrojaron mientras tomaba un bocado.
-En fin, vayamos al grano…-Lucifer secó sus mejillas con elegancia. –nuestro trato es un poco injusto para ti…-burló. Adam quería matarlo. - ¿Qué quieres? – preguntó finalmente.
- ¿Y qué sería lo justo? –regresó tras un gran trago de vino.
El diablo se encogió de hombros. –Lo que quieras, mientras no interfiera conmigo o mi heredero…-.
-Bien…-Adam se relamió los labios. –quiero una mansión protegida, donde nadie me encuentre…-dio otro bocado. –y no quiero tener nada que ver con tu hijo, nada, no me contactarás ni permitirás que sepa de mí…- sus ojos nunca miraron los del diablo.
Lucifer no lo pensó antes de tenderle la mano, sellando el pacto entre ambos. Adam supo que su vida, su libertad, ya no le pertenecía.
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Más tarde esa noche, Adam fue bañado, perfumado y preparado por las sirvientas del palacio. Sus nervios estaban de punta, con el corazón a nada de salirse de su pecho. Ahora, sentado en la gran cama, vestido con sólo una bata negra y oliendo a especias, que resaltaban su aroma omega, maldecía a Sera con todas sus fuerzas.
El rey del infierno entró completamente desnudo, caminando directo a Adam con los ojos vacíos y sin pisca de nada más que instinto. Una vez que estaba frente suyo, el omega, intranquilo y destruido, se dejó recostar y desvestir por el alfa, sin imponer resistencia.
Las manos de Lucifer tocaron sus caderas, haciendo que se estremeciera. Sintió los labios del diablo besar su piel, lamiendo y mordiendo cada centímetro; el diablo bajó su toque hasta la entrepierna de Adam, quien se retorció en un intento por zafarse. Un fuerte agarre le impidió seguir:
-Ni lo intentes, Adam- gruñó el alfa, con los ojos rojos y sus cuernos demoniacos al aire.
Sin más, el Primer Hombre se dejó hacer. El diablo ronroneó ante la sumisión del omega, volviendo a su labor saboreando la vista de su enemigo completamente a su merced. Al llegar al miembro, Lucifer jugueteó con su lengua la punta, escuchando un leve gemido angustiado antes de engullirlo.
- ¡Mierda! –Adam lanzó un grito ahogado, sonrojándose y echando la cabeza hacia atrás al sentir la húmeda cavidad.
Los dedos de Lucifer tontearon los gruesos muslos, deslizándose lentamente más adentro y encontrando el agujero del omega. Dejó salir un poco de saliva, manteniendo el miembro en su boca, y tonteó el borde tenso con sus garras.
Adam estaba sumergido entre el placer y la repulsión. Su enemigo estaba tomándolo. El imbécil que arruinó su paraíso ahora le jodía la vida eterna. Si tan sólo esa perra de Sera no lo hubiera expulsado…
- ¡Ah! – los dedos del diablo entraron en su agujero, abriendo su interior y provocando una incomodidad y vergüenza en el omega.
Lucifer siguió chupando el miembro y empujando los dedos hasta que Adam no resistió y se corrió en un gemido lastimero. Su respiración era agitada, fuerte, sentía que se ahogaba y sus mejillas se calentaban con cada exhalación.
-Estas lista para mí, querida…-ronroneó, alejándose del miembro para posicionarse entre los gruesos muslos.
Usó los fluidos en sus dedos, untándolo en su polla como lubricante. Satisfecho, deslizó su miembro por el agujero dilatado, escuchando las quejas de Adam. Impaciente, empujó las caderas poco a poco.
- ¡No! –gritó el omega en un movimiento brusco, tratando de alejarse al sentir el invasivo miembro entrar en dicha zona. – Ugh -.
Lucifer gruñó, molesto por tantas interrupciones. En un acto de dominio, jaló a Adam bocarriba, sujetándole los brazos con una mano por sobre su cabeza y abriéndolo con la otra. Regresó el miembro a la entrada lubricada y semi sangrante, empujando bruscamente hacia adentro, importándole poco el grito de dolor de Adam. Gimió ante la sensación gomosa, suave y húmeda que rodeaba su polla, dando duras embestidas al omega.
Adam sollozaba entre gemidos, sintiendo cada embestida brusca que azotaba su culo sin piedad. Sus caderas eran retenidas por las garras del diablo, y sus brazos sujetados le impedían empujar a Lucifer fuera de su espacio. Los sonidos de piel con piel no ayudaban, recordándole dónde estaba y a merced de quién por el resto de la eternidad. Una embestida particularmente fuerte le hizo gritar y arquear la espalda, tensando sus músculos y derramando lágrimas de placer y dolor.
-Por favor…no puedo…-sus ahogados gemidos le impedían hablar, limitándose a gimotear y lanzar lamentos entre cortados.
El diablo seguía sumergido en una maraña de primitiva necesidad por preñar al omega y su odio ardiente destinado a Adam. Su polla palpitó. Gruñendo, soltó los brazos del omega y se posicionó completamente sobre él, con las garras clavadas en la cabecera de la cama para seguir embistiendo con un ritmo animal, salvaje y profundo. Lo sentía cerca, su liberación no tardaría y por fin anudaría al desgraciado omega bajo suyo.
Adam se estremeció, sintiendo el nudo del alfa enterrarse en lo más profundo con una última y dolorosa embestida, clavándose y soltando su abundante semilla caliente. La semilla de Lucifer pintó toda su cavidad, saliendo en pequeños chorros blancos y rojos, señal de su virginidad tomada. Minutos después, el demonio salió de su interior con un jalón brusco.
-Hemos terminado por esta noche- le dijo mientras se deslizaba fuera de la cama. –No lo olvides: lo haremos cada día hasta que quedes preñado…-se puso una bata y salió por la puerta, sin dedicarle una mirada.
Adam se quedó sólo en la gran habitación, con las piernas abiertas y el culo dolorido. Sus extremidades dolían al igual que sus caderas. Un sollozo lastimero abandonó sus labios, seguidos por gruesas lágrimas. Giró su cuerpo y se envolvió en las sábanas, importándole un bledo si estaban manchadas. Esa noche marcó el inicio de su vida en el castillo.
Chapter 2: Una jaula de oro
Notes:
Dejo aquí el siguiente capítulo debido a que no podré actualizar en dos días...
¡Sin embargo! Estoy contenta del rápido recibimiento uwu
¡Espero y disfruten!
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Adam se removió entre las sábanas de la enorme cama, sintiendo la luz entrando por la ventana. Unos golpes en la puerta le espantaron cualquier sueño que pudo tener y se recompuso, sentándose sin ganas en el colchón en un intento por abrir la puerta. El dolor en sus caderas le impidió salir de la cama; ante los insistentes ruidos, simplemente gritó con la voz ronca:
- ¡Adelante! – mientras se cubrió con las sábanas.
Entró un diablillo con pequeñas alas emplumadas en la espalda, llegando apenas al picaporte de la puerta, mientras cargaba una gran bandeja. Tras suyo entraron otros diablillos, todos en fila y con cajas, telas, toallas y ungüentos en sus pequeños brazos.
-Buenos días, señora- saludó acercándose a la cama. –Soy Marge, la jefa de mucamas. Estaré a su cargo a partir de ahora- y dio una reverencia profunda.
La diablilla, Marge, vestía un traje de mucama negro de cuello alto, su mandil tenía encaje al igual que su falda, que le cubría los pies, y las mangas ajustadas a sus brazos. Su cabello estaba bien peinado, con sus pequeños cuernos sobresaliendo por los lados de la cabeza. Se veía elegante para ser de la servidumbre.
Adam paseó su mirada a los demás demonios: todos vestían trajes de mucamas con mangas cortas, sus faldas llegaban hasta la rodilla y carecían de encaje o decoración; en sus cabezas tenían un gorro blanco que cubría el cabello, pero dejando al descubierto sus cuernos.
-El baño está listo, señora- Marge interrumpió sus pensamientos, deslizando las sábanas de su regazo y extendiéndole una bata negra.
El omega asintió sin fuerzas, permitiendo que Marge le ayude a ponerse la bata, a pesar del dolor que aquejaba su cuerpo. Cuando logró levantarse, siguió de cerca a la diablilla hasta el baño, donde otras sirvientas, con la cabeza gacha, los esperaban. La gran e innecesariamente decorada tina estaba llena de agua caliente, con perfumantes olores y ricos aceites esparcidos en la orilla. Adam caminó y dejó caer la bata para sumergirse con cuidado, suspirando satisfecho por la sensación relajante en sus músculos.
-Henrrietha y Muzz le ayudarán a bañarse mientras arreglo su ropa, mi señora- y voló a la salida.
Las mencionadas mucamas se acercaron sosteniendo esponjas y aceites para lavar su cuerpo, cosa que Adam permitió. Su mente estaba en otra cosa, importándole poco la suavidad de la esponja o el olor del aceite en su cabello; sus ojos fijos en los movimientos del agua, en los pétalos flotantes y en el leve vapor que desprendía.
Muzz, una mucama similar a un ratón, tomó sus manos y empezó a arreglarle las uñas, quitando la tierra bajo ellas y limando las asperezas. Henrrietha, con sus patas de gato, estaba tallando su cabello antes de pasar a su espalda sin inmutarse de las cicatrices que la decoraban.
Un gran chorro de agua sacó a Adam de sus delirios y notó que Marge ordenaba traer algo a otro sirviente. Salió del agua para ser envuelto en mullidas y suaves toallas, secando la humedad de su cuerpo.
-Sígame, por favor- Marge revoloteó a la puerta del dormitorio.
El omega caminó en silencio. Cuando entró, no pudo evitar abrir los ojos con incredulidad debido al vestido extendido en el aire por los sirvientes, junto a varias cajas de joyas y zapatos sostenidos en una fila perfecta, listos para ser elegidos. Todos dispuestos para él.
- ¿Qué demonios? –murmuró entre humillado y sorprendido.
Había visto, en el cielo y no hace mucho, que varios omegas vestían ropa femenina, todos sumisos ante cada alfa que pasaba a su lado, incluso con él. Preguntó varias veces sobre esto, pero las respuestas sólo hicieron que regresara a su casa hecho una furia. Era una tontería tal visión de dominio y sumisión entre los tres géneros: los alfas mandaban, los betas sirven a los primeros, y los omegas sólo dan hijos y placer a ambos. Una completa estupidez. Y más teniendo en cuenta que Eva, su amada omega, era quien mandaba en casa –aunque nadie sabía de esto- y cazaba como una guerrera a grandes bestias. Se alegró de no haber vivido lo suficiente como para aguantar esa mierda.
Y ahora tendría que hacerlo. Porque en el infierno se seguían esas estúpidas reglas y él, desgraciadamente, había entrado a este mundo supremacista.
-El rey personalmente eligió este conjunto para usted, señora…-señaló Marge con una alegría que desconcertaba a Adam.
Se dejó vestir, porque no importa lo que haga, estaba atrapado en esta realidad. Los sirvientes acomodaron las magas y la falda, le colocaron joyas sencillas para realzar más la elegancia del vestido, junto a zapatillas de tacón bajo. Su cabello quedó intacto por ser más flamas castañas que cabello en sí.
Adam se miró en el espejo: el vestido era rojo, con intrincados bordados negros que iban del pecho al final de la falda, siendo tan larga que se arrastraba por el suelo, y mangas ajustadas del hombro al codo y anchas hasta cubrir sus manos. Unas cintillas doradas ajustaban la cintura y la estructura del vestido, permitiendo que Adam pudiera respirar y moverse cómodamente. El collar era de rubís, con delgadas cadenas e intrincada estructura.
-Parezco…- “una dama” no dijo, a pesar de querer lanzar gritos y acusaciones.
Marge le pidió seguirla a una habitación contigua, donde había una pequeña mesa dispuesta con la bandeja de comida que traía anteriormente. Adam se sentó en una de las sillas, tomando el tenedor y picando el gran trozo de filete del palto. Dio pequeños bocados de cada disposición y grandes tragos de vino, intentando que nuble sus pensamientos y despeje su mente de los recuerdos.
-Mi señora…-interrumpió Marge. - ¿dese algo más para acompañar su comida? -.
Adam lo pensó unos segundos antes de negar con la cabeza y seguir divagando sin punto exacto, ignorando la mirada preocupada de la sirvienta.
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Esa tarde, Marge sugirió explorar el castillo, a lo que Adam negó efusivamente sin querer encontrarse por casualidad con Lucifer. Al final, el omega despidió a la servidumbre, ignorando los intentos de Marge para que salga de la habitación, y sentándose en la cama. En la soledad del cuarto, Adam se dio la oportunidad para asimilarlo todo.
-Estoy en el infierno…-susurró. –en el palacio de Lucifer, vistiendo ropa que de seguro le perteneció a Lilith, cogiendo con el imbécil que jodió mi vida…-las lágrimas se acumularon. –para darle un hijo…-soltó con pesadez.
Golpeó la cama con todas sus fuerzas, apretando la mandíbula mientras las lágrimas caían a montones. La ira, la humillación, la traición, el perder todo por lo que trabajó siglos, por lo que arriesgó mucho. ¿Y para qué? Ser desterrado, rechazado y humillado, dejado en un agujero de mierda donde caían los pecadores y donde residían los seres que arruinaron su vida.
-Maldita seas, Serafiel- masculló con furia, sin darse cuenta de que sus uñas cortaban la carne de sus palmas. –Tú y tu maldita Corte pueden besarme el culo-.
Su mente vagaba, buscando formas de que todo cobrara sentido. Se echó en la cama, tratando de darse una siesta tras varios minutos de morderse las uñas y el interior de sus mejillas. Lamentablemente, no funcionó.
Notes:
Iniciamos con la introducción de esta precuela, donde conoceremos más a profundidad de la relación entre Adam y Lucifer uwu
Para quienes tengan dudas, todo sucede meses después de que Lilith hay sido capturada y llevada al cielo, por lo que será algo... intenso para Adam...
Chapter 3: La primera gala
Notes:
¡He regresado, gente!
Y con nota importante: este capítulo es una "continuación" del capítulo 2 de "Cuando un ángel cae del cielo...", pero puede leerse aparte uwu
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Después de que Lucifer le exigiera ir con él al baile –Adam no recuerda de quién exactamente-, Marge lo guio hasta una habitación, de las muchas sin usar en el castillo, donde lo esperaban un grupo considerable de demonios. Al entrar, notó que uno de los sastres reales parecía más humano a comparación de sus acompañantes, haciéndole fruncir el ceño y mirarlo detenidamente.
-Mi honrada señora, soy Laos, el sastre real- dijo en una inclinación profunda e imitada por los demás. –El rey nos mandó a llamar para ajustar los pedidos- y extendió la mano, señalando las grandes cajas y muchas telas cargadas por sus asistentes.
Adam hizo un gesto desdeñoso y fue a sentarse en uno de los sillones, Marge voló donde Laos, gesticulando con las manos para que se extendieran los vestidos y así el omega pueda verlos. Todos los vestidos eran hermosos, si Adam no tuviera que ser quien los use.
Marge escogió tres para que Adam eligiera cuál usar para el baile: uno de tela dorada completamente bordada en hilo de plata, con mangas anchas que cubrían los brazos por completo y de falda espesa. El otro tenía un escote cuadrado forrado de lino transparente, mangas ceñidas hasta las muñecas, hombros casi descubiertos y falda suelta de un verde intenso. El último era de un crema oscuro, hombros descubiertos, corsé por fuera y falda ancha llena de tul, junto a unos guantes que complementaban el atuendo.
Su doncella eligió el segundo vestido, indicándole a Adam, respetando la etiqueta adecuada, y a las ayudantes del sastre que fueran al biombo de la habitación para cambiarse. Sin nada que perder, el omega dejó que las ayudantes hicieran lo suyo. Al salir, Laos se acercó y empezó a tomar medidas, murmurando a otro ayudante los cambios y pedir sus materiales necesarios para iniciar su trabajo sin dirigirle la palabra o mirar a Adam a los ojos.
Después de dos horas de cambios, Laos tarareó satisfecho por su trabajo e indicó a sus ayudantes para guardar los demás vestidos y ser ajustados con las medidas tomadas. Se despidieron respetuosamente y Arfiel, el mayordomo fiel de Lucifer, los guío hasta la entrada, dejando sólo a Adam, Marge y otras doncellas en la habitación.
-La fiesta es en unas horas, mi señora- dijo, revoloteando mientras acomodaba todo. - ¿Gusta comer algo mientras tanto? -.
Adam lo pensó un momento. –Que lo lleven a mi cuarto- y se levantó para irse, con las demás doncellas tras suyos.
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Horas antes de la fiesta, las sirvientas se movieron por toda la habitación, preparando lo necesario para vestirlo. Adam fue llevado al baño, donde la bañera estaba llena y en el agua flotaban pétalos de loto, los aceites perfumados eran de la más alta calidad y se enfilaban en la orilla. Sus uñas fueron tratadas y su piel limpiada con esponjas suaves; cuando terminaron, le embarran cremas y demás ungüentos para dar brillo a su piel.
Lo vistieron con sumo cuidado, asegurándose de no lastimar la tela y tratando a Adam como una reina –algo irónico-. Esta vez, su cabello fue peinado y sus cuernos decorados con delgadas guirnaldas que combinaban con el vestido verde oscuro. Cuando estuvo listo, caminó hasta la entrada principal, donde Lucifer lo esperaba bien vestido. Las zapatillas eran incómodas, por lo que arrastraba los pies y su rostro lo demostraba, según la estúpida sonrisa de Lucifer.
-Te ves maravillosa, querida- burló con desdén, tomando su mano y dándole un beso en la muñeca. –Es momento de irnos-.
Adam hizo una mueca de desagrado cuando el diablo entrelazó sus brazos para guiarlo al portal recientemente abierto, cruzando sin dedicarle siquiera una repuesta al desgraciado.
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La mansión en la que se llevaba a cabo la fiesta era, en palabras de Adam, innecesariamente elegante: tan alta que apenas veías tras ella, de grandes jardines bien cuidados y rodeados por muros imponentes. Adam y Lucifer aparecieron en la entrada, donde fueron recibidos por un diablillo mayordomo.
-Van a presentarnos…-el diablo murmuró al oído del omega.
Antes de que pudiera decir algo, el mismo mayordomo entró y gritó al salón principal:
- ¡El rey y la Señora Morningstar, han llegado! – y los dejó pasar.
Adam apretó la mandíbula, pero no dijo nada. Apenas y le dio una mala mirada, antes de ser obligado a caminar directo donde todos se reunían. Los Ars Goetia se hicieron a un lado para permitirles entrar, y ser interceptados por Paimon y una de sus esposas.
-Mi rey…-saludó el demonio. –Gran Señora Morningstar-.
El omega ni siquiera gruñó por el fuerte agarre de Lucifer que, en un intento de mantenerlo calmado, ejercía en su brazo.
-Paimon, mi querido amigo- la sonrisa del diablo era amigable, al menos para el demonio. –Agradezco la invitación-.
-Al contrario, mi rey…-Paimon se inclinó. –el honor es mío-.
Lucifer tarareó, paseó su mirada y la detuvo en la mujer pájaro al lado de Paimon, quien se dio cuenta e inmediatamente agregó:
-Es mi esposa, Lamisha- señaló a la mujer y esta inclinó la cabeza en saludo.
-Un honor, mis señores…-.
Adam intentó no burlarse. La mujer pájaro era hermosa, Adam se lo concedía, con plumas doradas y blancas, vestida con un gran vestido morado. Lamisha lo miraba con suma atención, dedicándole una sonrisa incomoda.
-La recuerdo, fuiste amiga de Lilith…-Lucifer tarareó contento por la tensión en el cuerpo de Adam.
-Aún sigo de luto por su partida…-Lamisha se secó una lágrima falsa.
-Todos la extrañamos…-Adam sintió temblar sus manos, sus garras apretadas en la tela de su falda. –Pero no es momento de lamentarnos- aplaudió. –Esto es un festejo…-.
Paimon asintió. –Gracias por venir a celebrar nuestro aniversario…-.
Lucifer volvió a dar sus honrados agradecimientos, estableciendo una pequeña conversación con el demonio. Adam y Lamisha siguieron callados, sin dejar de verse directamente.
-Querida…-Paimon interrumpió su extraña convivencia. - ¿Por qué no llevas a la señora Morningstar con las damas? -.
- ¡Buena idea! –exclamó el diablo.
Lamisha se giró a su esposo. –Si nos disculpan…-señaló la entrada de una sala de té, donde se oían murmullos.
Adam no pudo negarse, si la advertencia silenciosa de Lucifer le decía algo, y siguió a Lamisha hasta la sala. Era grande, forrada de tapices rojizos, columnas negras y un gran candelabro dorado que iluminaba el lugar. Cuando el omega entró, todo ruido se detuvo, reemplazado por ojos curiosos.
-Damas…-llamó Lamisha. –la señora Morningstar- y lo señaló.
Adam sabía, por la sonrisa mal disimulada de la mujer, que lo decía con burla y odio. Poco le importaba si esa idiota lo odiaba por reemplazar a Lilith –no lo hacía, él no era reemplazo de nadie-. Se sentó en la mesa central junto a Lamisha y otras damas de Ars Goetia; inmediatamente, un diablillo le sirvió una taza de té y le ofreció bocadillos.
-Es un completo honor tenerla con nosotras, señora Morningstar- la mujer a su lado, de plumas negras, grises y blancas, lo saludó. –Soy Gala, la esposa más reciente de Paimon- Adam notó la amarga cara de Lamisha y decidió que Gala le agradaba.
Manteniendo la compostura, el omega le devolvió el saludo, con una sonrisa encantadora. –El gusto es mío, señora Goetia-.
Lamisha se tensó en su lugar, su sonrisa se volvió rígida y las otras damas, sentadas en la gran mesa, murmuraron entre ellas. Adam sorbió su té, con el sumo cuidado que Marge le estaba enseñando a tener.
-Oh, señora Morninstar, sólo soy una séptima esposa sin título…-respondió Gala. –Lamisha es la señora Goetia, esposa principal de nuestro esposo-.
El omega tarareó, descartando por completo lo dicho por la dama e ignorando los intentos de Lamisha por incluirlo en la conversación general de la mesa, donde lanzaban preguntas incómodas sobre su “relación” con el rey y que Adam no se molestó en responder. Sin éxito, la mujer usó su última carta:
-Por favor, señoras, seamos comprensibles con la nueva esposa de Lucifer- dijo, haciendo callar toda palabra. –No todas podemos imitar la gracia de reina Lilith y menos sus modales…-y le dio una sonrisa burlona.
Adam se tensó y su calma, de por sí forzada, estaba a nada de perderse por tal humillación. Gala, bendita y dulce Gala, simplemente contestó:
-Y también hay que comprender que, una vez una esposa es reemplazada…-miró a Lamisha con dulzura. -no es de buena educación compararla con la anterior, sino esperar a que nos impresione por sí misma-.
Adam parpadeó, sorprendido por la ayuda ofrecida de Gala. Lamisha, según vio, estaba a nada de explotar de vergüenza, encogiéndose en su lugar por los nuevos murmullos que rodeaban la mesa, olvidando por completo las intenciones de Lamisha por humillarlo.
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El final de la fiesta llegó más pronto que tarde, Adam agradecía infinitamente a Dios por ello. Poco a poco, el salón donde se reunieron las damas se iba vaciando, quedando sólo Gala y él, con Lamisha muriéndose de celos e impotencia ante sus infructuosos intentos de acercársele.
-Lamento mucho las palabras y acciones de mi hermana, mi señora…-Gala dio una reverencia, siendo tenida por el omega.
-Olvídalo, no es necesario que te disculpes por ella…-murmuró con un sonrojo avergonzado.
La mujer se levantó y le dedicó una suave sonrisa, correspondida por Adam –aunque parecía más una mueca que una sonrisa-. El omega carraspeó para disipar el silencio:
-Será mejor que vayamos donde Lucifer, deben estar esperando…- tartamudeó, tratando de no soltar el veneno en su voz ante el nombre del diablo.
Gala no lo notó, y si lo hizo no dijo nada, guiándolo hasta la entrada de la sala, seguidos por una Lamisha extrañamente silenciosa. Lucifer fue el primero en notarlos, pues le dio una sonrisa tensa y un brillo en los ojos que hizo a Adam estremecerse.
-Es hora de irnos, querida- el omega asintió y caminó a su lado, tomando su mano extendida. – Espero convidar pronto, amigo mío…-.
Paimon asintió. –Será un honor, Majestad…-.
Lamisha reverenció junto a Gala, aunque su cara estaba tensa y su cuerpo rígido. Adam no imitó a las dos para luego ser guiado por el diablo al portal recién abierto.
Notes:
¡Gracias por sus kudos y comentarios, me alegran mucho el día!
Dejo un pequeño recordatorio: esta es una precuela de mi primera historia Adamsapple, pero puede leerse por separado.
Link: https://archiveofourown.org/works/75890236
Por otro lado, he estado viendo "El Sultán" o "Magnificent Century", y mi imaginación me hace hacer algunos cambios, ya que me fue imposible imaginarme a Adam como Hurrem (me refiero a lo de llegar como nadie y escalar hasta ser alguien).
Quiero decir, Adam se volverá Abba, un Señor de alto rango...

PeytonAlice on Chapter 1 Tue 16 Dec 2025 11:27PM UTC
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